Feijóo se presentó como un hombre moderado del centro derecha, capaz de dialogar y llegar a acuerdos, muy lejos del extremismo radical de su antecesor Pablo Casado, y hombre más eficaz que Mariano Rajoy.
Esas fueron sus credenciales que se deshinchan a cada paso que da, dejando desconcertados a propios y extraños. Pues su perfil propio se va difuminando en una caricatura frankesteniana entre la radicalidad ignorante de Casado y el balbuceo incomprensible de Rajoy.
De momento, acuerdos, diálogo y negociación son conceptos irreconocibles para Feijóo.
Entiendo que su estrategia electoral pasa, como siempre ha hecho el PP, “por cuanto peor para España, mejor para mí”. Y esa parece ser la única línea táctica a seguir. Para ello, vale todo: las mentiras claramente intencionadas, la manipulación de las noticias, la exageración, el tremendismo, incluso pasearse por Europa exhibiendo un ramplón antipatriotismo con el fin de dejar en mal lugar, no solo al gobierno, sino la posición española en Europa.
Una actitud poco justificable aun si fuera verdad una posición débil y negativa de España, pero no parece conveniente la estrategia de debilitar a tu país. Sin embargo, en el caso actual, las actitudes de Feijóo resultan indignantes, ya que ni siquiera es cierto lo que él predica.
¿Han visto ustedes en qué situación política-social-económica se encuentra el Reino Unido? ¿Han visto los estallidos sociales que se producen en Francia? ¿Han reparado en las dificultades y reacciones adversas que genera el gobierno de ultraderecha de Italia? ¿Y la situación preocupante de la energía y la economía por la que atraviesa Alemania?
En estos momentos, los paseos de Feijóo por los pasillos de Bruselas intentando descalificar a su gobierno y a nuestro país no solamente son infructuosos y desleales, sino que además caen en el ridículo más espantoso. Por cierto, era lo mismo que hacía Pablo Casado.
Ataca cuestiones como la “excepción ibérica” cuando está siendo aplaudida por la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y también (aunque se le atragante a Feijóo) por la presidenta del PP Europeo, Robderta Matsola. En Europa se plantean el camino emprendido por el gobierno de Sánchez como unas buenas y exitosas medidas, pero Feijóo prefiere negar la evidencia.
Porque la posverdad, o la mentira a secas funciona, al menos entre los suyos, al tiempo que deja flotar la duda en el ambiente. Eso está haciendo cuando dice que, con la excepción ibérica de la energía, somos los españoles ¡¡los que subvencionamos la luz a Francia!!! ¿cómo?
Y da igual que los expertos del mercado eléctrico refuten estas declaraciones que no se fundamentan o que los datos publicados por Omie (operador del mercado eléctrico) señale que es Francia quien compra a España toda la electricidad posible, ya que Francia necesita ahora importar energía debido a los problemas con sus reactores.
Así pues, es totalmente falso que estemos pagando 1.000 millones de euros a Francia, como dice Feijóo, sino que ellos nos pagan la compensación a las térmicas. Y según cálculos del Ministerio para la Transición Ecológica, las rentas para España, desde que está en marcha la excepción ibérica, han sido de más de 700 millones.
Los datos y los hechos no son opinables. El problema es que solo se escuchan interpretaciones, la mayoría de las veces sesgadas o mal interpretadas.
Feijóo balbucea, se enreda con las frases, dice lo contrario a lo que es real, incluso niega que ha dicho lo que ha dicho.
Y, detrás de él, siempre dispuesta a apuntalarlo o apalearlo, está Isabel Díaz Ayuso, quien es capaz de llevarle la contraria a su líder, porque ella es “única”. Tengo la impresión de que Feijóo siente el aliento de Isabel tras su nuca; quizás le ha dado demasiadas alas e Isabel desea volar sola. Y Feijóo se muestra más inexperto y débil que nunca.
¿Qué estrategia está llevando Feijóo que resulta irreconocible y desconcertante hasta para los suyos?
Resulta tan difícil hacer una oposición rigurosa, capaz de reconocer aciertos para crecerse en credibilidad ante las críticas, eficaz en la defensa de España, y unir su fuerza por el bien del país. Porque no solo hace falta “talento” (hace falta y mucho), también hace falta “talante”.