En estas circunstancias tan especiales quisiera decir algo acerca de Adriana Lastra como persona política, pero con una pincelada algo más general. Es una formidable noticia que emerjan con luz propia políticos que no están en el gobierno, pero que tienen cosas que decir, que saben decirlas y que se arriesgan sin tirarse al monte por las buenas.
Adriana Lastra ha sido la Vicesecretaria General del PSOE, puesto al que accede en un momento de especial crisis en el seno del socialismo español. Asumir ser el número dos del número uno en esas condiciones, es toda una declaración de lealtad y de decisión. Es decir, Adriana evidenció que no se amilana ante las dificultades, vengan estas de donde vengan y que ye una muller mu prestosa.
También asumió el liderazgo del Grupo Parlamentario Socialista (GPS) en el Congreso de los Diputados, otro reto tras periodos de liderazgo errático por momentos variables de tiempo. Dos tareas resaltaron con su liderazgo: la cohesión interna del grupo, sobre todo hacia el exterior y, en segundo lugar, la emisión de una voz clara y rotunda del posicionamiento socialista ante los temas que se iban sucediendo en el panorama político español, su posición no dejaba indiferente a nadie.
A Adriana se le hacen dos críticas desde posiciones ajenas a su partido, pero son dos aspectos a matizar. Primero le critican su supuesta “radicalidad”, para lo que echan mano de lo que sea de forma un tanto grotesca y machista, por ejemplo, la utilización de cazadoras de cuero o que le gusta la música de rock heavy. Algunos más sutiles, pero no menos reduccionistas, atribuyen su radicalidad a un cierto sentimiento “adolescente” y no haber superado el paso de las Juventudes Socialistas al partido de “los mayores”. En mi modesta opinión, ninguna de estas críticas tiene un sostén firme, ni una argumentación seria mínimamente razonable. Soy de los que piensa que no debe ni molestarse en explicarlo, primero porque son razones superficiales, sin enjundia, basadas en el chascarrillo machista o la agresividad disfrazada de paternalismo al uso. Ya se sabe que debatir con los imbéciles y bajar a su nivel es perder un debate, porque al lugar donde te llevan lo conocen muy bien y allí con esa experiencia acumulada, limitada pero aparente, ganan por goleada.
La otra crítica feroz que le realizan se refiere a su nivel de estudios, la parodia de la crítica la llevó, al Congreso de los Diputados, la líder del Partido Ciudadanos en una de sus conocidas performances. La formación de las personas proviene de lugares diversos y no solo de la enseñanza con un recorrido formal. Todos nosotros tenemos fuentes de formación e información en los límites de la enseñanza formalizada o claramente fuera de ella y a la que no renunciamos. Adriana inició sus estudios de Antropología Social en la Universidad de Oviedo y abandona esos estudios para dedicarse a la actividad política. Es una decisión personal, tan respetable como otras. Adriana no va de…, se basa en sus lecturas contrastadas con personas de relieve. Voy a compartir una anécdota, las secuencias de la españolidad se pueden estudiar en los libros de historia y en el grado de Historia en un tema más o menos perdido en el laberinto de un programa académico, es verdad, pero también se puede trabajar monográficamente con un hispanista de primera línea como Iam Gibson, durante más de tres horas hablando del ser y el estar en la historia de España y además se habló de la narrativa de Proust y de Lorca el poeta perdido, de esta “clase magistral” fui testigo y participante con Adriana después de la presentación de un libro mío que ella había prologado. Ni lo estudiamos, ni nos examinaron, ni nos ofertaron un título, pero en aquella reunión fluyó sabiduría y capacidad de escucha. Adriana conoce en carne propia lo que avisaba el poeta ovetense Ángel González: “Cuando el hombre se acabe/cualquier día/un crepitar de polvo y de papeles/proclamará al silencio/la frágil realidad de sus mentiras”.
Adriana se documenta para sus intervenciones parlamentarias, construye el tejido fino de los contenidos cual tapiz que contiene tamices diferentes tanto desde la firmeza de sus afirmaciones, como de los datos que lo sustentan. Sabe combinar, con buen tino, colores y texturas para ofertar un tapiz atractivo y armónico, sin estridencias.
Sus intervenciones parlamentarias eran brillantes y vibrantes, desmontando la argumentación plagada de “fake-news” de la derecha y, entonces, la proyección de su figura se agigantaba desde el verdor del Oriente asturiano originario, hasta la árida estepa madrileña. No insulta al adversario político, sino que le confronta consigo mismo, puntualiza y aporta datos concretos de fechas y contenidos. Los resultados son demoledores, ella sí ha recibido insultos, pero con decisión y firmeza, con valentía y serenidad afrontaba la situación sin rehuir la contestación firme y contundente, pero sin caer en la provocación porque sabe que sus oponentes, como dice su querido Ángel González, no son más que “inmóvil mayoría de cadáveres/le dio el mando total del cementerio”.
Fue el peón leal para la negociación que concluyó con la investidura del actual Presidente del Gobierno. Según la muy (des)leal oposición, fue la responsable de “vender” España a los separatistas, independentistas y terroristas. Otros lo vemos como la artífice necesaria en amasar unos ingredientes arriesgados que fermentaron con los fracasos de otrora.
Si en sus intervenciones la derecha, como es habitual, voxiferaba, insultaba, interrumpía, entonces Adriana no se arrugaba, les encaraba la situación con decisión, valentía, firmeza y consistencia. No conseguían callarla ni oscurecerla. Tiene discurso propio, no es solo un relato aprendido.
Se considera hija política de la ex-ministra Luisa Carcedo de quien aprendió la elegancia del saber estar, el rigor en los datos y la fundamentación, la solvencia ideológica subyacente, la templanza en la exposición y la firmeza en la argumentación. Luisa me comentó hace tiempo que Adriana sabe escoger y captar muy bien a sus colaboradores, ahí lo dejo.
Adriana no urde puntadas sin hilo, no hace costuras bastas y degradadas, muy al contrario, hace finos encajes de bolillos, como las camariñas gallegas o los finos encajes de Lagartera, ornamentados con los delicados bordados de la Orotava. Cumple a rajatabla lo que se espera porque “lo que ta a la vista nun necesita candil”.
A pesar de estas actitudes expresadas, es una mujer tímida e introvertida, que solo dejará vislumbrar alguna debilidad, si la hubiere, en círculos muy restringidos de sus grandes amistades personales, donde se encuentre y se sienta segura y contenida.
Para la gente que no la conozca, aviso a navegantes: Adriana no solo oye lo que se le dice, escucha, asimila y almacena esos contenidos, aunque no los comente inmediatamente por discreción y prudencia. Es una mujer tenaz y constante que no se deja llevar fácilmente por cantos de sirena, descubre fácilmente la seducción y huye del embaucamiento porque descubre con facilidad al babayu. Una característica muy suya es que no necesita descalificar a nadie, porque en las discusiones confronta de forma más consistente: aporta datos.
Es una persona que resulta muy amiga de sus amistades, pero sin llegar a la idealización ni resultar empalagosa, es decir sabe ponderar a cada quién con el para qué, sabe a ciencia cierta que “amigu de un día, enemigu pa to la vida”. Posee una mirada que el interlocutor siente en su piel y en su mente. Cuando pide algo, es directa y no se anda por las ramas y si hace público algo es porque lo tiene seguro y amarrado.
Su vida privada es un tesoro que guarda y protege. No quiere distorsiones ni presiones extrañas. Casi se podría decir que consigue disociar el personaje político y público, de la vida personal y familiar.
Ella ye asturiana y ejerce de ser muller de esa Asturias verde de monte y negra de minerales, como canta el poema de Pedro Garfias musicado por Víctor Manuel y que hemos cantado con “Millones de puños gritan/su cólera por los aires/Millones de corazones/golpean contra tus cárceles/Prepara tu salto último/líbida muerte cobarde”. Esa Asturias que Celso Amieva describía en una poesía intensa, truncada por la guerra civil, y nos acercaba a la gaita en la bruma, porque “La gaita alegra, si no atrista/Su son es del color/del alma que la escucha”, canta al buzaco de Cellero, o a la sidra y al quesu de Cabrales, al dolmen de la Boriza, la cueva del Pindal o al val de Tina y nos acerca a un diálogo poético con la Xana Mega. No hay rincón, vereda o val, xana o trasgu que Adriana no rememore con su actitud frente a la dificultad, desde la prosa seca de la actividad política, pero sabiendo los rincones más líricos e intimistas que sabe callar mientras observa.
“¡Bah! Algo malo tendrá”, verá, no lo dudo, todos tenemos ese lado más oscuro, pero no seré yo quien difunda esas características. Para ello, con bastante poco acierto, están los que a diario le atacan sin desmayo ni cansancio ni conocimiento. A ellos les dejo ese lado para que desfoguen su rabia y su impotencia, ya lo dice el dicho asturiano: “Si la envidia fuese carbón, nun cerraben les mines”.
Seguro que ahora en su descanso obligado, allá por la Ribadesella de su infancia, Adriana pasea y recuerda pensativa lo que el poeta popular asturiano José Antonio García Peláez, conocido como “Pepín de Pría”, decía “Pero, mi Ribadesella sin daqué romería/oa la soma d’un árbole, na vera d’un camín,/si te llegás al alma, acuérdate de mín”.
(PD, posiblemente su discreción rechace todo o parte de lo expresado, solo mi amistad se ha permitido esta licencia, un tanto descarada, pero este “psiquiatra despistado” lo ha traído con respeto y cariño. Mis mejores deseos en estos momentos con sentimientos tan contradictorios).