El resultado de las elecciones generales del 23 de julio viene a demostrar que no todo vale para llegar al poder como ha intentado el PP. La prepotencia, las campañas sistemáticas de señalamiento del adversario político como enemigo, hasta el punto de plantear las elecciones como la “derogación del sanchismos”, con todo lo que eso significaba de retroceso en derechos y servicios públicos para los españoles; la mentira constante para no reconocer los avances que se han producido y se están produciendo en España; y la intimidación y el matonismo político, amenazando con cárcel a todo aquel que no está contigo en tu estrategia de poder, te llevan a la derrota aunque hayas ganado por un puñado de votos.
Es lo que tiene la democracia y el sistema parlamentario en el que nos encontramos. Porque, aunque algunos que reparten todos los días carné de aprobado en Constitución no lo crean, el artículo 1 de nuestra constitución dice que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” y “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.”
El problema para España es que, tras el resultado electoral, las derechas continúan en su estrategia de polarización, de crispación de la sociedad, cuando los españoles en las urnas han dicho que quieren convivencia, incremento de derechos y mayor calidad de vida, en una España plural y unida.
El problema para España es que las derechas en lugar de anteponer el interés general priman sus ganas de poder. Y por ese motivo, ya han comenzado la nueva campaña de ataque “contra el enemigo”, que, para este verano, otoño e invierno, estará de nuevo protagonizada por la polarización extrema, la supuesta ruptura de España, y por confundir sus deseos de poder (Fejióo ha ganado y tiene que gobernar, porque lo demás es un fraude) con obviar el régimen parlamentario en el que vivimos.
Sí, régimen parlamentario en el que vivimos. Y concretamente, el artículo 99 que dice textualmente:
- Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.
- El candidato propuesto conforme a lo previsto en el apartado anterior expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara.
- Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey le nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta a nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviere la mayoría simple.
- Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgase la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores.
- Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso.
Por tanto, no vale presionar al Rey desde las elites económicas y mediáticas con el argumento de que Feijóo ha ganado. Porque no es cuestión de ganar sino de tener mayoría en el Parlamento. Y a más, vendría bien a España que las derechas junto a sus élites dejarán de atacar la convivencia y comenzaran a cumplir la Constitución, por ejemplo, con la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que lo tienen secuestrado desde hace cinco años.
Tampoco va a servir esta estrategia para calmar las críticas dentro del Partido Popular. Sería bueno que cuanto antes aclarasen sus liderazgos y comenzarán una nueva etapa de colaboración leal con el gobierno. Siendo conscientes, de que, aunque existen diferencias ideológicas entre PSOE y PP, son necesarios algunos pactos de Estado, por el bien de España. Veremos, pero no soy muy optimista.
La segunda cuestión que quería resaltar tiene que ver con el bombardeo de encuestas que desde los medios de comunicación se ha realizado en esta campaña electoral. Si lo resumimos mucho se puede afirmar que han fracasado en su intento de imponer una realidad, mientras que las encuestas del CIS son las que más se han aproximado al resultado. ¿Pedirán perdón por los insultos al CIS y a su presidente? Deberían, pero no lo están haciendo.
Después de tanto matonismo y descalificaciones, los errores en las estimaciones de las encuestas privadas, que quieren esconder rápidamente, se pueden ver en el gráfico 1, donde no se mencionan los dos últimos escándalos de las encuestas de esta campaña. Me refiero a las que supuestamente se hicieron el mismo día de la campaña electoral, por parte de GAD-3 y SIGMA 2, para distintas televisiones, que a las ocho y un minuto de la tarde del día 23 de julio, daban la mayoría al PP y Vox. Algo que todos saben que no ocurrió tras el recuento.
¿Habrá que llevar a los tribunales por malversación a los responsables de estas empresas de encuestas por el resultado de sus estudios, como pedían durante la campaña electoral dirigentes del PP y medios de comunicación con el presidente del CIS, porque las encuestas del CIS no se parecían en los resultados al resto y finalmente son las que más se aproximaron?
Durante toda la campaña electoral los españoles tuvimos que sufrir por tierra mar y aire como el denominado “consenso demoscópico” de las encuestas de las empresas privadas daban mayoría para gobernar al PP y Vox. Fuera de ese consenso estaban las encuestas del CIS, que eran sistemáticamente atacadas, junto con su presidente, por todos los medios de comunicación.
Después vino el resultado. Y en este sentido, es importante refutar la falacia del llamado “consenso demoscópico”. En algunos procesos electorales como las elecciones generales de 2019, las elecciones autonómicas catalanas o las elecciones generales de 2023, se atacó sistematicamente al CIS y sus encuestas porque el denominado “consenso demoscópico” de las encuestas privadas daban todas resultados muy parecidos, que no coincidian con los que salían en las encuestas del CIS. Celebradas las distintas elecciones, esos “consensos demoscopicos” de las empresas privadas de encuestas resultaron erroneos, mientras los datos del CIS eran los que más se acercaban a los resultados.
Hay que indicar que la utilización de las encuestas como arma electoral, no es solo un hecho que se está dando en España, sino que se está produciendo en todos los países dentro de una entrategia donde primero se compran las empresas demoscópicas por la reputación pasada de sus nombres en algunos casos, o se crean empresas con uno o dos trabajadores, o se potencian economicamente otras, y después se fabrican encuestan sistematicamente para intentar imponer un determinado relato demoscópico a la sociedad a través de los medios de comunicación. Esta realidad, que se ha agudizado en los últimos años, ya contaba con ejemplos destacados hace décadas, cuando algún medio de comunicación social de los que se consideraban respetables ya fue condenado por inventarse encuestas y datos demoscópicos que nunca existieron.
Por último, me quiero referir a la campaña. Lo he repetido en otros artículos, las campañas electorales cada vez tienen más importancia. Y dentro de ellas, si ya era decisiva la última semana, ahora la jornada de reflexión y el propio día de las elecciones se han vuelto determinantes en un panorama político tan fragmentado como el actual, y donde además un porcentaje importante de los votantes decide a quien votar esos días.
Los aciertos del PSOE y los errores del PP durante la última semana de esta campaña se estudiarán en las universidades. Pero ahora solo quiero esbozar telegráficamente varias cuestiones:
- El electorado español se auto ubica mayoritariamente a la izquierda. Por ese motivo, las campañas de las derechas siempre están orientadas a desmovilizar a esa mayoría de españoles. Al tiempo que movilizan al máximo a sus votantes preferentes de centroderecha.
- Hay muy poca fidelidad de voto a partidos. Así, el 67,4 por ciento de los electores indica que ellos votan por un partido u otro o no votan, según lo que más le convenza en cada momento. Y un 29 por ciento dicen votar siempre por el mismo partido, según la encuesta preelectoral del CIS para las elecciones generales de 2023.
- Un porcentaje importante de electores decide el voto muy tarde. El 12,3 por ciento de los votantes deciden a que partido político o coalición votar durante la jornada de reflexión o el mismo día de las elecciones. Un 6,4 por ciento, habitualmente lo decide durante la jornada de reflexión, la víspera de las elecciones. Y un 5,9 por ciento, el mismo día de las elecciones.
- Aumentan los votantes que dudan a lo largo de la campaña a que partido votar. Un 13,8 por ciento del electorado dudaba entre varios partidos o coaliciones a la hora de a quién votar en las elecciones generales de 23 de julio. Y más de un cinco por ciento cambiaron varias veces de opinión sobre el partido que iban a votar a lo largo de la campaña.
En definitiva, los españoles en las urnas han dicho que quieren convivencia, incremento de derechos y mayor calidad de vida, en una España plural y unida. Y a eso se tienen que deber sus representantes elegidos democráticamente.