Ya se han celebrado las elecciones autonómicas en Andalucía, con el resultado por todos conocido. Y como parece que ha gustado mucho a algunas élites económicas y mediáticas, en esta ocasión se han olvidado de recordar qué decían las distintas encuestas antes de que fueran los ciudadanos a las urnas. Tanto las que ellos habían encargado, como las que se realizan con más rigor científico, transparencia, y con el único objetivo de informar de las preferencias de los ciudadanos en un momento concreto.
Este silencio sonoro, hace más necesario que nunca que recordemos, ya no los titulares de los meses previos a las elecciones, sino algunos datos y predicciones con el objetivo de que de una vez por todas prevalezca la ciencia sobre la manipulación de las encuestas.
Manipulaciones que son de muy diverso tipo: las que se hacen ya con el resultado decidido, las que se maquillan, aquellas que bajo el paraguas de un supuesto halo tecnológico se hacen por internet sin ningún criterio muestral, o en ocasiones, con “encuestados a destajo”, es decir, personas que contestan encuestas como churros a cambio de recibir una cantidad de dinero por cada una que rellenan.
Sea como fuere, hay personas que han comparado las estimaciones respecto a los resultados electorales en Andalucía. Y así se puede ver en la red el siguiente gráfico, donde se presentan los puntos porcentuales de desviación de las estimaciones respecto a los resultados electorales en Andalucía. Para el cálculo, se han tenido en cuenta los siguientes partidos y/o coaliciones: PP, PSOE, Vox, Por Andalucía y Adelante Madrid. Las cifras son los puntos de desviación de valores absolutos.
Los datos lo dicen todo.
Lo he reiterado muchas veces, y lo seguiré haciendo hasta que esta situación deje de producirse. La manipulación de las encuestas es una grave enfermedad de la democracia, que la debilita y la deteriora. Y que es preciso atajar, de una vez por todas, en un contexto donde se hacen más encuestas que nunca, y donde muchas de ellas, más que intentar informar de las preferencias de los españoles, lo que intentan es incidir y orientar el voto. Ya sea, intentando movilizar un determinado electorado, o desincentivando a otro.
Mientras se legisla a este respecto, el Colegio de sociólogos debería tener un papel activo de denuncia de tanta seudociencia que hay alrededor de las encuestas. En otras ciencias, como la medicina, se toman medidas severas contra las seudo ciencias. Pero, en el ámbito científico de la sociología, asistimos constantemente a la publicación de encuestas que abandonan los criterios científicos, los relegan a un segundo plano, o se diseñan simplemente para proclamar unas conclusiones preestablecidas, que tienen que ver más con intereses particulares que con la realidad. Y no hay ninguna consecuencia sobre este tipo de comportamiento cuanto menos manipulador.
La democracia no puede asistir a esta guerra de poder, basada en noticias falsas, cruzada de brazos. Tiene que actuar, porque rompe las reglas del juego democrático y acaba deteriorando la convivencia. Además, de alterar la relación entre representantes y representados por parte de unas élites que aspiran a imponer su agenda a la sociedad. Y todo ello, en sociedades fragmentadas donde pequeñas variaciones de voto pueden alterar el resultado completamente y, sobre todo, la gobernabilidad.
Para fortalecer la democracia, y no confundir la información con la opinión, sería oportuno que las encuestas vuelvan a tener la dimensión científica que no debieron perder. Toda encuesta publicada debería, de manera obligatoria, trasladar a la opinión pública los microdatos de ésta, para que cualquier investigador o ciudadano pudiera verificar lo que al final se resume en un titular de prensa y en un par de gráficos. Con ello, habría más transparencia y sobre todo más información.
Ganaría de democracia. Y a lo mejor, la sociología conseguiría ser más respetada, al acabar con la seudociencia imperante en las encuestas. En definitiva, la democracia debe protegerse de sus enemigos, y las encuestas falsas son uno de ellos.