Mónica Oltra ha dimitido presionada por las circunstancias políticas y mediáticas. No ha dado tiempo a realizar la reunión de su partido Compromis para analizar la situación y las acciones a realizar. No ha dado tiempo a que el propio presidente de la Generalitat planteara su dimisión ni dijera una palabra más alta que otra, salvo el gesto serio y prudente, que, aunque Mónica no lo haya sabido valorar, la elegancia del Presidente ha sido impecable.
Aun así, su dimisión ha llegado tarde pese a haber pasado solo 6 días de su imputación, porque Mónica se ha mostrado desafiante, rebelde, atrincherada, manejando muy mal los tiempos, las declaraciones y el tono.
Mónica Oltra se ha ido entre lágrimas, “con la cara alta y los dientes apretados” como ella misma ha dicho. Ha dimitido porque se veía acosada, porque resultaba imposible resistir tal presión hasta la declaración en el juicio del 6 de julio, que ahora queda invalidada. Ha dimitido sintiéndose víctima, sintiéndose perseguida por adversarios y enemigos, con acritud y un tono poco conciliador, sin pensar en ningún momento que la política, como la vida misma, no tiene por qué ser justa y que hay decisiones propias que no se toman por beneficio personal sino por el bien colectivo tanto del propio partido como del propio gobierno. Se ha ido con reproches innecesarios, sin pensar que los reproches que lanza a sus próximos, le podrían ser reprochados a ella.
Seguramente, ella lo sabe. Y así lo ha denunciado en muchas ocasiones. Pero no es lo mismo decirlo que practicarlo. Esto es más duro. No vamos a negar la dureza de la decisión que ha tomado. Dimitir no es fácil. Y ella, finalmente, lo ha hecho, dejando además todos sus cargos, no solo el gobierno sino también el acta de diputada.
Si todo se aclara pronto y Mónica resulta inocente de la imputación, su sacrificio habrá sido injusto, pero no inútil. No había otra salida, aun siendo una salida difícil y triste. Pero es una decisión acertada porque descomprime la presión, ayuda a su partido, da estabilidad al gobierno, y a ella la deja más libre para defenderse y volver a la primera línea si se declara su inocencia en la imputación.
La política es un tiovivo que nunca permanece estable. Se sube y se baja con premura; se agolpan las crisis; los partidos atraviesan momentos que parecen difíciles de superar y, en cuestión de meses, todo vuelve a recuperar la calma.
La crisis vivida en el gobierno valenciano es la más grave hasta el momento. Pero superable. Los partidos del Botánico deben saber comportarse, anteponer la razón y el proyecto común a las diferencias y las crisis, no mirarse solo el ombligo sino intentar remar para que el gobierno no naufrague.
He conocido a Mónica Oltra, la he visto ser portavoz en las Cortes Valencianas, es una mujer valiente, decidida, segura de sí misma, compleja y complicada, inteligente, desafiante. La he visto plantarse delante del PP y de Francisco Camps, cuando era presidente de la Generalitat, en los plenos más difíciles, cuando el PP gozaba de una mayoría absoluta despótica, soberbia y corrupta. No son calificativos gratuitos. Los diputados autonómicos imputados del PP eran tan numerosos como el primer partido de la oposición; además se creían intocables y ejercían los cargos con altivez.
Mónica debatía, discutía, se enfrentaba a consellers que no tenían medida como el propio Cotino (recuerden el accidente del metro y aquel programa de Sálvame) o Rafael Blasco que todavía hoy sigue en la cárcel. Han sido condenados todos los presidentes de las Diputaciones Provinciales, la presidenta de la Mesa de las Cortes, presidentes autonómicos como Zaplana y Olivas, consellers, diputados, alcaldesas como Rita Barberá (que fue expulsada y renegada por su propio partido), concejales, ….
Mónica fue una parlamentaria de primera. Tiene grandes y buenas cualidades, pero la humildad no es una de ellas, y estoy convencida que piensa que no sirve para nada y siente cierto desprecio por esa virtud. Mónica es una mujer valiente y me consta que sigue siéndolo.
Aunque le dé rabia, aunque llore, aunque lo considere injusto, dimitir ha sido lo correcto.