Las encuestas de opinión son un instrumento de análisis de la realidad. Un termómetro del momento que mide la opinión pública. Esa es su función: ayudar a conocer mejor la sociedad. Pero las encuestas se han convertido en un arma política. Medios de comunicación, opinión publicada, gobierno-oposición, partidos utilizan las encuestas como un elemento más en el juego de la política.

Las encuestas se convierten así en noticia, se reducen a titulares, para acabar en un mero ruido mediático cuya superficialidad no merece ningún tipo de credibilidad, y pierde así su sentido más profundo: saber en un momento determinado qué piensan, qué opinan los electores, los ciudadanos.

En primer lugar, ¿para qué sirve una encuesta? La respuesta simple, de entrada, es que sirve para saber los resultados electorales y la distribución de los escaños. No. La respuesta correcta es que una encuesta nos permite conocer indicadores  sobre la sociedad que podrán ayudar a los analistas a afinar los mensajes, los elementos de movilización, la posición ideológica de los entrevistados.

Los sondeos de opinión son la primera fuente de información que tienen las empresas, las instituciones o los partidos políticos para intentar, a partir de esta foto fija en blanco y negro, conocer la gama de colores cambiantes de la sociedad. La respuesta equivocada se refiere a la estimación de voto. La proyección de los resultados. Es la parte del titular. La noticia. Pero no es lo más relevante.

En segundo lugar, ¿por qué se equivocan las encuestas? Las encuestas, si están bien hechas, y en general, lo están, no se equivocan. Lo que es equivocado es la exigencia de los medios de comunicación y de la opinión pública de saber la estimación de voto. La proyección de voto se realiza a partir del voto declarado o voto directo, más algún indicador que transforma este dato en otro que se convierte en un posible resultado final, obtenido a partir de una muestra, es decir, del conjunto de entrevistas, casi siempre insuficiente para que sea significativo a nivel del territorio que se está estudiando. Lo correcto sería publicar sólo el voto declarado, la intención directa de voto. Es lo que ha respondido el encuestado. Es la imagen real, del momento, sin aditamentos para convertirlo en un pronóstico. Es lo que hay. Pero la famosa “cocina” convierte la materia prima, voto directo, en estimación de voto. Pero la “cocina” tiene un problema: los indecisos.

El dato a tener en cuenta es el porcentaje de no sabe/no contesta, que se debe de situar en unos márgenes aceptables. Por ejemplo, una encuesta con un 40% de no- respuesta cuestiona las conclusiones. Y hoy en día el nivel de volatilidad es muy elevado. El ciudadano ha cambiado sus hábitos, los llamados indecisos lo son menos de lo que parecen. Saben lo que van a hacer pero no lo quieren manifestar. Volátil participativo.

Pero, ¿los sondeos tienen un efecto sobre los electores? Sí, porque modifican su comportamiento. Existen efectos movilizadores por la publicación de las encuestas de resultados optimistas o desmovilizadores por resultados pesimistas. Por esto se intenta controlar el nervio de la campaña a partir de la publicación de los sondeos de opinión. Y la estimación de voto es la clave de todo el entramado.

Dos efectos clásicos: el Bandwagon o carro ganador, que es el efecto de arrastrar votos favorables hacia el ganador en un efecto avalancha (Ronald Reagan contra Carter, 1980) y el Underdog, que es el voto hacia el candidato perdedor para convertirlo en ganador (Harry Truman contra Dewey, 1948). Estos dos fenómenos son difusos y no cuantificables, y algunos académicos sostienen que no son importantes, pero la legislación vigente en este país prohíbe la publicación de encuestas la última semana de campaña, en teoría para evitar estos efectos. Andorra ha convertido en obsoleta la legislación vigente.

El día después de las elecciones se conoce el único sondeo electoral válido: el voto de los ciudadanos. Cierto, pero es una frase hecha. Las encuestas son un gran instrumento de análisis y el dato más relevante no es la estimación de voto, sino los indicadores que proveen de datos a los analistas. Los fotogramas que convierten en tendencia los datos. El debate es si ¿el Oráculo se equivoca?, ¿y sus intérpretes…?