Hace ya más 10 años (parece que fuera ayer) cuando Peter Jackson se enfrascó en la titánica tarea de llevar a la gran pantalla uno de los relatos fantásticos más importantes del siglo XX, “El Señor de los Anillos”. Felizmente para todos los amantes de este género, y del cine en general, consiguió con éxito una trilogía de películas que gustó tanto a público como a crítica, y cuya tercera parte se alzó con nada menos que 11 óscars. El regreso a la Tierra Media llega ahora en forma de nueva trilogía, pero a partir de un relato mucho más corto de Tolkien, la novela “El hobbit”, escrita y a la vez ambientada antes de los sucesos de la trilogía original. Tras muchas vicisitudes de producción que hicieron peligrar su buen fin, la película que iba a dirigir Guillermo del Toro finalmente acabó en las manos de Peter Jackson, el director original de la saga.

La gran pregunta llega: ¿está a la altura de las anteriores películas? Podemos afirmar con toda rotundidad que sí: Jackson nos vuelve a transportar a esa tierra mágica como si no hubiera pasado el tiempo, con un despliegue de grandes actores entregados a sus papeles (repiten los mismos en los mismos papeles, comenzando por un omnipresente Ian McKellen con un magnífico Gandalf, y el nuevo Martin Freeman haciendo un muy creíble y cercano Bilbo joven), con emotivas escenas dramáticas de ritmo pausado y con frenéticas escenas de acción cuajada de efectos especiales. Todo lo que gustó, o no, de las anteriores películas aquí se repite, así pues depende de cada cual entrar a la película.

Se le ha criticado a la película estirar un relato tan corto como “El hobbit” a 3 películas, pero hay que explicar que la idea de Jackson es enlazar firmemente estas nuevas películas con las anteriores, y para ello inserta nuevas escenas (como la reunión entre Gandalf, Saruman, Elrond y Galadriel para hablar de “un antiguo mal que parece resurgir”), que a mí particularmente me parece un acierto, porque así las 6 películas que finalmente queden se articularán como un todo cohesionado, algo que ninguna saga hasta ahora ha conseguido, con la excepción quizás de Harry Potter (y de forma discutible porque no dejan de ser episodios bastante aislados unos de otros). Recordemos que Tolkien escribió “El hobbit” antes de desarrollar “El Señor de los Anillos”, si hubiera sido al revés seguro que habría enlazado ambas con puentes narrativos, como ahora hace Jackson.

Otra crítica común de los espectadores al salir de la sala es la sensación de “me quedo a medias”, y es que, lógicamente, es una película “sin final”, pues nos cuenta el comienzo de un viaje del que realmente no vemos el término, al menos en esta primera parte. Todo esto es lógico y comprensible sabiendo de dónde viene y a dónde va esta película. Así pues, conociendo estos dos detalles, que creo sólo los más quisquillosos esgrimirán para atacar esta estupenda cinta de aventuras, en el sentido más clásico del término, podemos relajarnos en la butaca y disfrutar de un gran espectáculo que bien vale el precio de la entrada.