Las correcciones realizadas por las instituciones sobre el crecimiento económico han levantado polvaredas en los medios de comunicación y en las esferas política y económica. Los apocalípticos han vuelto al ataque con este tema. Sin esos histrionismos, algunos economistas han desempolvado el concepto de la estanflación para resumir lo que está pasando ahora: estancamiento más inflación e incremento del paro, con un claro recordatorio a las crisis de 1973 y 1979, avivadas por el incremento en los precios del petróleo (ahora sería la electricidad el detonante). Un argumento de presión a los bancos centrales para que suban los tipos de interés, tal y como se hizo en los años setenta. Y, quizás, volver a la austeridad de la Gran Recesión. Pero los números no acompañan.

Tomando el caso de España, los ajustes del PIB –incorporando el más reciente del INE, en relación al último trimestre analizado, publicado hace pocas semanas– sitúan el cierre de 2021 con un crecimiento del 5%, inferior al que ha expuesto el gobierno. Se ha criticado mucho esto, ya que los Presupuestos Generales del Estado se han elaborado a partir de una tasa de crecimiento superior; pero, al mismo tiempo, recuérdese que esos presupuestos han sido calificados por las mismas instituciones europeas como “contractivos”, es decir, sin agotar los posibles márgenes de expansión que tenían. En cualquier caso, un crecimiento económico del 5% en 2021 rompe con la tendencia regresiva de 2020, con otro factor más: la tasa de paro se ha reducido hasta el 14% –nueve meses seguidos de descenso–, las afiliaciones a la Seguridad Social superan ya las conocidas en 2008, y la recaudación fiscal ha crecido un 16% (sin incremento de la presión fiscal). Esta evolución económica se explica a su vez por las medidas adoptadas por el gobierno:

  • Ayudas a las empresas: 7 mil millones de euros,
  • Fondo COVID: 16 mil millones de euros,
  • Transferencias a las regiones: 14 mil millones de euros,
  • Previsión, para 2022, de 7 mil millones de euros entre la compensación del IVA de 2017 y la condonación de las liquidaciones negativas del modelo de financiación de 2020,
  • Implementación de los ERTE, que han paralizado la destrucción de empleo y el cierre empresarial.

Esto ha supuesto que las comunidades autónomas cierren 2021 con un ligero superávit (+0,1% sobre PIB), un escenario sólo perceptible en dos ejercicios en un pasado más lejano –2004 y 2006–, según un reciente estudio de Fedea (https://documentos.fedea.net/pubs/eee/eee2021-32.pdf).

Las previsiones para 2022 son importantes para España, según el FMI y la propia Comisión Europea. Veremos entonces, al cerrar el año, los impactos directos de los fondos Next Generation en la estructura económica de las comunidades autónomas. Estemos atentos a estas buenas noticias, en un entorno de enorme ruido que no está dejando ver indicadores cruciales para la economía española: superávit exterior por aumento de las exportaciones. Diez años encadenados, poca broma. Y esto ha ocurrido durante severas crisis, como la covid-19. Europa es el principal destino de las exportaciones españolas: 66%. Mejora estructural, sin paliativos.