Introducción.

En el artículo anterior analizábamos dos informes publicados en este año sobre la situación del ecosistema turístico a nivel internacional y de la UE27, respectivamente, poniendo el foco en los datos referidos a España y en los elementos de diagnóstico comparativo que se destacaban para este sector en nuestro país. En el Informe del World Economic Forum (WEF. 2022)[1] con valoraciones centradas en la competitividad, España queda en muy buena situación internacionalmente (tercera posición, tras Japón y EEUU) con solo valoraciones negativas en los indicadores que hacen referencia al “Clima de negocio”, “Adecuación de los Recursos Humanos” y “Efectos sobre la sostenibilidad ambiental”, sin que estos efectos y valoraciones negativas lleguen a significar reducciones significativas en la alta valoración total del Índice global.

Del análisis conjunto de los efectos disruptivos de la pandemia y de la invasión de Ucrania, el World Economic Forum (WEF) establecía, como principal conclusión, la necesidad de un desarrollo urgente del sector Viajes/Turismo (T&T), dado que este sector -importante impulsor de desarrollo económico, la conectividad global y el sustento de algunas de las poblaciones y las empresas más vulnerables y más impactadas por la pandemia- puede ayudar a la que considera imprescindible recuperación mundial, a generar resiliencia y a apoyar la creación de empleo. Para ello, señalaba las líneas de actuación que deberían definir el camino al Escenario deseable para el 2030: aprovechar las nuevas potencialidades/oportunidades generadas y adaptarse, a corto plazo, a las nuevas dinámicas previsibles, reduciendo la capacidad de la oferta, afrontando las consecuencias de las nuevas tensiones geopolíticas, y enfocando la escasez de mano de obra en las condiciones de empleo que caracterizan al sector. Debería llegarse a un sector más inclusivo, sostenible y resiliente: 1) impulsando, restaurando y acelerando la apertura internacional y la confianza del consumidor, reduciendo los riesgos para la salud y seguridad en el viaje y en el destino; 2) construyendo condiciones laborales, empresariales y socioeconómicas favorables e inclusivas; 3) centrándose en mayor medida en la sostenibilidad ambiental; 4) fortaleciendo la gestión de la demanda y el impacto del turismo; y 5) acometiendo una mayor inversión en tecnología digital que impulse la productividad.

En lo referente a los indicadores utilizados por el Panel de control del turismo de la UE[2], estos se encuadran en tres grandes capítulos: Resiliencia socioeconómica, Digitalización y Sostenibilidad ambiental, respondiendo a los tres grandes epígrafes de las transiciones respectivas recogidas en el Pacto Verde Europeo definido en 2019. Propiamente, los dos primeros capítulos tienen una referencia fundamentalmente socioeconómica, destacando la relevancia en la producción y empleo en el sector. De hecho, siguen las pautas de evolución de lo que han sido prioridades de la UE para el ecosistema turístico que se aprecian en la Figura siguiente, donde la sostenibilidad ambiental (que incluso desaparece en 2015) y el equilibrio y patrimonio territorial tienen una dimensión absolutamente marginal frente a la promoción del negocio y actividad económica del sector.

Atendiendo al citado Panel de control del turismo de la UE27, apreciábamos en el artículo anterior que, en general, con los indicadores y valoraciones que incorpora, se considera que el ecosistema turístico europeo se encuentra en buena posición en casi todos los indicadores ambientales definidos, es bastante aceptable en cuanto a la resiliencia socioeconómica, y solo se valora algo peor en los indicadores de digitalización. Y a España, en general, se le sitúa en mejor posición que la media de la UE27 en casi todos los indicadores menos en Intensidad del turismo (noches en alojamientos turísticos/población residente) y en la Presencia en la web de la capacidad de alojamiento turístico.

Por último en esta Introducción, hay que citar que, en el Consejo de Competitividad de la UE, de diciembre de 2022, se ha aprobado la adopción de una Agenda Europea de Turismo 2030 que trata de definir el futuro del ecosistema turístico europeo para finales de esta década, en base a:

  • Establecer un Marco propicio de gobernanza, que asegure la gestión colaborativa de los destinos y disponga de un cuadro de mando del turismo en la UE que ofrezca indicadores y estadísticas a nivel nacional, regional y local. El citado Panel del control del turismo es un elemento ya disponible en esta dirección.
  • Favorecer una Transición verde en el ecosistema turístico, que mejore su “circularidad” y el uso eficiente de los recursos para reducir su huella de carbono.
  • Favorecer su Transición digital, impulsando la digitalización de las pymes turísticas y creando marcos para compartir datos del turismo.
  • Favorecer la Resiliencia e inclusión del ecosistema turístico, incrementando la accesibilidad a los servicios turísticos y aumentando la capacidad de destinos y empresas para resistir futuras crisis.
  • Adaptar el Capital humano a las nuevas necesidades del ecosistema turístico, desarrollando la adecuación de la formación y capacidades de los trabajadores a las necesidades futuras del sector turístico.

Como vemos, se refuerza la dimensión del Pacto Verde Europeo (Transición ecológica, digital y resiliencia) dejando en una posición menos dominante a la visión economicista y de competitividad que vienen presidiendo la política turística global.

Partiendo de estos enfoques, en esta segunda parte dedicada al ecosistema turístico en España tratamos de precisar cómo las medidas y políticas previstas en la actualidad, tanto en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTRE) como en la prevista Estrategia promovida desde el Ministerio competente, y las demandas de los sectores incidentes en el ecosistema turístico, representadas en los Informes periódicos de Exceltur, permiten estimar la evolución y consecuencias de los distintos Escenarios que pueden derivarse para el 2030.

Una especialización turística y de los servicios asociados potenciada en el Plan de impulso al sector turístico del PRTRE (Componente 14)

Desde la perspectiva que se realiza del ecosistema turístico en el PRTRE, se destaca, inicialmente, que, tras las primeras oleadas de la pandemia, el turismo sufrió una fuerte recesión y pasó a representar poco más del 4% del PIB, en 2020, frente al 12% de 2019, con una llegada de viajeros internacionales de menos de la cuarta parte de los registrados en 2019, y una caída en los ingresos que el sector estimaba en más del 75%. Crisis con incidencia particular en los flujos de transporte marítimos (cruceros) y aéreos (también muy afectados por la merma de viajes culturales y de negocios, sustituidos por videoconferencias), que muestran el alto grado de dependencia del ecosistema turístico de las crisis, ya sean estas sanitarias (pandemias y riesgos de contagios), políticas (con cierre de fronteras o limitaciones de relación entre países) o económicas (caídas en la capacidad de demanda). Y afecten a la propia España o a los países orígenes de su demanda turística (principalmente Alemania, Gran Bretaña y Francia).

Se señala que el turismo juega un papel crucial en el marco general de globalización de la economía española, que ha ido creciendo a lo largo de las últimas décadas (las exportaciones e importaciones españolas han ido en aumento y suponían en torno al 35% del PIB, en 2019, superando ya estas cifras en 2021), con una incidencia del sector exterior en el PIB y en el empleo interior (estimado por encima del 27% del empleo total actual) que ha llevado incluso a un superávit en la balanza por cuenta corriente con el exterior, consecuencia tanto del incremento sostenido de las exportaciones, con la ampliación del superávit en la de servicios, gracias, fundamentalmente, al turismo, como de la reducción de las importaciones de productos, principalmente energéticos ante la expansión de las energías renovables.

En este marco, el PRTRE ha asumido el objetivo de “modernizar la economía española, la recuperación del crecimiento económico y la creación de empleo, para la reconstrucción económica sólida, inclusiva y resiliente tras la crisis de la Covid-19; y para responder a los retos de la próxima década”, incorporando el impulso a la internacionalización dentro de la palanca “Modernización y digitalización del tejido industrial y de la Pyme, recuperación del turismo e impulso a una España Nación Emprendedora”.

Este criterio economicista sirve para justificar las ayudas al ecosistema turístico, con el objetivo de que los ingresos provenientes del turismo supusieran la mitad de los de 2019, en 2021; superaran el 80% de aquellos, en 2022; y recuperaran el 100% en 2023, cuando España aspiraría a recibir, nuevamente, del orden de 83 millones de visitantes extranjeros. Para ello, el PRTRE prevé una inversión de 4.262 millones de euros[3] (con una inversión pública de unos 3.400 millones de euros) asociada al “Plan de impulso al sector turístico”, en el período 2021-2023, esperando un impacto total en el ecosistema turístico del orden de 44.000 millones, incidiendo, nuevamente, en la recuperación de cifras de visitantes y reiteración de las dinámicas pre-pandemia, aunque bajo el uso de tecnologías digitales y de marketing más modernas. Se pretende:

  • la recuperación de la confianza en el destino (un destino totalmente seguro);
  • la puesta en marcha de medidas para reactivar el sector, avanzando hacia un modelo de crecimiento sostenido y sostenible, que permita a España mantener su posición mundial;
  • la mejora de la competitividad del destino turístico y la rentabilidad de la industria, potenciando los valores naturales y culturales diferenciales de los destinos, y distribuyendo de manera equitativa los beneficios y las cargas del turismo por todo el territorio nacional;
  • la mejora del modelo de conocimiento e inteligencia turística;
  • desarrollar campañas de marketing y promoción turística.

El Plan detalla 28 medidas que se articulan en cinco ámbitos estratégicos de actuación en cuya descripción se hace un uso profuso del término sostenibilidad, aunque sin articular mecanismos para garantizar su logro en el campo ambiental; y sin tener adecuadamente en cuenta los procesos de adaptación al calentamiento global y a sus efectos sobre los territorios españoles (particularmente problemáticos en los territorios costeros). Los ámbitos y su dotación son:

  1. Aumentar los niveles de productividad, rentabilidad, empleo y competitividad (incluida la rehabilitación de 50 sitios históricos de aquí a 2023) mediante el impulso a la digitalización, la inteligencia artificial y nuevas tecnologías habilitadoras en empresas y destinos: 355 millones de euros, para lograr el sector turístico más competitivo del mundo.
  2. Actuaciones especiales en el ámbito de la competitividad de las empresas: 1.905 millones de euros.
  3. Transformación del modelo turístico hacia la sostenibilidad, con los Planes de Sostenibilidad Turística en 165 destinos turísticos como principal intervención: 1.858 millones de euros[4].
  4. Desarrollo de producto turístico y modernización del ecosistema turístico, a fin de combatir el alto grado de estacionalidad en el país: 99,7 millones de euros.

A ello se añaden unas Estrategias de resiliencia turística para territorios extra-peninsulares, atendiendo al hecho de que en los archipiélagos canarios y balear el turismo representa del orden del 35% del PIB regional.

En teoría, el Plan pretende “impulsar en destinos turísticos clave procesos de transición hacia un nuevo paradigma turístico basado en un reposicionamiento integral a partir de proyectos tractores que tomen como referencias:

  • La excelencia de su adaptación energética, climática, territorial y ecológica.
  • La economía circular y el sistema alimentario de proximidad.
  • Un atractivo renovado y un marco digital adaptado a las demandas de un nuevo y menor número de clientes, de mayor temporada, exigencia e impacto económico.
  • Una menor dependencia del transporte aéreo y una movilidad local basada en criterios de proximidad y sistemas renovables.
  • Una positiva incidencia sobre la calidad del empleo y la vida de la población local.
  • La adecuación de la fuerza laboral a los desafíos que supone trabajar en este sector desde una perspectiva sostenible recogida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
  • La incorporación de nuevos indicadores biofísicos que se vean afectados por el turismo: generación de CO2, producción de RSU, consumo de energía y recursos naturales, intensidad energética de la economía turística, capital natural consumido (territorio, fauna marina, etc.).”

En este sentido, conviene referirse a actuaciones concretas del PRTRE desarrolladas con incidencia en el sector, como son los 196 Planes de Sostenibilidad Turística (por importe de 719,79 M€) correspondientes a la segunda convocatoria extraordinaria del programa de Planes de Sostenibilidad Turística en Destino 2022, 175 de los cuales serán gestionados por entidades locales y 21 corresponden a acciones de cohesión de las CCAA. Su objetivo es ayudar a la mejora de la competitividad, afrontar los retos de la digitalización, la sostenibilidad y la cohesión social y territorial, diversificar la oferta turística y desestacionalizar la demanda[5].

Adicionalmente, para el encuadre de la política del Gobierno en materia turística hay que señalar la elaboración, a través de la Secretaría de Estado de Turismo, de la Estrategia de Turismo Sostenible de España 2030, con el objetivo de “afrontar los retos del sector en el medio y largo plazo, impulsando los tres pilares de la sostenibilidad: socioeconómica, medioambiental y territorial”.

Sin embargo, los principios básicos de la futura Estrategia, ahora presentados, reiteran enunciados y propósitos recogidos en los esquemas anteriores de directriz prioritariamente economicista y sectorial: mantener la posición de liderazgo mundial en el sector; mejora de la capacidad competitiva y rentabilidad de la industria; apoyo en los valores naturales y culturales diferenciales de los destinos; y búsqueda de una distribución equitativa de los beneficios y las cargas del turismo, único nuevo matiz diferenciador de prioridades tradicionales de la política pública turística, ahora ligada –al menos en su enunciado teórico- a la consecución de los 17 ODS de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, incorporados ahora también como referencia por la UE y por España.

Los trabajos de preparación de la Estrategia hacen referencia a que España lleva 40 años impulsando el crecimiento de este sector, que ha ido evolucionando del turismo de “sol y playa” a una búsqueda de un turismo más centrado en la calidad, y que ahora afronta nuevos retos para mantener e incrementar sus resultados. De hecho, el Pleno del Consejo Español de Turismo (Conestur) aprobó, en octubre de 2022, los ejes sobre los que girarán los trabajos de la Estrategia de Turismo Sostenible que mantienen las líneas básicas del modelo actual con el añadido, por un lado, del impulso a la digitalización para un ahorro de costes, la economía de datos, la mejora de la promoción y ventas y la competitividad; y, por otro, con la promoción de la sostenibilidad social, fomentando la conservación de los entornos naturales, las costumbres y el modelo de vida tradicional local. También promueve una sostenibilidad ambiental que aspira a reducir la huella ecológica del sector, a la vez que busca la mejora de la conectividad, la intermodalidad y la movilidad turística para mejorar la experiencia del visitante, promueve la innovación de las experiencias y productos, y la captación, formación y retención del talento para potenciar el factor humano en la experiencia turística. Por último, se busca la adecuación de los destinos turísticos diferenciados (maduros, consolidados y emergentes) para planificar y gestionar mejor las necesidades específicas de cada uno de ellos. Pero, como síntesis, podemos señalar que el “nuevo modelo turístico sostenible” tiene muy poco de nuevo ni de coadyuvante a cambios en el modelo de desarrollo del sector, salvo en el hecho de que se incluyen “coletillas” referentes a sostenibilidad ambiental, huella ecológica, etc., pero sin afectar a sus elementos básicos, que siguen siendo de naturaleza economicista:

  • Crecimiento socioeconómico, para lo que se deberá trabajar en favor de la competitividad y rentabilidad del sector, apostando por la calidad y acelerando el proceso de transformación digital para lograr un ahorro de costes, la economía de datos, y la mejora de la promoción y ventas.
  • Complementariamente se busca la mejora de la conectividad, la intermodalidad y la movilidad turística para mejorar la experiencia del visitante a la vez que se responde a los retos ambientales.
  • Preservación de los valores naturales y culturales, las costumbres y el modelo de vida tradicional local, partiendo de la base de que la conservación de nuestro extenso patrimonio cultural y natural es un objetivo prioritario, así como la sostenibilidad ambiental, que aspira a reducir la huella ecológica del sector.
  • Beneficio social, para conseguir un reparto de los beneficios del sector, y afrontar retos como la despoblación del medio rural en España.
  • Participación y gobernanza, vertebrando mecanismos de gobernanza participativa entre el Estado y las Administraciones competentes a todos los niveles.
  • Adaptación permanente, dado que no se trata sólo de buscar la calidad y la mejora, sino también de posibilitar que el sector tenga capacidad de respuesta frente al nuevo entorno de cambios constantes. Para ello se valora la innovación de las experiencias y productos, y la captación, formación y retención del talento para potenciar el factor humano en la experiencia turística.
  • Adecuación de los destinos turísticos diferenciados (maduros, consolidados y emergentes) para planificar y gestionar mejor las necesidades específicas de cada uno de ellos.
  • Liderazgo, que persigue consolidar el papel de España como líder mundial en el sector.

Más en concreto, la ausencia real de búsqueda de cambios significativos en la dinámica del sector se aprecia en la propia definición de los cinco Ejes estratégicos de la nueva Agenda del Gobierno para el sector turístico:

  1. Gobernanza colaborativa.
  2. Crecimiento sostenible.
  3. Transformación competitiva.
  4. Espacio turístico, empresas y personas.
  5. Producto, marketing e inteligencia turística.

Es evidente que la posición de recuperación del insostenible modelo tradicional está reforzada en la actualidad por el hecho de que, en 2022, el turismo, aunque fundamentalmente con base en la demanda española, haya implicado una fuerte creación neta de empleo estable, siendo el elemento más incisivo en el crecimiento del PIB español de los tres primeros trimestres de 2022[6]. Y ello pese a que los resultados empresariales turísticos del verano 2022 se hayan visto lastrados por el fuerte aumento de los costes energéticos, de los de los suministros y de los costes laborales, todos muy por encima del aumento de los precios del sector.

Pero hasta qué punto se reproduce el modelo tradicional se refleja en que el propio Exceltur[7] señala que los hoteles vacacionales de costa son los que más han mejorado sus resultados frente a los urbanos o a las actividades de ocio, gracias al buen comportamiento de los campos de golf, de los parques de ocio y, en menor medida, de los museos (+3,7%) que, en conjunto, ya presentan unas ventas en el verano de 2022, superiores a las del de 2019. También en el ecosistema turístico el transporte incorporado se acerca a los niveles prepandemia (-1,1%), con el “rent a car” algo peor de lo esperado, y las agencias registrando la menor mejora. Y en línea con los mostrado con generalidad por los documentos anteriores, se destacan también las dificultades de acceso a personal formado y las fuertes diferencias entre compañías del ecosistema turístico, con mejores resultados para aquellas con productos/marcas más diferenciadas, y con mayor tamaño/escala para mejorar su gestión de costes.

Cara al futuro, las demandas que desde el sector se vienen reiterando (véase el contenido de los Barómetros de EXCELTUR citados) como líneas directrices de intervención en el mismo inciden igualmente, de forma destacada, en el mantenimiento del modelo turístico tradicional español:

A.- Mayores recursos presupuestarios, estímulos e incentivos de distinta naturaleza más adecuados y proporcionales a los que se derivan de la elevada recaudación impositiva que genera el sector y a su aportación a la recuperación económica para mantener su crecimiento. En particular: 1) aprobación de un PERTE que permita transformaciones competitivas en destinos vulnerables, que son los que más contribuyen al PIB Turístico y que se pudieran complementar con recursos privados, participando en la gobernanza que rija su identificación y su adjudicación. 2) Asegurar y consolidar a más largo plazo los niveles de solvencia empresarial, por el sobreendeudamiento para compensar las pérdidas del COVID. 3) Restructurar completamente los fundamentos, recursos y subvenciones del programa INSERSO con recursos presupuestarios suficientes.

B.- Avanzar en iniciativas para potenciar la Gobernanza público-privada, y público-pública, con replanteamiento de los organismos de gestión y planificación (Turespaña, SEGITTUR, Consejo Español de Turismo) y la potenciación de proyectos con visión de Estado en favor del turismo, procurando las mayores adhesiones de administraciones y partidos políticos y empresarios, para superar la incertidumbre de grandes proyectos/iniciativas transformadoras (Ej. PERTE) que requieren de varias legislaturas en su ejecución.

C.- Regular y adecuar el fenómeno de los pisos turísticos, evitando las externalidades negativas derivadas de su creciente desarrollo.

D.- Contribuir desde las diversas administraciones a obviar la confrontación y las estigmatizaciones con que últimamente se etiqueta al sector, y a sus empresarios por la eclosión puntual de demanda turística que afectan a la convivencia ciudadana y a la reputación del sector.

E.- Evitar políticas impositivas (impuestos/tasas y sobrecargas medioambientales) que puedan afectar el curso de recuperación del ecosistema turístico. O, en su caso, asegurar que el importe correspondiente se gestiona y adjudica a usos codecididos con el sector turístico y los actores de los que emanan.

F.- Evitar el incremento de costes laborales y de las cotizaciones sociales en el actual marco de fuerte inestabilidad de muchas empresas del sector.

Tendencias al 2030 para el Ecosistema Turístico Español.

Como tendencias de finales de 2022, con previsible incidencia en los próximos años ante la situación de fragilidad, inestabilidad y variabilidad de la situación socioeconómica y geoestratégica global que indudablemente van a presidir los próximos años; y ante el hecho de que, para 2023, se haya aprobado que el Plan Nacional Turístico, director de las políticas del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, se centre en los destinos de sol y playa y azul, podríamos esperar que, para 2030:

  • Se hayan superado cifras históricas de demanda. El turismo en España sigue dando muestras de recuperación y de que se siguen priorizando los viajes frente a otros gastos, acercándose progresivamente las pernoctaciones totales, en 2022, a las de 2019[8], y ello pese a que en los once meses transcurridos de 2022, los precios han subido una media del 18%.
  • Tenga mayor relevancia la demanda turística española, tanto en el turismo interior, sobre todo en tipologías y productos de menor gasto asociado (campings, turismo rural y apartamentos), como en los viajes al exterior de consumidores de mayor capacidad de gasto (con incidencia en la venta de las agencias de viajes, aunque en riesgo de que disminuya su incidencia interna en el negocio español por la creciente tendencia de contratación por canales directos y on-line).
  • La pandemia ha influido en un tipo de turismo “verde” que irá perdiendo el peso logrado en los dos últimos años, pero no desaparecerá. Galicia, con la celebración del año Xacobeo, es ejemplo de cómo procesos culturales favorecen la diversificación turística. Además, el nuevo consumo postpandemia, con la valoración del turismo en contacto con la cultura y naturaleza (casas rurales, parques nacionales y espacios protegidos) favorecerá al norte de España y al turismo de interior.
  • El calentamiento global y el alza de temperaturas también tenderá a favorecer el turismo hacia el norte de España, equilibrando el actual desequilibrio hacia el mediterráneo, pero sin disminuir significativamente la altísima presión inmobiliaria y de ocupación del suelo sobre éste, aunque con modificación de la presión en los meses de estío, con desplazamiento a la primavera y otoño de parte de la demanda.
  • Una relativa menor demanda extranjera por la inestabilidad en los países generadores de demanda y la competencia de los países mediterráneos competitivos, pero con mayores niveles del gasto total que revierte a España, del gasto por turista y del medio diario, especialmente en los alojamientos reglados (hoteles). En particular, es de esperar una modificación, al menos coyuntural, de la demanda (en función de las capacidades de consumo y preferencias de los turistas potenciales) de los países nórdicos y países de la UE, junto a cambios estructurales derivados de la invasión de Ucrania que previsiblemente afectarán a los orígenes de la demanda a mayor plazo (turismo ruso y asiático). Para los destinos del litoral mediterráneo la tendencia es de una disminución de los viajes vacacionales de los españoles en establecimientos reglados (hoteles) y una dependencia elevada de los viajes del IMSERSO, que tan positiva función vienen desempeñando en la diversificación temporal y social de la demanda, pero con la necesidad de adecuar sus condiciones a las nuevas estructuras de costes derivadas de la fuerte inflación generada.
  • Las expectativas sobre la reducción de la capacidad de compra global y la constatación de una creciente diferenciación entre los mayores niveles de renta y los niveles de renta medios (crecimiento de las desigualdades globales) hacen prever una mejora relativa del turismo de ámbitos costeros de mayor calidad, precio y mejores entornos ambientales, así como del urbano ligado a congresos y a actividades culturales y deportivas; aunque es previsible una menor presencia de turismo de viajes de negocios para reuniones, por el uso creciente de medios digitales sustitutivos.
  • Crecientes externalidades de la aumentada concentración de turistas por avalanchas de cruceros en puertos determinados. Los cruceros ya han superado, en 2022, los niveles de actividad previos a la crisis del coronavirus en España, cuando se generaba -solo en España- más de 50.000 puestos de trabajo y una facturación cercana a los 6.000 millones de euros.
  • Incremento, salvo regulaciones drásticas del sector, en las que la CE ha iniciado ya procesos de intervención, de los pisos de alquiler por días, cuya oferta explotó con plataformas como Airbnb y que en apenas una década ya suponen el 25% de la oferta de hospedaje en la UE y el 20% en España. En ese tiempo han fracasado los intentos dispersos de regularlo en el ámbito local y, en España, se estima que ya existían unas 306.000 viviendas turísticas, en 2021, cuya regulación está en manos de ayuntamientos y comunidades autónomas; lo que, en teoría, permitiría adaptarse a las necesidades y problemáticas de cada lugar, pero genera confusión e inseguridad. El descontrol regulatorio, la gentrificación, la incidencia sobre los precios y la reducción de la oferta de alquileres para primera residencia, afectan a la reputación del turismo en su conjunto.
  • En Canarias, con altísima dependencia del sector, se espera que se consolide la senda de reactivación en la temporada alta, asociada a la mejora ya registrada en su conectividad aérea (+30% respecto al invierno de 2019).
  • En Baleares también se espera un incremento en la demanda anual, al alargarse la temporada de verano y la conectividad (+13% respecto al invierno de 2019).
  • La demanda de transporte por motivos turísticos se adecuará a las tendencias definidas con un previsible estancamiento en niveles cercanos a los de 2019 para el transporte aéreo y un incremento en el marítimo por la incidencia de los cruceros salvo medidas regulatorias restrictivas que internalicen los efectos negativos señalados y las consecuencias de sus emisiones de GEI, incorporando los costes del carbono asociados, que permitan derivar parte de la demanda al ferrocarril eléctrico –con electricidad procedente de fuentes renovables- y al transporte público terrestre de pasajeros, con vehículos eléctricos o de máxima eficiencia en carbono. Afortunadamente no es previsible que se repita la bonificación indiscriminada de combustibles fósiles para los usuarios de la carretera que, aunque benefician a las empresas de alquiler de vehículos, propiciaban el incremento de emisiones de GEI.

Como síntesis, el Escenario previsible bajo las hipótesis de las tendencias dominantes señaladas y la relativa corrección esperable de las nuevas políticas con incidencia sobre el ecosistema turístico, podemos esperar, atendiendo al Panel de control del ecosistema turístico de la UE:

  • Un incremento de la participación buscada del turismo en el PIB y en el empleo español hacia las cifras vigentes a finales de la década anterior (del orden del 12,6%), desde el 8% del PIB y el 11,4% del empleo registrados por el INE en las Cuentas satélite del turismo de 2021[9], lo que llevará, nuevamente, a niveles elevados de dependencia económica y de vulnerabilidad socioeconómica ante crisis con incidencia en el sector, que serán especialmente graves en los territorios más dependientes del turismo (archipiélagos y litoral mediterráneo).
  • En esta mejora de la participación del ecosistema turístico en la economía nacional, tendrá un efecto ambiguo la transición digital, ya que, si por un lado es de esperar que la misma permita una mayor eficiencia en la presentación, atracción y planificación y gestión de la demanda, incrementando la productividad en el ecosistema turístico, también es de esperar que la digitalización sustituya empleos y que parte de la demanda se satisfaga por medios digitales directos, o asociados a plataformas internacionales con escasa aportación de valor añadido en el país.
  • Un incremento paralelo de la Intensidad del turismo, que refleja el cociente entre el número de noches en alojamientos turísticos y la población residente, no ya solo por la vuelta a los 83 millones de turistas internacionales buscada, sino también por el estancamiento de la población residente. Este indicador no sólo muestra la dependencia económica, sino que también es un indicador de potenciales tensiones culturales/sociales y de externalidades por la pérdida de niveles de servicio en infraestructuras y dotaciones ante la presión de una elevada demanda turística relativa.
  • Una esperada mejora en el valor económico medio generado por noche en el destino turístico (Gasto medio en turismo en Paridad de poder de compra) tras la recuperación esperada para el turismo internacional que permita volver de los 56 €/pernoctación, de 2021, a cifras del orden de los 115 €/pernoctación registrados en 2019.
  • Una pequeña reducción en la Estacionalidad del turismo al horizonte del 2030, por el auge del turismo de interior, del norte de España, turismo verde y turismo cultural y deportivo, que, en todo caso, se seguirá manteniendo alta. Esta mejora puede tener efectos muy positivos si desvía parte de la presión sobre el litoral más congestionado y equilibra la demanda de empleo reduciendo su temporalidad.
  • La reducción en la Estacionalidad será paralela al previsible incremento relativo en el Índice de Diversidad turística por el relativo incremento del atractivo de destinos alternativos al sol/playa que los Planes de Sostenibilidad Turística en Destino tratan de potenciar.
  • Previsible estabilización en cifras del orden del 50% de la dependencia de la demanda proveniente de los 3 países orígenes principales de la misma (porcentaje de las noches pasadas por los demandantes de los tres países de origen mayoritarios en relación con el total de pernoctaciones), ante la recesión posible en los tres orígenes principales (Alemania, Reino Unido, Francia) pero la práctica desaparición del turismo ruso y de su área de influencia y el freno al turismo asiático, difícilmente reversible para los próximos años.
  • De hecho va a ser una dinámica global muy inestable y poco predecible en la actualidad, la que va a condicionar la evolución de las demandas turísticas de alto poder adquisitivo de los países del Golfo, de Japón o de China (que probablemente tendrá la mayor demanda de turismo internacional mundial de alto poder adquisitivo a medio plazo, y a los que no atrae la playa ni el bronceado, por motivos culturales), o del conjunto de la creciente clase media de Asia y América Latina, con particular interés por el turismo de compras.
  • Desde la perspectiva de la transición ecológica y de la sostenibilidad ambiental, la dinámica deseada, de volver a superar los 83 millones de turistas, va a reiterar los Impactos ambientales que ha llegado a tener el ecosistema turístico en un país como España, gravemente incisivo sobre el patrimonio territorial costero y de ciertas ciudades como consecuencia de su fuerte concentración en la tipología de “sol y playa” y en el ascenso del turismo de cruceros. Los pequeños avances en diversificación y desestacionalización son insuficientes para compensar los nuevos impactos de recuperación deseada para la demanda global.
  • El cambio climático y la necesidad de adoptar medidas de mitigación (reducción de emisiones) y de adaptación al mismo a nivel global, necesariamente tendrán incidencia en el incremento de los costes de transporte y de adaptación de edificios y servicios a un menor consumo energético, así como en las inversiones necesarias para muchas de las infraestructuras litorales asociadas (puertos deportivos, resorts, etc.) que tendrán que adaptarse a los nuevos riesgos, que son una amenaza muy importante para el turismo en general (no sólo el de sol y playa), e inciden de manera desigual sobre los distintos ámbitos del territorio español.
  • Aunque incide positivamente el imprescindible proceso de renovación de instalaciones en algunos destinos (Canarias y Baleares son buenos ejemplos) y el alargamiento de la temporada turística de “sol y playa” por unas condiciones meteorológicas anormalmente benignas, muy probablemente asociadas al calentamiento global del planeta, este calentamiento va a generar condiciones crecientemente mucho menos favorables para muchos de los destinos turísticos de éxito.
  • Los viajes aéreos[10] van a crecer en este Escenario tendencial y a incrementar su incidencia en externalidades y emisiones, ya que la adopción de las medidas que los diversos planes medioambientales europeos prevén, desde la adaptación tecnológica al uso de combustibles alternativos, tienen poca probabilidad de implantarse y lograr que aquellas no crezcan; aunque ya se haya logrado reducir la cantidad de emisiones de CO₂ por pasajero y kilómetro y también se haya mejorado la contaminación acústica de los aviones. Avanzar en los combustibles alternativos para la aviación (SAF, producidos a partir de materias primas de origen renovable, ya sean biocombustibles o sintéticos) es caro y poco probable (apenas representa el 0,05% del total del combustible usado en la aviación) pese que la CE ha propuesto tramos crecientes de mezcla obligatoria de combustible SAF con el tradicional para los aviones (2%, en 2025, creciendo hasta el 63% para 2050). Encarecer el viajar en avión internalizando los costes de la contaminación, como está pretendiendo la UE, es una vía imprescindible para avanzar en la descarbonización de un tipo de transporte que requiere de enormes inversiones para reducir sus emisiones. Reducción que no se espera que a medio plazo sea significativa.

¿Son posibles Escenarios alternativos para el Ecosistema Turístico Español del 2030?

España dispone de una estructura productiva volcada hacia el sector servicios, con destacada importancia del ecosistema turístico, y con una estructura empresarial de tamaño pequeño o medio, con dificultad para crecer y aprovechar todas las ventajas de la integración europea, o de las fuertes inversiones asociadas al PRTRE, cuya “transformación del modelo de crecimiento”, incluida en su denominación, realmente dista de priorizar el camino hacia una transición descarbonizada, equilibrada territorialmente y cohesionada socioeconómicamente, en la que si bien es cierto que se avanza, se hace de una manera poco transformadora, salvo en el campo de la energía renovable.

Tanto desde el punto de vista de la UE como del Gobierno español, el Modelo turístico actual, cuantitativamente extensivo, basado en el crecimiento del turismo internacional, se sigue considerando un elemento fundamental de la economía que hay que potenciar, pese a la negativa magnitud de los datos asociados al Impacto ambiental y a la Resiliencia socioeconómica (fuerte dependencia externa y monocultivo productivo en amplios ámbitos territoriales).

El objetivo asumido por el sector y el Gobierno español actual de recuperar, primero, y superar, después, las cifras de demanda turística del 2019, como vía para mantener el empleo y valor añadido del sector, desconsideran los graves efectos estructurales, ambientales y de emisión de GEI asociados a esa dinámica, con un turismo masificado y muy ligado al “sol y playa”, nos llevan a una situación ambientalmente insostenible, con una agresión creciente a la costa, al patrimonio natural y al cultural, al ligarse a una demanda muy ligada al boom inmobiliario (apartamentos turísticos, en muchos casos informales y de segunda residencia) y con una muy fuerte presión sobre los recursos naturales, superando su capacidad de acogida en muchas playas, o con graves deterioros sobre los paisajes característicos de cada territorio.

Muchas de las adaptaciones fundamentales que se asumen desde la UE y desde las políticas turísticas españolas para avanzar hacia la sostenibilidad ambiental son de muy lenta aplicación, como en el caso del transporte aéreo, o en el de la rehabilitación energética de edificios y procesos del ecosistema turístico. Y olvidan la grave incidencia del Modelo en territorios con una fuertísima especialización turística (archipiélagos y litoral mediterráneo, fundamentalmente) en los que predomina un empleo temporal focalizado, y sobre los que la Covid-19 y las medidas requeridas para combatir sus efectos, mostraron su fragilidad y graves consecuencias, tanto en términos económicos como sociales, por su asociación, en general, a micro y pequeñas empresas (menos de 50 empleados) y a una alta temporalidad en el empleo. De hecho, la caída de los viajeros internacionales, en 2020, a menos de la cuarta parte de los registrados en 2019, con incidencia particular en los flujos de transporte marítimos (cruceros) y en los aéreos (también muy afectados por la merma de viajes culturales y de negocios, sustituidos por videoconferencias), supuso una caída en los ingresos que el sector estimó en más del 75%.

El incremento post-pandemia de los viajes a larga distancia, fundamentalmente en avión, y el uso intensivo y superación de la capacidad de carga de áreas patrimoniales de alto valor, que ya se produce en amplios territorios ligados, fundamentalmente, al turismo de sol y playa, y puntualmente al cultural asociado al crecimiento de los cruceros, difícilmente se pueden considerar como sostenibles. Además, el ecosistema turístico actual se caracteriza por su alta incidencia en trabajadores temporales, o fijos-discontinuos, que son los que sufren los ajustes más inmediatos en las crisis, además de tener menores sueldos y peores condiciones de trabajo o de acceso a mejoras en su cualificación y productividad. Y no es fácil sustituir parte de ese turismo masivo por un turismo centrado en un desarrollo local más autónomo, inclusivo y de cercanía, con una diversificación temporal y espacial que permita también incidir en la corrección del alto desempleo de carácter estructural y con una marcada precariedad laboral, con especial incidencia sobre los jóvenes, que ahonda las fuertes y ahora crecientes desigualdades sociales.

Con respecto a los Escenarios al 2030, se puede señalar que el modelo tendencial oficialmente propugnado, previsiblemente incrementará los ocupados totales, entre 2022 y 2030, como consecuencia de la recuperación impulsada para el ecosistema turístico y de las actuaciones previstas en el PRTRE sobre la actividad económica. Pero esto necesariamente incrementaría la insostenibilidad ambiental, alejándonos de los objetivos de la Transición ecológica, a la vez que requeriría, para cubrir la nueva demanda laboral en un Escenario demográfico español con crecimiento vegetativo negativo y alto envejecimiento, el incremento de inmigrantes previsto por el INE en sus proyecciones de población para el año 2030.

Un primer Escenario alternativo de transición suave hacia la sostenibilidad implicaría una restricción de la demanda turística fundamentalmente por la ejecución rápida de las medidas establecidas por la UE desde el “Fit for 55” de 2021 a la actualidad, que implicarían, por un lado, un fuerte encarecimiento del transporte asociado a su avance hacia la descarbonización, y, por otro, el encarecimiento del alojamiento ante las exigencias de rehabilitación energética de los edificios. Complementariamente, se necesitaría una regulación urgente general de las viviendas turísticas en alquiler, que pudiera ser complementada –endurecida- por parte de las autoridades autonómicas y locales, para evitar la incidencia de la gentrificación, incremento desmesurado de los precios del alquiler en las áreas tensas, y transformación urbana con grave pérdida de calidad para el ciudadano. Medidas sobre la edificación y vivienda que han de venir acompañadas de regulaciones/planes territoriales y urbanos que, también sobre las viviendas vacías o “a disposición de sus propietarios”, favorezcan su entrada en el mercado de alquiler residencial y regulen la densificación y carga urbana sobre ámbitos patrimoniales (naturales o culturales) fuertemente congestionados y/o deteriorados[11]. Y, por último, la internalización de los costes sobre el funcionamiento urbano de la llegada masiva y puntual de turistas de los cruceros, así como su limitación en número y frecuencia para regular su distorsión sobre el funcionamiento urbano.

En este sentido, las tasas o impuestos turísticos para las pernoctaciones turísticas, los pisos de alquiler turístico, o las segundas residencias, así como sobre las emisiones de GEI o el uso de materiales de cada uno de los elementos del ecosistema turístico, pueden ser de utilidad para avanzar en los cambios y objetivos precisos para el sector, siendo recomendable que su importe se destine a actuaciones en línea con los objetivos de sostenibilidad, cohesión y equilibrio, superando los riesgos y temores manifestados –interesadamente- por la industria hotelera y resto de elementos del ecosistema turístico, sobre su incidencia en la competitividad, la actividad y la calidad del empleo turístico.

Este Escenario de transición suave no cambiaría significativamente para el 2030 la existencia de un turismo masivo de sol y playa, aunque lo encarecería y, teóricamente, mejoraría su capacidad de gasto y generación de valor añadido en el país, aunque seguiría teniendo una elevada carga ambiental negativa, seguiría basándose en paquetes pagados en origen, donde se materializa la mayor parte del excedente del servicio; el turismo de crucero, con impactos poco sostenibles a partir de una determinada dimensión, seguiría incidiendo negativamente en los puertos-ciudades que lo soportan; ni tampoco la proliferación de apartamentos turísticos urbanos, que conllevan una carga socio-ambiental que ya ha superado su límite razonable en un número creciente de ciudades, verían reducida sustancialmente su influencia.

Un Escenario de transición sostenible urgente implicaría renunciar a records en la cifra de visitantes extranjeros y promover, desde las tres administraciones, procesos de trasformación territorial y ambiental que arrojen un balance positivo global para el bienestar de los españoles, el patrimonio territorial y la sostenibilidad ambiental, interiorizando urgentemente sobre el ecosistema turístico todos los efectos externos negativos que genera, al menos en ámbitos concretos del territorio español. Sin olvidar la incorporación urgente, en las previsiones y en las políticas correspondientes, de elementos, como la mutua incidencia, directa e indirecta, entre el ecosistema turístico y el calentamiento global, que es uno de los riesgos más evidentes y graves a los que nos enfrentamos a medio y largo plazo.

La actuación urgente exigiría restringir drásticamente los impactos sobre ciertos territorios costeros y algunas ciudades (con Barcelona como paradigma) y su carga ambiental, ya sea ésta directa (huella de carbono, huella ecológica, afección al patrimonio territorial) o indirecta (vuelos, presión automovilística, …), como la proliferación de un tipo de turismo que deja muy poco valor añadido en España (paquetes de turismo todo incluido, turismo de fiesta o de borrachera), priorizando un turismo más ligado a fenómenos científicos (ferias, congresos, …) o cultural (patrimonio, gastronomía…), siempre más ligado a una oferta de experiencias más personalizadas. Líneas directrices, de no fácil implantación, que deberían matizarse y concretarse conjunta y coordinadamente para cada ámbito por parte de las tres administraciones involucradas.

Buscar un Escenario para el ecosistema turístico de la España de 2030 que sea ambientalmente sostenible (descarbonizado, desmaterializado y con un patrimonio y recursos naturales sostenidos y enriquecidos), socioeconómicamente cohesionado (sin grandes desigualdades en renta y riqueza y con igualdad de oportunidades en el conjunto del ecosistema) y territorialmente equilibrado (sin diferencias significativas entre los distintos territorios), implica ir mucho más allá de lo previsto por la UE y el PRTRE en materia de Transición ecológica y Resiliencia socioeconómica, con una actuación mucho más fuerte y decidida de la intervención pública para sesgar el funcionamiento del ecosistema hacia estos objetivos. Se requeriría el establecimiento de medidas eficaces y efectivas, tanto para promover un cambio en las formas de vida de las personas (disminución del consumismo, incluido el turismo como tal, y de la generación de residuos) como para incorporar el ecosistema turístico en el desarrollo de comunidades energéticas locales renovables, que integrarían producción y autoconsumo local, y que definirían el futuro modelo energético en el país; medidas más rotundas de eficiencia energética en todo el ecosistema turístico para, entre otros aspectos, reducir la contaminación y gases de efecto invernadero que genera el transporte, internalizando de una forma más decidida el coste de estos efectos en los medios de transporte que los producen para cada viaje; equiparar las condiciones de pago por uso y mantenimiento de infraestructuras asociadas al funcionamiento del ecosistema turístico, al igual que en todos los modos de transporte, aunque evitando la regresividad de las medidas sobre los residentes de menores niveles de renta, regulando su incidencia de forma que se asegure su progresividad en el cobro.

Cada ámbito es un espacio que debe analizar su situación específica, pero es evidente que el grado de aglomeración en determinados espacios turísticos precisa de un diagnóstico integrado, que permita valorar hasta qué punto es preciso llegar a establecer moratorias en nuevas edificaciones o servicios, o son imprescindibles procesos de eliminación, rehabilitación, renovación o restauración de los ya existentes. Ello precisa de una cooperación interinstitucional y de una gestión pública y privada ambientalmente más comprometida, innovadora, diversificada y más enfocada a clientes finales cada vez más exigentes, informados y conectados a nivel global, que tenga como marco de referencia la minimización de la huella de carbono, la desmaterialización y la revalorización patrimonial de cada ámbito territorial.

La actual coyuntura turística, que se mueve en un contexto económico y financiero complejo, y los cambios en la dinámica y en las tendencias de la demanda que se han generado desde la pandemia de la Covid19, de 2020, determinan la necesidad de diseñar nuevas estrategias turísticas más radicales, de reducción de tamaño en las áreas congestionadas y degradadas, para afrontar con rigor y antelación los nuevos retos y el futuro del turismo en España, como uno de los sectores clave en un desarrollo que necesariamente debe ser ambientalmente sostenible, socioeconómicamente cohesionado y territorialmente equilibrado. Aspectos como la progresiva desmaterialización y descarbonización de la sociedad deben ser factores absolutamente fundamentales en un proceso en el que no es precisamente fácil la consideración de estos aspectos, dada la importancia que en el mismo tiene el transporte, el consumo y los servicios de ocio. Por ello, es imprescindible una planificación territorial que integre un modelo de desarrollo turístico sostenible, corrija los deterioros históricos producidos, y preserve el litoral no degradado, los recursos naturales, los paisajísticos y los culturales de valor, y optimice los retornos sobre el valor añadido, empleo y bienestar para los ámbitos de oferta y para el conjunto de España. No se puede olvidar la creciente presencia de la especulación financiera en el sector a través de los grandes Fondos especulativos mundiales (la división hotelera del fondo de inversión Blackstone ha cerrado 2022 con 60 inmuebles y 18.032 habitaciones en España, consolidando su papel como el principal propietario de hoteles en España), ni la incidencia creciente de la digitalización, inteligencia artificial y machine learning, con las potencialidades y grandes riesgos que implican para el valor añadido y empleo del sector, tanto en el ámbito sobre el que incide, como sobre el conjunto de España.

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[1] WEF (2022).- “Travel&Tourism Development Index 2021: Rebuilding for a Sustainable and Resilient Future”. https://www.weforum.org/reports/travel-and-tourism-development-index-2021/downloads-510eb47e12

[2] Panel de control del turismo de la UE. https://tourism-dashboard.ec.europa.eu/?lng=es&ctx=tourism

[3] Las ayudas al sector, tanto para trabajadores como para empresas, llegarían a unos 20.000 millones de euros desde el inicio de la pandemia.

[4] Los importes previstos son: 660M€, en 2021; 720M€, en 2022; y 478M€. en 2023. Los Objetivos específicos de estos Planes por subcategoría de destino son de gran interés para la consideración de las pretensiones de transformación del sector y vienen recogidas en la Estrategia de Sostenibilidad Turística en Destino (https://turismo.gob.es/es-es/Novedades/Paginas/abierta-edicion-ordinaria-2022-planes-sostenibilidad-turistica-destinos.aspx Págs. 12 y 13)

[5] Por tipo de destino, 63 proyectos corresponden a destinos rurales con identidad turística, 37 a destinos de sol y playa mixtos/residenciales, 22 a ciudades con identidad turística, 16 a destinos urbanos, 15 a destinos rurales costeros, 15 a espacios naturales, 5 a destinos de sol y playa muy internacionalizados y 2 a grandes destinos urbanos.

[6] Exceltur (BARÓMETRO DE LA RENTABILIDAD DE LOS DESTINOS TURÍSTICOS ESPAÑOLES. Nº 36. VERANO 2022. (https://www.exceltur.org/ ) señala que los afiliados a la seguridad social en el sector se sitúan ya en un 1,1% por encima de los de 2019; que la tasa de temporalidad turística ha pasado del 30,4% de febrero al 11,0% en septiembre de 2022 por la adopción generalizada del contrato fijo discontinuo; y que el turismo ha ejercido de principal puntal y sostén de la economía española en el tercer trimestre de 2022, explicando -con un aumento de 15 mil millones de €- el 72,2% del crecimiento del PIB español en este período de 2022 (21 mil millones de €).

[7] BARÓMETRO DE LA RENTABILIDAD DE LOS DESTINOS TURÍSTICOS ESPAÑOLES. Nº 36. VERANO 2022. (https://www.exceltur.org/ )

[8] La encuesta del INE de ocupación hotelera de noviembre, muestra que en ese mes las pernoctaciones en establecimientos reglados supusieron el 96% de las estancias registradas en el mismo mes de 2019. En ese mes se registraron 4,3 millones de turistas extranjeros, frente a los 4,7 millones de noviembre de 2019, lo que hace que, en el período enero-noviembre se hayan alcanzado el 85% de los turistas de 2019 (https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=10821 ). A nivel oficial se espera que en 2022 se supere la cifra de 70 millones de turistas extranjeros.

[9] https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736169169&menu=ultiDatos&idp=1254735576863

[10] Según la Agencia Europea de la Seguridad Aérea (EASA) (https://www.easa.europa.eu/en/newsroom-and-events/press-releases/european-aviation-environmental-report-2022-sustainability )los aviones que despegaron desde el espacio europeo aumentaron entre 2005 y 2019 un 34% sus emisiones de GEI, hasta los 147 millones de toneladas. El Informe prevé que la tendencia, si no se toman medidas, podría seguir al alza incrementándose hasta un 28% más para 2050. El peso del transporte aéreo en el turismo que caracteriza a España (en 2021 el 78,4% del total accedió por aeropuerto, y en 2019 era el 82,3% del total) sigue en 2022 las pautas históricas de incremento. De enero a noviembre de 2022, el 83% de los turistas accedieron por aeropuerto, frente a un 82% del mismo período de 2019 (https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=10835 ).

[11] La urbanización desmedida de ciertos espacios litorales -y en particular los anexos a las playas- han colaborado a romper los equilibrios generados por las brisas marinas, ayudando a la erosión costera; han destruido o degradado ecosistemas de gran valor, con infraestructuras de particular afección a la Posidonia, y han generado, mayoritariamente, una fuerte pérdida de calidad paisajística y empeoramiento de los atractivos turísticos litorales. A la vez que han incrementado de forma muy significativa los costes de los temporales sobre el frente costero, fundamentalmente por infraestructuras y viviendas situadas en zonas que deberían estar declaradas como de dominio público marítimo-terrestre. Además, de cumplirse las previsiones disponibles, en pocas décadas se reducirán sustancialmente la anchura de la mayor parte de nuestras playas, y varias urbanizaciones y numerosas edificaciones quedarán sometidas al efecto directo del oleaje, sobre todo en el Cantábrico, Canarias y en los deltas, también afectados por fenómenos de subsidencia (hundimiento). Y ya no se trata solo de cuidar una actividad turística que exige calidad y sostenibilidad en el empleo y en la rentabilidad para mantenerse, o de ir corrigiendo la localización de las edificaciones sujetas a riesgo, sino también de impedir que se siga actuando con políticas urbanísticas y territoriales que agraven aún en mayor medida el problema.