Introducción.

En el artículo anterior analizábamos los Retos para la España 2030 desde la consideración demográfica, de la estructura del empleo y las empresas con sus correspondientes correlaciones con las condiciones de vida de la población y su posible evolución hacia el 2030. Se valoraba su potencial adecuación a una España más ecosocial, concepto que asimilábamos a ambientalmente sostenible (descarbonizada, desmaterializada y con un patrimonio y recursos naturales sostenidos y enriquecidos), socioeconómicamente cohesionada (sin grandes desigualdades en renta y riqueza y con igualdad de oportunidades) y territorialmente equilibrada (sin diferencias significativas entre los distintos territorios).

Destacábamos que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia Español (PRTRE) es una oportunidad única para la necesaria trasformación ecosocial del modelo de desarrollo español por su capacidad regulatoria y el volumen de inversión pública (más de 140.000 millones de euros, entre aportación y préstamos) asociada al Mecanismo de Recuperación y Reforma Europeo (MRR), que está tratando de asegurar el empleo y la actividad económica en este país, pero, en una gran parte, recuperando procesos productivos previos a la pandemia e impulsando algunos nuevos, que no son precisamente óptimos para una deseable transición ecosocial, aunque estén enmarcados en las grandes líneas de las políticas y objetivos europeos.

También señalábamos que la reactivación del uso de las energías fósiles, la continuación del calentamiento global, el aumento de los costes de producción, de la inflación y de las tasas de interés que inciden en el coste de nuevas inversiones, dibujan un panorama futuro complejo para España desde la perspectiva de la intervención pública posterior a la aplicación del PRTRE. Si hasta ahora el Gobierno de coalición ha sabido minimizar los efectos socioeconómicos negativos más inmediatos de las crisis que se van sucediendo desde marzo de 2020, no lo ha hecho con una transformación productiva hacia lo que sería la imprescindible Transición ecosocial para la España del 2030, tal y como apreciaremos en este y en el próximo artículo, en lo que se refiere al sector turístico, y continuaremos en los siguientes con el de la automoción/transporte y el de construcción, que son sectores de amplia incidencia en la economía y transformación ecosocial española.

En esta primera parte dedicada al turismo analizaremos cómo se ve el sector en términos comparativos con el resto del mundo y con la UE27. En el segundo nos centraremos en las previsiones y sus efectos esperados para la Transición ecosocial española, para 2030, como consecuencia de las medidas previstas sobre el denominado ecosistema turístico.

España en el marco turístico global. El Índice de desarrollo de Viajes y Turismo (T&T) del World Economic Forum.

El Foro Económico Mundial[1] publica periódicamente su análisis de la evolución del Índice relativo a Viajes y Turismo, clasificando a los distintos países en función de indicadores básicos que le sirven para establecer recomendaciones de intervención en los mismos.

En 2021 ha establecido cambios en la de cálculo del Índice tras los efectos asociados a la pandemia y a la invasión de Ucrania, y al nuevo papel que el Foro prevé para la revolución tecnológica y digital en la economía mundial. Así, el cálculo del Índice para 2021 (TTDI) presenta una nueva estructura, cuyo contenido se recoge en la Figura siguiente. En todo caso, el nuevo Índice[2] presenta una muy elevada correlación con el anterior (TTCI) en sus resultados (R2 = 0,96; Pág. 44 del Informe).

Del análisis conjunto de la situación y de los efectos disruptivos de la pandemia y de la invasión de Ucrania, el WEF establece, como principal conclusión, la necesidad de un desarrollo urgente del sector Viajes/Turismo (T&T). Y ello, porque este sector es un importante impulsor de desarrollo económico, la conectividad global y el sustento de algunas de las poblaciones y las empresas más vulnerables y más impactadas por la pandemia. Con lo que puede ayudar a la recuperación mundial, generar resiliencia y apoyar la creación de empleo. Por otra parte, los cambios producidos en la demanda han creado una necesidad de adaptación que, a corto plazo, exige enfrentar los desafíos de una reducción de la capacidad de la oferta, afrontar las consecuencias de las nuevas tensiones geopolíticas y enfocar la escasez de mano de obra en las condiciones de empleo que caracterizan al sector. Sin embargo, se han creado oportunidades en mercados como el turismo doméstico y de naturaleza, el auge de los nómadas digitales por el teletrabajo y el “turismo ambiental”.

 

En este marco, el WEF propone incrementar la capacidad de adaptación y la flexibilidad del sector para construir un sector más inclusivo, sostenible y resiliente, a la vez que propone: impulsar, restaurar y acelerar la apertura internacional y la confianza del consumidor, reduciendo los riesgos para la salud y seguridad en el viaje y en el destino; construir condiciones laborales, empresariales y socioeconómicas favorables e inclusivas; centrarse más en la sostenibilidad ambiental; fortalecer la gestión de la demanda y el impacto del turismo; y una mayor inversión en tecnología digital que impulse la productividad.

 

Atendiendo a los análisis que realiza para los distintos países, hay que señalar que España siempre queda situada en muy buena posición, suponiéndose implícitamente que hay una clara evolución creciente de la demanda, hasta 2019, que solo puede responder a una oferta de relación calidad/precio satisfactoria. En 2015, España quedaba en la primera posición en cuanto al Índice del WEF, que destacaba su alta competitividad turística. En 2019 había bajado a la quinta posición y, en 2021 asciende a la tercera posición, por detrás de Japón y EEUU. Los valores considerados en el Informe de 2015 y en el de mayo de 2022, referido a 2021, se recogen en la Figura siguiente, apreciándose variaciones significativas en algunos de los indicadores utilizados.

La posición de 2015, tal y como se aprecia en la Figura anterior, se asociaba a la valoración dada a los recursos culturales españoles (la mejor posición en el ranking mundial en recursos culturales), la infraestructura (segundo puesto mundial), la adaptación a los nuevos consumos digitales (cuarto lugar), y al apoyo del Gobierno al sector (sexta posición). Sin embargo, con respecto a los recursos naturales, España quedaba en el puesto 14; y peor posicionada quedaba con respecto a la seguridad y su adecuación de sus tecnologías de la información (puesto 31), salud e higiene (puesto 33), recursos humanos (puesto 34), política de precios (puesto 105) y ambiente empresarial (puesto 110), destacando las críticas del Informe a las dificultades burocráticas para establecer un negocio, las rígidas leyes laborales y las dificultades para obtener permisos de construcción.

 

Como se ha señalado, la metodología y componentes del Índice, para 2021, ha sufrido modificaciones respecto al aplicado en 2015, con resultados específicos recogidos en la Figura anterior y perfilados, al igual que su variación con respecto a 2019, en el Cuadro siguiente.

La primera consideración es que, en 2021, el Índice recupera 2 posiciones sobre las cuatro perdidas desde 2015 a 2019, situándose ahora en la tercera posición global (tras Japón y EEUU, tal y como antes hemos señalado).

En segundo lugar, atendiendo a las nuevas valoraciones del WEF, habría tres pilares en los que existe una calificación sobresaliente (por encima de 6) tal y como ya sucedía en 2015: el de Recursos culturales, el de Servicios de las Infraestructuras Turísticas y el de Seguridad y Protección, con mejoras en el primero y tercero respecto a 2019. Otros catorce (64% de los veintidós definidos) tienen valoración notable (entre 4,5 y 6) en el indicador respectivo, con dos de ellos con una fuertísima mejora (el subíndice relativo a los Impulsores de la Demanda de Viajes y Turismo, y el relativo al Refuerzo de las Condiciones para la Mejora de la Resiliencia Socioeconómica del Sector), si bien existe un indicador (El Mercado de Recursos Humanos y Empleo) con un retroceso muy significativo, y otros cuatro indicadores (Salud e Higiene, Infraestructura de Transporte Aéreo, el Subíndice de establecimiento de Políticas de condiciones favorables para los Viajes y el Turismo, y el Pilar centrado en la Priorización de Viajes y Turismo) con retrocesos en su valoración. Cuatro indicadores solo aprueban en su valoración ligeramente por encima de la media global (entre 4 y 4,5 puntos) con posiciones muy alejadas de la primacía y con claras necesidades de mejora: Subíndice de Sostenibilidad de T&T, aunque con una mejora muy importante respecto a 2019; el pilar de Competitividad en Precios, empeorando respecto a 2019; el pilar de Sostenibilidad Ambiental, que empeora respecto a 2019; y el pilar del Entorno Empresarial (negocios), aunque con una mejora sustancial respecto a 2019. Por último, sólo existe un indicador por debajo de la media global del Índice para el conjunto de países considerados, que es el pilar de Presiones e Impacto de la Demanda de T&T, que se sitúa en el valor de 3,8, aunque con una elevada mejora respecto a 2019.

En 2015 el WEF destacaba las dificultades para el negocio en el sector, que sigue siendo un elemento de baja valoración relativa en 2021. Se señalaban las dificultades para obtener permisos de construcción, frente al hecho de que uno de los problemas estructurales que los expertos asocian al sector es la sobre-construcción en áreas de fuerte demanda turística, favorecida por un muchas veces negativo desarrollo de cambios en el urbanismo y la ordenación territorial del litoral, junto a una ausencia muy importante de medidas de gestión integrada de zonas costeras y de prevención de riesgos futuros por esa sobre-construcción.

De hecho, los optimistas resultados proporcionados por el WEF no deberían ocultar los graves problemas para un turismo español masificado y muy ligado a un turismo de “sol y playa” insostenible, basado en una agresión creciente a la costa, al patrimonio natural y al cultural, al ligarse a una demanda muy ligada al boom inmobiliario (apartamentos turísticos, en muchos casos informales y de segunda residencia) y con una muy fuerte presión sobre los recursos naturales, superando su capacidad de acogida en muchas playas, o con graves deterioros sobre los paisajes característicos de cada territorio. El hecho de que, pese a que el pilar de Sostenibilidad Ambiental del Índice sea uno de los peores valorados para España, y, sin embargo, ello no incida en un empeoramiento significativo de su valoración global, indica la fuerte perspectiva economicista que preside la valoración de este Índice.

Pero la urbanización desmedida de ciertos espacios litorales -y en particular los anexos a las playas- han colaborado a romper los equilibrios generados por las brisas marinas, ayudando a la erosión costera; han destruido o degradado ecosistemas de gran valor, con infraestructuras de particular afección a la Posidonia, y han generado, mayoritariamente, una fuerte pérdida de calidad paisajística y empeoramiento de los atractivos turísticos litorales. A la vez que han incrementado de forma muy significativa los costes de los temporales sobre el frente costero, fundamentalmente por infraestructuras y viviendas situadas en zonas que deberían estar declaradas como de dominio público marítimo-terrestre. Adicionalmente, la modificación de la ley de costas realizada en 2013, ya había postergado injustificadamente la posible solución de muchos problemas costeros en 2015, incrementando incomprensiblemente los efectos negativos esperables sobre el litoral español, sin que los cambios producidos hasta 2021 hayan significado trasformaciones radicales en la dinámica litoral.

Otro problema importante en la congestionada costa española por la construcción de edificaciones de distinto tipo, es la alta densidad de apartamentos turísticos edificados en muchos ámbitos de la misma, con sólo del orden de la mitad de los citados apartamentos turísticos con licencia de actividad, en 2015, mientras que los turistas extranjeros que pasaban sus vacaciones en estos apartamentos se estimaban en el 14% del total, con ya entonces una tendencia fuertemente creciente por el incremento de las ofertas del tipo de las de las plataformas Airbnb y Homeaway, con graves perjuicios a la oferta hotelera reglada y legal.

Obviamente, el avance de este nuevo tipo de comercialización en red de la oferta alojativa tenía una importante incidencia en el incremento de la presión inversora sobre apartamentos turísticos, siendo un nuevo acicate a la realización de nuevas edificaciones en los ámbitos turísticos. De hecho, en 2015 se habían disparado las inversiones y adquisiciones de hoteles y de promociones de apartamentos turísticos por operadores internacionales o por las SOCIMI (sociedades de inversión inmobiliaria cotizadas en Bolsa) con importantes operaciones en Valencia, Almería, Granada, Zaragoza, Burgos, Valladolid o León, cuyos precios se habían reducido significativamente con la crisis, adicionalmente a las tradicionalmente más importantes, por su volumen, de las Islas Canarias, Madrid, Baleares o Barcelona.

Esta dinámica en los años anteriores a 2015, y muy particularmente en ese 2015 tras el comienzo de la salida de la crisis financiero-especulativa iniciada en 2008, la inseguridad e inestabilidad política generada en los países mediterráneos orientales y africanos (principalmente a partir de 2011), y la inseguridad generada en 2015 por los grandes flujos migratorios concentrados en Italia, Grecia y países limítrofes del este europeo (incrementados muy sensiblemente por la guerra en Siria) habían actuado como atractores positivos para España, incrementando la ocupación media hotelera. A lo que se había unido el bajo precio del petróleo –que había reducido los gastos del transporte- la depreciación del euro frente al dólar y la libra –que había abaratado los precios relativos- y la depreciación salarial registrada en España por la política desarrollada desde 2012 por el Gobierno del partido popular, que había llevado a una precarización y reducción de los salarios horarios, que era una de las variables que había permitido que los precios hoteleros se encontraran por debajo de los niveles de 2008.

Aunque también ha venido incidiendo positivamente el inicio del imprescindible proceso de renovación de instalaciones en algunos destinos (Canarias y Baleares son buenos ejemplos) y el alargamiento de la temporada turística de “sol y playa” por unas condiciones meteorológicas anormalmente benignas, muy probablemente asociadas al calentamiento global del planeta. Aunque esta dinámica va a generar condiciones crecientemente mucho menos favorables para muchos de los destinos turísticos de éxito.

Lo que parece evidente es que el Índice era y es manifiestamente parcial (centrado en la prioridad económica) e insuficiente para reflejar la situación y problemática del sistema turístico vigente en España y su posible transición ecosocial; o, ni siquiera, para reflejar la transición ecológica, digital y de resiliencia socioeconómica que caracteriza al actual Pacto Verde Europeo o a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.

La tradicional posición de primacía de España en el ranking global del WEF necesariamente implica un cuestionamiento de la utilidad del mismo para la valoración integrada de su aportación a un desarrollo ecosocial. Aunque la dinámica comparada de la evolución temporal de los indicadores utilizados sí es útil para considerar los procesos de trasformación de variables muy significativas del sector y su valoración desde la filosofía que preside al WEF.

Indicadores básicos de la evolución turística y sus efectos en el Panel de control del turismo de la UE.

La CE ha establecido un Panel de control del turismo[3], para monitorizar el progreso de este sector en los Objetivos del Pacto Verde Europeo y, en particular, en la transición ecológica y digital y en su resiliencia socioeconómica, cuyos indicadores para España y su comparación con la media europea, en 2021, se aprecian en la Figura siguiente, cuyas dimensiones principales conviene analizar, viendo hasta qué punto se solucionan las insuficiencias mostradas para el Índice del WEF.

La primera consideración tiene que ver con la comparación entre España y la UE27 en lo relativo a la Resiliencia/vulnerabilidad socioeconómica y, en particular, en primer lugar, con la Contribución del turismo al empleo, para la que el Indicador que utiliza el Panel de control de la UE considera el efecto global neto de las llegadas de turistas a los establecimientos de alojamiento a lo largo de la cadena de valor (efectos directos, indirectos, inducidos y catalíticos en actividades relacionadas) y de todo el ecosistema turístico, cuya estructura se recoge en la Figura siguiente.

Atendiendo a esta estructura, y para comprender los resultados relativos de España respecto a la UE27, es importante señalar que, en el trabajo citado de Marqués Santos et alt. (2020) se recoge el porcentaje de empleo en actividades dónde el turismo es determinante, y aquellas otras en las que sólo influye en parte, señalando los porcentajes, correspondientes a 2018, que se aprecian en la Figura siguiente para los países europeos.

Por otra parte, atendiendo a las Cuentas satélite del turismo para España, elaboradas por el INE[4], en este país la actividad turística ha representado más de un 12% del PIB, hasta 2019, cayendo al 5,5% del PIB, en 2020, pero manteniendo en el conjunto de ramas asociadas al mismo 2,23 millones de puestos de trabajo (11,8% del total) con la ayuda de los ERTE.

Cifras que explican que sea objetivo asumido por el sector y el Gobierno español actual el recuperar las cifras del 2019 como vía para mantener el empleo y valor añadido del sector, desconsiderando los graves efectos estructurales, ambientales y de emisión de GEI asociados al mismo, con grave incidencia en territorios con una fuertísima especialización turística en el sector (archipiélagos y litoral mediterráneo, fundamentalmente) en los que predomina un empleo temporal focalizado, y sobre los que la Covid-19 y las medidas requeridas para combatir sus efectos, mostraron su fragilidad y graves consecuencias, tanto en términos económicos como sociales, por su asociación, en general, a micro y pequeñas empresas (menos de 50 empleados) y a una alta temporalidad en el empleo. De hecho, la caída de los viajeros internacionales, en 2020, a menos de la cuarta parte de los registrados en 2019, con incidencia particular en los flujos de transporte marítimos (cruceros) y en los aéreos (también muy afectados por la merma de viajes culturales y de negocios, sustituidos por videoconferencias), supuso una caída en los ingresos que el sector estimó en más del 75%.

El primer aspecto a señalar es la fuerte diferencia, para 2018, entre la cifra que recoge el INE (12,8% del empleo total) en la Figura anterior y la cifra que se deriva de la Figura 5 para España (8,6%), que nos muestran cómo diferentes metodologías de cálculo pueden llevar a diferencias cercanas al 50% para un mismo indicador. El segundo aspecto es que, en todo caso, España se situaría por encima de la media de la UE27, y en séptima posición dentro de la UE (detrás de Chipre, Grecia, Malta, Irlanda, Portugal y Luxemburgo) en cuanto a relevancia del turismo en el empleo total, aunque en número de empleos absolutos (1,64 millones) era el segundo, tras Alemania, y con cifras similares a las de Italia, en 2018.

Como es natural, una mayor participación del ecosistema turístico en la economía incrementa la vulnerabilidad de ésta ante situaciones como la registrada con la Covid-19, en la que España ha sido uno de los países de la UE27 que más ha sufrido las consecuencias de las medidas adoptadas para garantizar la salud de sus ciudadanos.

En ese sentido, el incremento de la participación del turismo en el PIB y en el empleo español, recogido en la Figura 6 para el período 2015-2020, implica un incremento de la dependencia económica y de la vulnerabilidad socioeconómica para el país. No obstante, el Panel de la UE, utilizando para su estimación la regresión entre la demanda turística y el empleo[5], proporciona una valoración para España (48,72%) inferior en un 3,5% a la media de la UE27 (50,48%), lo que implicaría que en la UE27, como media, existe una mayor implicación global (y mayor vulnerabilidad) a los efectos del ecosistema turístico sobre el empleo que en España.

El segundo indicador considerado para medir la vulnerabilidad socioeconómica en el Panel de la UE, es la Intensidad del turismo, que refleja el cociente entre el número de noches en alojamientos turísticos y la población residente[6]. Trata de medir la dependencia económica del turismo, estimando que los destinos turísticos con valores del indicador en torno a la media de la EU27, son menos vulnerables. España habría pasado de un valor un 57% superior al de la UE27, en 2019 (10,1 frente a 6,44) a un valor solo superior en un 14% en 2021 (5,1 frente a 4,7 para la UE27), lo que, en términos del Panel, implica una disminución de la vulnerabilidad para España en el período 2019-2021, por esa menor Intensidad turística. En todo caso, con datos del INE, la evolución hasta 2019 señala un crecimiento sostenido en este valor que demuestra la alta dependencia y vulnerabilidad que España ha ido adquiriendo del sector.

El tercer indicador del Panel hace referencia a la Estacionalidad del turismo, medida a través del coeficiente de variación (desviación estándar dividida por la media) de las noches en establecimientos de alojamiento turístico por mes. Mide así la concentración temporal de la actividad turística a lo largo del año, revelando, si los valores son elevados, una presión desequilibrada temporalmente en la actividad económica del sector, lo que le hace más vulnerable a las perturbaciones de la demanda, entendiéndose que una alta estacionalidad (alto coeficiente de variación) es potencialmente perjudicial para la resiliencia socioeconómica del turismo. Lo que, como apreciamos en el Cuadro siguiente, indicaría que España sería menos vulnerable que la UE27, aunque la estacionalidad (y por lo tanto la vulnerabilidad) sigue siendo elevada en la trayectoria post-Covid19.

El cuarto indicador del Panel mide la dependencia de una demanda que provenga de un número reducido de mercados internacionales específicos, revelando la exposición a riesgos relacionados con restricciones de viaje internacionales desde esos mercados y a perturbaciones que puedan afectar a esos países y a su demanda. El indicador –Dependencia de los 3 orígenes principales- se mide a través del porcentaje de las noches pasadas por los demandantes de los tres países de origen mayoritarios en relación con el total de pernoctaciones. Menores valores indican una menor dependencia de los tres principales países de origen, mayor diversificación de la demanda y, por lo tanto, una susceptibilidad potencialmente menor a perturbaciones. El Panel señala una dependencia/vulnerabilidad para España del 66,18% frente al 76,89% para la UE27 en 2021, lo que refleja una situación un 14% mejor. Complementariamente, atendiendo a los datos del INE sobre la nacionalidad de los turistas internacionales, son tres los países que concentran, de forma destacada, la demanda turística en España (por orden medio, en el período octubre 2015-octubre de 2022: Alemania, Reino Unido, Francia) representando el 50,4% del total, lo que indica una fuerte dependencia localizada en los mismos, aunque ha marcado una tendencia decreciente (disminución de la dependencia) desde 2016 a 2019, para estancarse en cifras del orden del 49% desde 2019 a 2021, tras los efectos de la Covid19.

El cuarto indicador del Panel es el denominado Índice de Diversidad Turística, calculado a partir del índice de diversidad Shannon de la distribución de establecimientos de alojamiento turístico en cinco zonas geográficas: ciudades, zonas costeras, zonas rurales, zonas naturales o montañosas, y montañas nevadas, asumiendo que la ubicación de los hoteles en estas diferentes zonas geográficas está asociada a diferentes tipos de oferta turística. Y aceptando que una alta concentración de la oferta turística (núm. de establecimientos de alojamiento turístico) en uno o pocos tipos de zonas geográficas (asociadas a tipo de turismo) produce una baja diversidad turística, que se asocia con una mayor vulnerabilidad y una menor resiliencia a fenómenos disruptivos. El valor del Panel se calcula en base a la ubicación de la capacidad de alojamiento turístico proporcionada por TripAdvisor y la caracterización geográfica de las mismas. Los resultados del Panel son un 21% inferiores para España (0,73) frente a la UE27 (0,92) lo que refleja una menor vulnerabilidad y mayor resiliencia para España respecto a la media de la UE27 en 2021. Las cifras de Turespaña, para 2021, señalan un 43,4% del total de viajeros internacionales para el turismo de sol y playa, un 14,4% para el turismo cultural, un 5,9% para trabajo y negocios, un 5,8% para visitas familiares y un 23,1% para ocio sin clasificar. Y para las principales actividades de estos viajeros internacionales, en 2021, destacan el disfrute y uso de la playa (65,6%), la visita a ciudades (58,2%), realizar compras (53,0%), visitas a áreas naturales (28,5%) y visitas culturales (25,7%), lo que muestra, en todo caso, el peso y dependencia del turismo de “sol y playa” en España.

El siguiente indicador del Panel mide el valor económico medio generado por noche en el destino turístico -Gasto medio en turismo- teniendo en cuenta los costes de vida de cada país (en Paridad de poder de compra). Obviamente un mayor valor va asociado a una mejor aportación del turismo a la economía del país y una menor afectación por turista para obtener el mismo valor añadido. En el Panel se recoge que, tanto en 2019 como en 2021, el indicador es un 3,5% mejor en España (80,4 € en 2019 y 21,65€, en 2021) que en la media de la UE27 (77,64 € en 2019 y 20,9€, en 2021), registrando en ese sentido una mayor resiliencia general. Con los valores medios que se deducen de los datos del INE, la caída de este indicador entre 2016 y 2021 revela la importancia de la caída del turismo internacional registrada en 2020 y 2021, rompiéndose la dinámica de mejora sucesiva de este gasto medio por pernoctación que registraba el período 2016-2019.

El segundo gran grupo de indicadores del Panel se refieren a la Digitalización como elemento que debería incidir en una mayor productividad para el sector, adecuándolo a los objetivos de la Transición digital propugnada por la UE.

Los indicadores que conforman el Panel y la posición relativa de España frente a la UE27 se reflejan en el Cuadro siguiente, del que se deduce una posición claramente ventajosa de España respecto a la media de la UE27:

A la vista del conjunto de datos anteriores, de una manera general podemos señalar que, desde la perspectiva socioeconómica, España presenta una dependencia y vulnerabilidad del ecosistema turístico sensiblemente superior a la media de la UE27, con un incremento sostenido en esa dinámica hasta 2020, año en el que la crisis asociada a la Covid19 ha reducido parcialmente la misma. También hay que destacar que, desde el punto de vista de la digitalización y del aprovechamiento de las productividades potenciales asociadas a la misma, España se encuentra en mejor posición que la media de la UE27, aunque en muchos indicadores, como se apreciaba en la Figura 3, los valores correspondientes estén lejos del óptimo.

Pero si hay una dimensión en la que el Panel del turismo de la UE muestra elementos especialmente preocupantes para el ecosistema turístico, ésta es la del Impacto ambiental que ha llegado a tener en un país como España, superando los 83 millones de turistas, fuertemente concentrados en la tipología de “sol y playa”, gravemente incisiva sobre el patrimonio territorial costero y de ciertas ciudades.

Los indicadores que utiliza el Panel se resumen en el Cuadro siguiente:

Una primera característica del sector turístico desde su perspectiva ambiental es su conexión con el transporte y emisiones de GEI, lo que hace especialmente impactante un modelo de turismo centrado en más de 83 millones de turistas internacionales, en 2019, que se pretende recuperar para la España post 2022, con el apoyo de la CE. Y ello pese a que se ha producido una descarbonización real en España, con unas emisiones de CO2equiv que siguen una tendencia claramente descendente desde 2007, tal y como se aprecia en la Figura siguiente, y que también lo hace la relación de estas emisiones respecto al PIB a precios corrientes de mercado en todo el período 1995-2021.

De mantenerse el ritmo de reducción registrado desde 2007 a 2021 (11.263 kt CO2equiv/año), se necesitarían algo más de 25 años para su anulación, cumpliéndose, en todo caso, la fecha del 2050 (se anularían en 2046) para alcanzar el objetivo de descarbonización previsto para España para dicho 2050 en la Estrategia de Descarbonización a largo plazo 2050 (EDLP2050)[7], aprobada en el Consejo de Ministros del 4 de noviembre de 2020. En 2021 se emitieron 288.649 kt CO2equiv, si bien considerando las absorciones asociadas al Sector LULUCF (de usos del suelo, principalmente forestal) las emisiones totales, en 2021, eran de 288.649 kt CO2equiv). Evidentemente, la fuerte caída registrada en las entradas de turistas desde 2019 (83,5 millones) a 2021 (31,2 millones), también ha posibilitado la citada reducción de emisiones GEI.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, por ramas de actividad, el sector que más incrementó sus emisiones de GEI, en 2021 (un 18,3%) fueron los servicios de transporte y almacenamiento, muy directamente ligados al turismo (emitieron 36,4MCO2equiv. y un total de 0,1278M ton de SO2e), lo que también es coherente con la cifra que recoge el Panel, tanto en lo referente al incremento de emisiones por pasajero aéreo, como en lo referente a la evolución de la intensidad energética y en emisiones, dado el menos peso del turismo internacional en el total.

En todo caso, el peso del transporte aéreo en el turismo que caracteriza a España (en 2021 el 78,4% del total accedió por aeropuerto, y en 2019 era el 82,3% del total) en un sector que requiere de enormes inversiones para reducir sus emisiones debido a su complejidad técnica. Reducción que no se espera a medio plazo[8] y que, por lo tanto, mantiene el riesgo de incremento de emisiones asociadas al tipo de turismo que se pretende recuperar.

Hasta aquí esta primera parte de la aproximación al turismo en España. Un sector cuyo peso socioeconómico en el país, junto con el del transporte/automoción y la construcción son los sectores más relevantes para valorar la posible transición ecosocial de este país, y que, unidos al sector primario, permiten aproximarnos a su transición previsible territorial al 2030, proceso que iremos materializando en artículos sucesivos.

_________________________________________

[1] WEF (2022).- “Travel&Tourism Development Index 2021: Rebuilding for a Sustainable and Resilient Future”. https://www3.weforum.org/docs/WEF_Travel_Tourism_Development_2021.pdf

[2] Las variables que se consideran en el cálculo de los elementos del nuevo Índice se recogen en las Págs. 51-52 del Informe.

[3] Panel de control del turismo de la UE. https://tourism-dashboard.ec.europa.eu/?lng=es&ctx=tourism

[4] INE. Cuentas satélite del turismo 2020. https://www.ine.es/prensa/cst_2020.pdf

[5] Fuente: JRC. Metodología: Marques Santos, A., Madrid, C., Haegeman, K. y Rainoldi, A. (2020) Cambios de comportamiento en el turismo en tiempos de Covid-19. Oficina de Publicaciones de la Unión Europea, Luxemburgo. doi:10.2760/00411.

[6] Fuentes citadas por el Panel: Ocupación y capacidad de los establecimientos de alojamiento turístico, Eurostat (cuadro: tour_occ_ninat); Estadísticas de población, Eurostat (cuadro: demo_pjan). Metodología: Batista e Silva, F., Marin Herrera, M. A., Rosina, K., Barranco, R., Freire, S., Schiavina, M. (2018) Analizando patrones espaciales de turismo en Europa a alta resolución con fuentes convencionales y de big data. Gestión del Turismo, 68. doi:10.1016/j.tourman.2018.02.020.

[7] Desarrollada de acuerdo a las directrices del Reglamento (UE) 2018/1999 del Parlamento Europeo y del Consejo del 11 de diciembre de 2018 sobre la gobernanza de la Unión de la Energía y de la Acción por el Clima (https://www.boe.es/doue/2018/328/L00001-00077.pdf), en el que se establece la necesidad de elaboración de estrategias a largo plazo por parte de los Estados Miembros, con una perspectiva de, al menos, 30 años. La Estrategia está disponible en https://www.miteco.gob.es/es/prensa/documentoelp_tcm30-516109.pdf

[8] Se calcula que para que la temperatura no aumente más de 1,75 grados frente a la etapa preindustrial se deben invertir unos 121.000 millones de dólares cada año hasta 2050, en un sector que, desde el punto de vista legislativo goza de una enorme laxitud en comparación con el transporte de carretera. En la Unión Europea el combustible de las aeronaves en vuelos comerciales está exento del impuesto comunitario de hidrocarburos y las aerolíneas disfrutan de exenciones en el mercado de emisiones. Por otro lado, del orden del 65% de las emisiones de CO₂ del sector se producen en el espacio aéreo internacional, lo que dificulta su regulación. No obstante, la UE aprobó, en 2021, dentro del paquete “Fit for 55” que todos los vuelos en la Unión usen, en 2025, un 2% de biocombustible mezclado con queroseno; porcentaje que aumentará poco a poco hasta alcanzar el 63% en 2050. También ha incrementado el gravamen sobre el combustible de avión y promovido el uso del combustible sostenible para aeronaves (SAF), que es hasta un 80% menos contaminante.