La batalla fiscal continúa y, por encima del ruido ambiental, se deberían percibir nítidamente las diferencias entre las propuestas del Partido Popular y las del gobierno de coalición PSOE-UP. Los ciudadanos tienen que prestar mucha atención para entender qué intereses, y de quiénes, defiende cada parte.

La batalla empezó con la eliminación, o la rebaja, del impuesto de patrimonio, llevada a cabo por algunos gobiernos autonómicos del PP. Madrid lo tiene bonificado al 100% desde hace mucho tiempo y, en las últimas semanas, se han sumado Andalucía con una bonificación similar y Galicia con una del 50%.

Dicho impuesto afecta al 0,5% de la población, la que tiene un patrimonio superior a 700.000 € sin contar la vivienda habitual. La supresión ha venido acompañada de llamadas a los empresarios de comunidades más ricas —en especial, a Cataluña— para establecerse en los nuevos paraísos fiscales. Además del modo peculiar en que el PP entiende la unidad de España —enriquecer a unas comunidades a costa de empobrecer otras—, la esencia de la medida es estimular la deserción fiscal de los más ricos.

Los llamados impuestos a la riqueza —patrimonio, sucesiones y donaciones— recaudan en España el 2,7% del PIB, mientras que, en Francia, suponen el 4,6% y en Bélgica el 3,5%, a pesar de que estos dos últimos países no tienen un impuesto similar al nuestro de patrimonio —Francia tiene uno, pero solo al patrimonio inmobiliario—. Incluyendo el de sociedades, estos impuestos han pasado de representar el 47% de la recaudación hace 30 años en los países de la OCDE, a representar actualmente tan solo el 24%. Es decir, las clases pudientes han ido, poco a poco, desertando de sus responsabilidades fiscales y la posición del PP se inscribe en esta tendencia general. También es parte ella su negativa a apoyar un impuesto a los beneficios extraordinarios que están obteniendo las empresas energéticas. Una consecuencia de esta deriva general de las derechas ha sido el persistente aumento de la desigualdad y la acumulación de la riqueza en muy pocas manos. En la UE actual, el 1% más rico posee el 25% de la riqueza total (Fuente: Parlamento Europeo, abril 2022).

Las propuestas elaboradas por el PP para disminuir los efectos de la inflación supondrían rebajas generalizadas en los tres impuestos que más recaudan: el IRPF, el IVA y Sociedades. El resultado sería profundizar en la senda de disminuir el peso del Estado y, al mismo tiempo, preservar las ganancias privadas de los que ya tienen mucho. Es decir, defienden intereses de clase: de la clase de los más privilegiados. Y esto no es demagogia, sino lo que traslucen sus hechos, por mucho que los quieran disfrazar con palabras gruesas dirigidas al Gobierno.

Por esta senda fundamentalista de bajar impuestos a los más ricos se ha deslizado también la nueva lideresa conservadora británica, Liz Truss: sus propuestas incluían bajar Sociedades del 25% al 19%; bajar el tramo más alto del IRPF del 45% al 40% y el más bajo del 20% al 19%, además de suprimir los impuestos extraordinarios a las energéticas. En total, un regalo fiscal de 50.000 millones de libras, que fue celebrado con grandes elogios por parte de varios dirigentes del PP, entre ellos nuestra fundamentalista local, la presidenta Díaz Ayuso. Nótese que el “regalo” a las rentas bajas era de 250 libras anuales —el 1% de 25.000— mientras que el de las rentas altas era al menos de 8.500 libras —el 5% de 170.000—. Lástima que el terremoto que ha provocado su decisión en la bolsa británica, en la bajada de la libra y en el aumento de la prima de riesgo le hayan hecho dar marcha atrás. Sus compañeros de partido ya le estaban moviendo la silla si no rectificaba. Ignoramos la reacción de la señora Ayuso al conocer la noticia.

En contraposición a estas propuestas de la derecha, el gobierno español ha elaborado un paquete fiscal para los presupuestos de 2023, que beneficia al menos a diez millones de trabajadores y pequeños empresarios y aumenta el gravamen de unos pocos miles de contribuyentes. El resumen es el siguiente:

  • Un impuesto extraordinario a la riqueza para patrimonios superiores a tres millones. Los que paguen el impuesto actual de patrimonio pueden deducirlo de la cuota. El efecto neto de esta medida es invalidar las diferencias entre comunidades creadas por las bonificaciones del PP. Los afectados son 23.000 personas.
  • Rebajas del IRPF para rentas inferiores a 21.000 € anuales. La mitad de los contribuyentes españoles está por debajo de esa renta. El ahorro fiscal por contribuyente está en torno a 700 €.
  • Restricciones a las deducciones actuales en Sociedades para las grandes corporaciones. Al mismo tiempo, reducción del 25% al 23% del tipo aplicable a PYMES con facturación inferior a un millón.
  • Subidas del IRPF a las rentas de capital por encima de 200.000 € anuales.
  • IVA superreducido del 4% para los productos de higiene femenina.

Se trata, en definitiva, de un re-equilibrio fiscal por el que se alivia la carga de los que más dificultades tienen en la presente coyuntura y se incrementa algo la de los que no tienen apenas ninguna. Al mismo tiempo, el efecto neto de las subidas y bajadas es un ligero aumento de la recaudación en unos 3.100 millones. Es decir, no se desmantela el Estado, en unos momentos en los este debe atender a numerosas necesidades derivadas de la crisis energética en la que nos ha metido Putin y su guerra.

Esta reforma está alineada con las recomendaciones de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Todos ellos desaconsejan bajadas generalizadas de impuestos, proponen ayudas quirúrgicas para los más débiles e incrementos fiscales para las empresas y personas con más capacidad económica.

Las propuestas del PP van en sentido contrario a estas recomendaciones y sólo están alineadas con las posiciones más fundamentalistas dentro de los partidos conservadores europeos, como ha sido el caso de la dirigente británica, la señora Truss. Irónicamente, han sido los mercados, es decir, los inversores, los dueños del dinero, los que han echado por tierra sus poco realistas medidas, dictadas tan solo por su fanatismo ideológico.