Vivimos en una sociedad donde los cambios se producen a una velocidad de vértigo como consecuencia de los avances científico-tecnológicos. Esta velocidad, está causando incertidumbre en muchos ciudadanos ante la imposibilidad de adaptarse tan rápidamente.
Si la frase anterior es una verdad en nuestras vidas, el afán por el poder del PP y Vox ha provocado que la velocidad de adaptación de los principios del PP a los de Vox supere lo anterior. ¿Una exageración? No, y es fácilmente observable en los distintos pactos que han realizado el PP y Vox tras las elecciones municipales y autonómicas.
En esta carrera por el poder y por el recorte de los derechos de los ciudadanos, hay un ejemplo paradigmático de lo que hará el PP, es decir, Feijóo, con tal de llegar al poder si puede.
Me refiero al caso de Extremadura, donde el PSOE ganó las elecciones. En esta comunidad y en pocos días, se ha pasado de las declaraciones de María Guardiola, candidata del PP, señalando que “Yo no puedo dejar entrar en el gobierno a aquellos que niegan la violencia machista», así como “a quienes colocan una lona y tiran a la papelera la bandera LGTBI”, porque ella cree “en una Extremadura inclusiva, moderna, respetuosa y solidaria”, a acordar que Vox forme parte de su gobierno.
Groucho Marx, ya lo dijo hace mucho tiempo: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”. La indignación que provocan estas actuaciones es evidente en amplios sectores de la población. Y la pregunta que surge es ¿Qué harán ante semejante tropelía? Se quedarán en casa o reaccionarán para que no les tomen el pelo y, además, les quiten derechos y servicios públicos.
Esta es una de las cuestiones claves en estas elecciones generales frente a la estrategia del PP de intentar desmovilizar a un electorado progresista como elemento esencial para llegar al poder, junto con sus amigos de Vox.
Viendo como se está poniendo la cosa, y analizando lo ocurrido en otros momentos de nuestra reciente historia democrática, creo que la participación en las elecciones generales va a ser muy alta. Mucho más alta de la que hubo en las últimas elecciones generales de noviembre de 2019, y por encima del 75 por ciento.
¿Por qué digo esto? Porque estas elecciones van a marcar el rumbo de España en la próxima década. Y si hasta ahora había un electorado de derechas muy movilizado y un electorado progresista con una movilización mucho menor, acontecimientos como los pactos PP-Vox y sus acciones de gobierno, están empezando a movilizar a sectores de la sociedad ubicados en el 4 y en el cinco de la escala ideológica. Lo que significa que se están movilizando para votar personas progresistas, pero también personas de centro a las que no les gusta la deriva que está tomando el PP con sus amigos de Vox.
La gente va a ir a votar. Y aquí, es bueno recordar algunas cuestiones que han ocurrido en las elecciones municipales y autonómicas recientemente celebradas entre aquellas personas que decidieron no hacerlo:
- Un 46,5 por ciento de los que no votaron en las elecciones municipales lo decidió durante la campaña. Y aquí, se puede destacar que un 4 por ciento lo decidieron en la jornada de reflexión, y un 20,8 por ciento en el mismo día de las elecciones. En el caso de las elecciones autonómicas, fue un 44,2 por ciento. Un 4 por ciento decidió no votar durante la jornada de reflexión y un 18,8 por ciento el mismo día de las elecciones.
- Un 52,7 por ciento de las personas que no votaron en las elecciones municipales pensó en votar en algún momento de la campaña, pero finalmente no lo hizo. Por su parte, en las elecciones autonómicas, el porcentaje fue del 46,8 por ciento.
- Los motivos principales para no votar estaban relacionados con que no le inspiraba confianza ningún partido político ni ningún político, no sentirse representado por ningún partido político, mostrar su descontento.
Quedan tres semanas de vértigo donde los ciudadanos por acción, votando, o por omisión, no votando, van a decidir el gobierno de España y el rumbo de nuestro país la próxima década. Veremos.