Ospina, poeta y ensayista de gran prestigio en su país, Colombia, maneja con pasión la pluma y tiene el talento de quienes por conocer el lenguaje con perfección son capaces de deslizarnos hacia las pasiones humanas en todas sus dimensiones. El amor, el gozo, el disfrute de lo inmediato, junto a la codicia, el odio y la muerte por el placer de matar se concitan en las más de trescientas páginas de ‘La Serpiente sin ojos’, un título que hace honor a cómo denominaban los indígenas al poderoso rio Amazonas.
Y tan poderoso y exuberante debió ser lo que aquellos hombres bravos y rudos vieron e imaginaron que muchos, emborrachados de poder, esquilmaron y se adueñaron de todo cuanto a su alcance se encontraba, pero otros hicieron posible el mestizaje entre culturas, demostrando su verosimilitud en un mundo que quinientos años después no ha conquistado todavía el buen juicio.
Les animo a adentrarse en las aventuras del navarro Pedro de Ursúa, en su amor hacia la belleza mestiza Inés de Atienza, en la valentía, miserias y hasta locura de personajes como López de Aguirre. Si así lo deciden podrán recrear aquellos años, hacerse partícipes del ambiente, de las circunstancias en las que fueron conquistados aquellos territorios y del estupor de sus habitantes ante la llegada de quienes tenían tanto que ganar, siendo cómo eran sicarios del mejor postor en busca de riquezas imposibles como las que tantos y tantos suponían en su camino hacia ‘El Dorado’. Y, finalmente, seguro que disfrutan con los treinta y tres poemas que dan pie a cada uno de los capítulos, son hermosos, están llenos de fuerza y son evocadores de sentimientos de realidad e ilusión.