Al igual que muchos economistas continúan creyendo en la “decisión racional” de los consumidores y los productores en el marco de un idílico mercado perfecto y equilibrado, buena parte de los politólogos aún sostienen que las decisiones electorales en las sociedades maduras son el resultado de procesos de reflexión y decisión eminentemente racionales.
La teoría de la “decisión racional del elector” a veces se complementa con algunas modulaciones, en función de la mayor o menor atención prestada al cálculo de los intereses económicos (“votar con la mano en la cartera”), a la reflexión intelectural (“votar con la cabeza”), o a las emociones, empatías y querencias (“votar con el corazón”).