Lincoln comienza con imágenes de la guerra de secesión en Estados Unidos. Como nos tiene acostumbrados Steven Spielberg, en algunas de sus películas utiliza las imágenes de la guerra y del sufrimiento humano con toda crudeza y realismo épico para comenzar con fuerza y situar el contexto histórico en el que se inscribe la acción.
En este caso, tras unas imágenes impactantes de muerte y degradación humana en el fango, se pasa a un plano en el que dos soldados negros hablan con un hombre blanco que es Lincoln, el Presidente de los Estados Unidos que decidió abolir la esclavitud y provocó una respuesta bélica de los Estados del Sur. Los soldados hablan con el Presidente con naturalidad y le exponen sus observaciones y sus quejas en un diálogo que, ya desde el inicio de la cinta, eleva a Lincoln a la categoría de maestro, de hombre sabio, que sabe escuchar, que es una de las característica que Spielberg más explota del personaje, interpretado por Daniel Day-Lewis de forma magistral (ha obtenido un Oscar al mejor actor protagonista por este papel).
Toda la película se centra en el empeño de Lincoln, que acaba de ser reelegido para un segundo mandato, de sacar adelante la modificación constitucional de abolición de la esclavitud y está plagada de jugosos debates políticos en la cámara de representantes, donde ya se aprecia la presión de los grupos de interés desde el inicio de la democracia en Estados Unidos y las necesidades de pactos y de negociaciones continuas para conseguir los votos dentro de los dos grandes partidos, el Demócrata y el Republicano, al que pertenecía el Presidente Lincoln. Uno de los aspectos a destacar es el retrato de Lincoln, una figura mítica en Estados Unidos, al que presenta como un político hábil, que sabe manejar los tiempos y que tiene una extraordinaria determinación política para llevar a cabo lo que persigue sin descanso. El “sí podemos” de Obama está muy presente en la cinta, porque, pese a contar con una cámara de representantes en la que al Presidente y a sus hombres no les salen las cuentas para llevar a cabo esta reforma histórica, no se da nada por perdido y se batalla en varios frentes a la vez para conseguir el objetivo. Es toda una lección política.
A la película se le pueden hacer objeciones, como las que hace Viçenc Navarro en un artículo editado en ‘Público’ titulado “Lo que la película Lincoln no dice sobre Lincoln”, con las que estoy plenamente de acuerdo. Es verdad que no se explican suficientemente las razones ideológicas de raíz socialista que impulsaron a Lincoln a perseguir ese sueño de emancipación con una guerra por medio, en eso el guión se queda cojo.
Pero, a pesar de ello, considero que estamos ante una buena película, que tiene escenas de debate político que merecen atención en estos tiempos en los que tanto se echa en falta que actúe la política. En la película queda muy claro que cuando un gobernante tiene una idea bien arraigada de lo que quiere y tiene determinación política puede conseguir sus objetivos. Lincoln situó a su país en la historia e hizo avanzar enormemente a los Estados Unidos con su determinación de terminar con la esclavitud con la fuerza de la inclusión de la norma en la Constitución. Abrió la puerta a un gran cambio, aunque le costara la vida.
Por lo demás, como producto cinematográfico es extraordinario, mantiene el ritmo, hace fijar la atención, la fotografía es buenísima, está bien dirigía, bien interpretada y la historia personal de los personajes combinada con los avatares históricos que se atraviesan está muy bien tramada.