Los hermanos Wachowski, creadores de “Matrix”, son dos cineastas que han influido de forma decisiva en nuestra forma de ver e interpretar la ciencia-ficción actual, y que en esta ocasión, se han unido a Tom Tikwer, realizador de películas tan emblemáticas como “Corre Lola, corre” o “El perfume, historia de un asesino”, para realizar la adaptación del libro homónimo de David Mitchell. Sin duda, todo un atrevimiento, la adaptación de una obra literaria compleja, farragosa y decididamente muy poco comercial, a pesar del gancho de sus actores principales.

La película nos transporta por seis experiencias vitales en distintos momentos históricos, que van de la primera mitad del siglo XIX a futuros lejanos (2144) o lejanísimos (2321), pasando por los años treinta del siglo pasado, los setenta y nuestro presente. Las tramas se cruzan entre sí, en un intento de establecer paralelismos y ofrecer un discurso sobre la humanidad y el cosmos, tiene intentos pero en ningún momento logra perfilar un pensamiento articulado que ofrezca el más mínimo calado filosófico o místico. Se queda en entretejer hechos en una compleja narración temporal, que no son independientes unos de otros: bajo la idea, la única con consistencia, de que cada decisión afecta a todos los demás y a todo, puesto que todo está conectado.

Estos seis relatos están conectados únicamente por azarosas coincidencias, son los que David Mitchell desarrolla en su novela, publicada en 2004, y tienen un nexo mucho más importante: las decisiones que toman sus protagonistas, su forma de actuar y de sentir condicionan el curso de la historia de una u otra forma. Es evidente, que esto no se logra en la cinta en todas las ocasiones, sino de una manera muy puntual. La historia va de la aventura selvática por sobrevivir a la ciencia-ficción, del thriller de conspiración a la lucha contra la esclavitud, del alegato ecológico a la defensa de la libertad. Con sucesivos guiños a intelectuales (mención al disidente ruso Solzhenitsin) y a amigos de lo exotérico (con cita a los libros de Carlos Castaneda). Sin olvidar a los precursores de esa ciencia ficción que llevó a la gran pantalla los problemas del hambre derivados de la superpoblación humana y la invención de nuevos alimentos para paliarlo, como el Soylent Green de la película estadounidense de 1973, “ Cuando el destino nos alcance” dirigida por Richard Fleischer, protagonizada por Charlton Heston, Edward G. Robinson y Leigh Taylor-Young en los papeles principales y basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (1966), de Harry Harrison.

Es una película entretenida, dinámica, en la que no se puede perder un detalle. Posee un guión potente y muy atrevido. Una realización impecable, con buen ritmo y en la que destacan los efectos especiales y el gran trabajo de caracterización de los personajes. ‘El atlas de las nubes’ no es una excelente película, pero desde luego sí inspiradora, novedosa y arriesgada. Y sobre todo, requiere verla en pantalla muy grande.