La creación artística constituye la esencia misma de lo humano. Crear es un acto de libertad individual incomparable y puramente humana. Es la expresión máxima del libre albedrío. Lo que nos hace humanos. Los tesoros artísticos permanecen, es lo que queda de lo que somos, lo que la historia guarda sobre la cultura y la civilización humana. Sin las creaciones artísticas sería muy difícil explicar el pasado y la historia misma de los seres humanos. Gracias a las obras de arte acumuladas a través de los siglos somos capaces de reconocernos a nosotros mismos. El arte es el sol que ilumina la cultura y fragua la civilización. Se puede decir que es la mochila que llevamos para poder transitar por el presente y dar los pasos para construir el futuro. Mueve emociones, es alimento para el alma y también para la razón.
¿Se imaginan qué sería de Europa, por ejemplo, si desaparecieran de un plumazo todos nuestros tesoros artísticos? ¿Qué sería de la cultura europea? ¿Podríamos reconocernos? ¿Sabríamos quiénes somos?
“Cada civilización no solo está formada por sus logros sino también por lo que ha heredado del pasado. Y si estos objetos son destruidos habremos perdido una parte de nuestro pasado y eso es lo peor que podría pasar”.
Con este tipo de preguntas y reflexiones comienza la película Monuments Men. En las primeras escenas se puede ver a George Stout -el museólogo de la Universidad de Harvard- (papel interpretado por George Clooney, que además de ser protagonista es el director y el guionista del film) explicándole al presidente Franklin D. Roosevelt la necesidad de crear una brigada de hombres y mujeres que velen para preservar los tesoros artísticos y arquitectónicos en una Europa asolada por la guerra. Roosevelt dio luz verde a la iniciativa de Stout y en 1943 se crea la “comisión Roberts” encargada de organizar la unidad Monuments Men, un grupo de unas cuatrocientas personas formadas por soldados, museólogos, escultores, arquitectos o músicos entre estadounidenses (unos doscientos) y europeos que se conjuraron para proteger los tesoros artísticos e intentar preservarlos de la destrucción a la que podía condenarlos la guerra y las ansias destructoras del Tercer Reich en retirada.
La película de Clooney narra la peripecia de un grupo de estos Monuments Men durante los últimos momentos de la guerra. Cuenta como estos hombres iban acompañando a las tropas aliadas, que avanzaban hostigando al ejército alemán en retirada, con la misión de encontrar los tesoros artísticos robados y devolverlos a sus orígenes. También tenían la responsabilidad de señalar los edificios artísticos y grandes monumentos para evitar que fueran bombardeados, asunto muy complicado y que causó grandes incomprensiones y desavenencias con los mandos militares que comandaban la ofensiva de los aliados.
Es sabido que Adolf Hitler tenía especial obsesión por el control de la cultura. Dedicó grandes recursos a la conformación de una hegemonía cultural que respondiera a los parámetros ideológicos del nazismo, porque controlando la cultura se sujetan los pueblos. Desde que ganó las elecciones en Alemania una de sus prioridades fue establecer los criterios de lo que era considerado buen arte, arte compatible con el nacionalsocialismo. De igual modo, cuando comienza a invadir países decide arrasar con los tesoros artísticos de esos lugares. Por donde iba pasando su ejército se expoliaban las obras de arte, tanto las de coleccionistas particulares a los que enviaban a a los campos de concentración como las pertenecientes a museos, instituciones sociales, políticas o religiosas.
Las obras sustraídas se dividían, al igual que antes se hiciera en la propia Alemania, entre aptas o no aptas. Las no aptas –obras contemporáneas de carácter abstracto, modernista o vanguardista- eran catalogadas como “arte degenerado”, pasaban a ser proscritas y desaparecían de la luz pública. Si bien la legislación nacionalsocialista las condenaba directamente a la hoguera o la destrucción física, como sucedió con numerosas obras de los artistas contemporáneos o de vanguardia como Picasso, Kandinsky, Klee, Kokoschka o Max Ernst, entre otros, que se perdieron para siempre, otras obras, en cambio, fueron escondidas en las casas particulares de jerarcas nazis que se las quedaron y las guardaron para enriquecerse con su tráfico ilegal y por eso se conservaron muchas de ellas hasta nuestros días. Este es el caso de la fabulosa colección de más de 1.400 obras de arte modernista aparecida recientemente en una casa de Munich. La casa pertenecía a un anciano llamado Cornelius Gurlitt. Al parecer su padre era uno de los marchantes de arte de Hitler, que decidió quedarse con parte del llamado “arte degenerado” destinado a ser destruido.
Las obras de arte consideradas aptas –todas ellas obras clásicas de artistas como Rembrandt, Vermeer, Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, o Botticelli-, Hitler las quería para que formaran parte de su faraónico Museo del Führer proyectado en la ciudad austríaca de Linz, donde nació el propio Hitler, y que nunca llegó a construirse.
Clooney ha sacado el guión de la película de un libro titulado igual escrito por el historiador Robert M. Edsel. Esta obra relata la historia real de este grupo de hombres y mujeres encargados de la protección del patrimonio artístico de la humanidad durante el avance aliado en Europa.
Los personajes del comando que retrata Clooney están inspirados en la realidad. Aunque no se respetan los nombres originales sí que responden a figuras reales que existieron y cuya labor permitió que hoy podamos seguir disfrutando de la contemplación de todas esas maravillosas obras de arte como la escultura de La Virgen de Brujas de Miguel Ángel, los paneles del Retablo de Gante de Jan Van Eyck, La dama del Armiño de Leonardo Da Vinci o El astrónomo de Vermeer, que consiguieron salvar del expolio, de la destrucción y de las llamas.
Aunque es cierto que la película no ahonda suficientemente en determinados hechos, e incluso acaricia la tentación de atribuir méritos ajenos a estos Monuments Men, como sucede con el episodio final de la mina de sal –en la que se hallaron la mayoría de los tesoros más importantes, además de toneladas de lingotes de oro de las reservas del Reich- no es menos cierto que como producto cinematográfico está bien resuelto. El episodio de la mina de sal no fue exactamente como lo cuenta el film, porque en la realidad histórica fueron los propios mineros los que se aseguraron de que no se destruyera la mina y con ella todo su contenido, pero no exactamente por el contenido, sino porque si se destruía la mina, como querían los nazis, una población completa se quedaba sin sustento y los mineros se conjuraron para impedir la práctica de la tierra quemada que utilizaban los nazis, salvando la mina y todo lo que albergaba en su seno: una 6.500 obras destinadas al museo de Hitler y toneladas de lingotes de oro.
Tanto en la película como en la historia real, tiene especial interés el personaje interpretado por Cate Blanchett, que en la película recibe el nombre de Claire Simone. En la realidad histórica, esta mujer se llamó Rose Valland y está considerada una heroína nacional en Francia y condecorada combatiente de la Resistencia francesa. Ella era trabajadora de la Galería Nacional Jeu de Paume, lugar al que los nazis llevaron las obras robadas a los marchantes judíos franceses y a los museos nacionales del país durante la ocupación. Valland catalogó todas las obras que fueron llegando a esa galería consignando su lugar de origen, y a quién pertenecía, dónde era trasladada y para quién. Se sabe que Herman Goering visitó el Jeu de Paume unas veinte veces, llegando a robar para él mismo unas 700 obras que trasladó en tren a una mansión que tenía en Alemania. Desde París salieron rumbo a Alemania más de 22.000 obras de arte, transportadas en trenes que partían casi a diario. Gracias a la labor callada y discreta de Rose Valland los aliados dispusieron de la información necesaria para poder encontrar las obras y saber a quienes pertenecían. Su trabajo dio como resultado que esas obras pudieran ser restituidas a sus legítimos propietarios y lugares de procedencia.
Recomiendo esta película porque aunque es un film de los llamados comerciales es una buena película, que consigue popularizar unos sucesos históricos que merecen ser conocidos. Además obliga a reflexionar sobre la verdadera función de la cultura y el arte, que no es otra que la de ayudar a los seres humanos a elevar su espíritu y a que puedan ser más libres.