En este año 2020, en el que se conmemora el centenario de la muerte del escritor español Benito Pérez Galdós, cabe recurrir a sus palabras para reclamar de la ciudadanía y de las instituciones sublimidad en la lucha contra la pandemia.

“Entonces no conocía yo la palabra sublimidad […] comprendí que todos los idiomas deben tener un hermoso vocablo para expresar aquella grandeza de alma que me parecía favor rara vez otorgado […] al hombre miserable.”

Benito Pérez Galdós. Trafalgar. 1873

La prevención de la salud tiene como principales objetivos evitar la aparición de enfermedades, detener su avance y atenuar sus consecuencias una vez establecidas. Es un instrumento básico para el control estratégico de las epidemias y pandemias, ya que ayuda a reducir del número de contagios y de enfermos que requieren de asistencia. De este modo, contribuye a aliviar la presión sobre el sistema sanitario, tanto en los centros de atención primaria como en los hospitales; y por ende, a mejorar la asistencia a los pacientes: aplicar la máxima de ‘más vale prevenir que curar’.

Ámbitos de responsabilidad en la prevención de la salud

Pueden distinguirse tres ámbitos en el ejercicio de la prevención. En este artículo trataremos uno de ellos, el de la responsabilidad de los individuos, tanto en su escala individual o particular como en la colectiva o ciudadana. En un posterior artículo abordaremos dos ámbitos que son de responsabilidad institucional: el de las administraciones y el empresarial.

La exigencia de responsabilidad, por parte de la ciudadanía, en el cumplimiento de las medidas de prevención, debe ir precedida de una adecuada comunicación e información: para que cada persona asuma tal responsabilidad, es recomendable que comprenda estas medidas, cómo funcionan y cuál es su utilidad.

El contagio por el coronavirus

Cómo entra el virus en nuestro organismo

En el caso de las enfermedades infecciosas como la covid-19, como primer objetivo de prevención hay que evitar los contagios entre la población, es decir, la transmisión de unas personas a otras, del agente infeccioso. En este caso, un virus de la familia de los coronavirus, denominado SARS-CoV-2 (no confundir el virus con la enfermedad que produce, la covid-19).

El virus se introduce en el cuerpo humano, a través del tracto respiratorio, por dos vías: a) las fosas nasales y la cavidad nasal, y b) la cavidad bucal; es decir, la nariz y la boca. Pero, aunque éstas son las dos principales puertas de entrada, no son las únicas. Puede penetrar también a través de los ojos, concretamente del denominado conducto lagrimonasal (o nasolagrimal), que como se infiere claramente de su nombre, transporta las lágrimas desde el saco lagrimal hasta la cavidad nasal. Este estrecho canal puede ser aprovechado por el virus para llegar a la nariz desde el ojo.

A día de hoy no se ha comprobado que el virus pueda adentrarse en nuestro organismo a través de la piel, o del fluido o las mucosas de cualquier otro de nuestros órganos externos [1].

Dónde están los virus que pueden contagiarnos

Conocer dónde se encuentran los virus es esencial para evitar los contagios. Sabemos por la ciencia que son expulsados por las personas infectadas a través de las diminutas gotas de saliva que se emiten al estornudar o al ejercitar las cuerdas vocales (hablar, gritar, cantar). Estas gotas pueden tener distintos tamaños, pero siempre son diminutas. Es importante saber que las más pequeñas, denominadas aerosoles, permanecen más tiempo flotando en el aire y pueden llegar más lejos. Mientras que las gotículas, más pesadas, caen más rápidamente y a menor distancia, depositándose en los objetos cercanos (que en términos epidemiológicos se denominan fómites). Un fómite es por tanto un objeto o superficie en el que un agente infeccioso, como un coronavirus, puede estar posado, más o menos tiempo dependiendo de la composición de la superficie, al acecho para que se produzca el contagio [2].

A qué velocidad se propaga la covid-19

Para entender este proceso hay que tener en cuenta dos consideraciones. En primer lugar, cuánto tarda la enfermedad en manifestar sus síntomas una vez que se produce el contagio (lo que se denomina período de incubación). Y en segundo lugar, la velocidad de propagación del virus en la población, pasando de unos individuos a otros.

Por lo que respecta al primero, se estima que el período de tiempo que transcurre desde que el virus entra en el organismo hasta que se manifiestan los primeros síntomas suele ser de unos 4 o 5 días. Pero puede variar enormemente, entre 0 y alrededor de 20 días en casos excepcionales, según los últimos datos [2]. Por eso, una persona que no manifieste síntomas (asintomática) puede, sin embargo, estar infectada por el virus. De ahí la necesidad de medidas de aislamiento temporal o cuarentena (sobre las que hablaremos más adelante) cuando existan indicios de que una persona pueda estar contagiada, por ejemplo, por haber tenido un contacto cercano y sin medidas de prevención con una persona enferma.

La velocidad de propagación viene determinada por la denominada tasa de contagio o número reproductivo básico (R0), que es el número de casos, en promedio, que van a ser causados por una persona infectada. Para el SARS-CoV-2, la OMS estima que este valor es de 1,4 a 2,5, aunque otras estimaciones lo elevan hasta 3,5 [3]. Hay que tener en cuenta que este es un valor promedio: si una persona infectada se relaciona con otras veinte personas en un lugar cerrado, sin ventilación, sin que nadie lleve mascarilla y sin guardar la distancia de seguridad, la tasa de contagio en esa circunstancia concreta es altamente probable que llegue a 20.

Sabiendo esto, es fácil comprender por qué el coronavirus se propaga siguiendo un crecimiento exponencial, y no será difícil darse cuenta de las terribles consecuencias de este tipo de progresión. Es la siniestra lógica matemática de los números o funciones exponenciales. Mucha gente cree que el crecimiento es lineal, de uno en uno, a medida que una persona infectada contagia a otra, ésta a una tercera, y así sucesivamente. Sin embargo, no es así, la propagación no es lineal, como puede observarse en la siguiente figura, que muestra un sencillo ejemplo: pongámonos en el caso de una tasa de contagio tan sólo de 2; siendo así, en una población donde se produjera un primer contagio, esta primera persona infectada a otras dos, éstas a su vez a dos cada una (cuatro), y así sucesivamente; en tan sólo 15 días se llegaría a más de 16.000, y en solo 21 días pasarían del millón. El paradójico resultado de este cálculo es que, a medida que aumentan las personas fallecidas, llegará un momento en que habrá menos gente para transmitir el virus y para ser contagiada, y la curva tenderá a aplanarse por sí sola, aunque seguirá habiendo contagios y muertes.

Resulta muy aleccionador que la población comprenda el funcionamiento del crecimiento exponencial.

Prevención. Qué podemos hacer cada uno de nosotros para evitar el contagio

Las medidas de prevención que dependen de nuestra actuación individual o colectiva como ciudadanos comprenden mecanismos físicos (como las mascarillas) y químicos (como son los compuestos desinfectantes): son medidas conductuales, no farmacológicas, que se presentan a continuación.

Medidas individuales (protégete): la regla de las tres emes

En primer lugar, la distancia social. Mantener una separación prudencial (distancia de seguridad) con respecto a las personas que nos rodean, evitará que lleguen a nosotros los aerosoles y gotículas que contienen virus, que pueden alcanzar 2 metros de distancia, incluso 5 si la persona infectada que las emite grita o estornuda con fuerza[1].

En segundo lugar, el uso de mascarilla, que hace que, en caso de que dichas gotitas lleguen hasta nosotros, encuentren una barrera que dificulte su entrada a través de nuestra nariz o boca cuando respiramos.

Distancia social y mascarilla son también, y no menos importante, medidas de prevención colectiva. Porque llevar mascarilla evita la excreción de gotas respiratorias, lo que, junto con el mantenimiento de la distancia de seguridad, reduce el riesgo de contagiar a otras personas.

Con estos comportamientos todos salimos ganando. De nada sirve protegerse uno mismo sin contribuir a proteger a todos, porque entonces el virus seguirá circulando por el mundo y, al menor descuido, también acabaremos contagiados.

Pero existe una tercera precaución que no debe olvidarse: la higiene. Los agentes desinfectantes y el jabón destruyen los virus. Los desinfectantes sirven para eliminarlos de las superficies donde puedan encontrarse, y evitar de este modo que podamos entrar en contacto con ellos al tocar estas superficies. Y aquí es donde entran en juego las manos, que son un elemento especialmente importante para la transmisión del virus. Por dos motivos: en primer lugar, porque es la parte del cuerpo con la que tocamos esas superficies que pueden contener virus: muebles; teclados de datafonos, cajeros automáticos, ordenadores o teléfonos; pomos de puertas; mangueras de surtidores de gasolina; productos en tiendas y centros comerciales, etc. Y en segundo lugar, porque con las manos nos tocamos esas partes del cuerpo a las que nos hemos referido y por donde entran los virus al interior de nuestro cuerpo: boca, nariz y ojos. Por eso es tan importante cuidar la higiene de las manos, lavándolas frecuente y correctamente con agua y jabón, o en su defecto, con gel hidroalcohólico (con una concentración superior al 70% de etanol o bioetanol [4], que es el agente que elimina los virus).

En resumen: frenar al virus mediante la regla de las tres M (Mascarilla, Metros de distancia, y Manos). Todo ello, con grandes dosis de P de Precaución y R de Responsabilidad, para protegernos y contribuir a proteger a los demás.

Y además de protegerte, protege a los demás: las medidas epidemiológicas de protección social

Distanciamiento social, evitar aglomeraciones

Ya hemos hablado en el apartado anterior de la importancia de mantener las distancias de seguridad. Esta es una acción individual, una responsabilidad que debe asumirse en el comportamiento diario. Pero además de este compromiso individual, es una medida colectiva, una responsabilidad tanto de la ciudadanía (evitando las aglomeraciones) como de los responsables de espacios y locales públicos (ya sean de gestión privada, como locales de ocio o de hostelería, o los propios domicilios particulares; o de gestión pública, como parques y jardines) que deben velar por que se mantengan aforos reducidos, en función de lo que dictan las normas establecidas, pero también el sentido común y de responsabilidad. Y finalmente, también es responsabilidad de las instituciones y poderes públicos encargados de establecer las medidas y normativas de carácter epidemiológico para las limitaciones de aforo y la evitación de aglomeraciones, y de velar por su cumplimiento [5].

Espacios abiertos y correcta ventilación

Operar en espacios abiertos y bien ventilados cumple una doble función en relación con las medidas que hemos descrito hasta ahora. En primer lugar, una correcta ventilación de los locales cerrados disminuye la concentración en el aire de las partículas contaminadas por virus, al facilitar su evacuación al exterior. Obviamente, la ventilación será mayor en espacios abiertos. En cualquier caso, encontrarse con otras personas en espacios bien ventilados no exime del cumplimiento de la regla de las tres emes.

Cómo actuar en locales cerrados. Aforo reducido y desinfección

Resulta preferible que las reuniones sociales se produzcan en números reducidos, en espacios amplios (que permitan mantener las distancias de seguridad) y al aire libre.

Lamentablemente esto no siempre es posible, sobre todo a medida que se acerca la estación invernal y empeoran las condiciones meteorológicas. Por otra parte, la desigualdad social se refleja en el hecho de que no todo el mundo dispone de una vivienda amplia en la que seis o diez personas puedan mantener una distancia segura.

En los locales cerrados adquieren especial importancia, por lo tanto, las medidas de reducción del aforo y de desinfección. Con respecto a esta última, en el caso de las viviendas particulares conviene poner todas las barreras posibles a la entrada de virus desde el exterior. Una vez más, la correcta higiene de manos nada más entrar en casa. Y el uso de agua y jabón o productos desinfectantes para la limpieza de todos los materiales que procedan del exterior, cuya naturaleza o cuyos envases permitan hacerlo. Y en esta época de crecimiento de las compras online, rociar con un pulverizador desinfectante los paquetes que recibamos es una medida inexcusable.

Las medidas de aislamiento social: restricciones de movilidad, burbujas y confinamientos

Uno de los factores que más contribuye a la difusión de cualquier agente infeccioso es la movilidad. Resulta evidente que cuanto más frecuentemente y a mayores distancias nos desplacemos, más probabilidades existirán de que entremos en contacto con el virus o, si somos portadores del mismo (ya seamos sintomáticos o asintomáticos) de que lo diseminemos allá donde vayamos. Por ello, la restricción de la movilidad es una de las principales herramientas de la epidemiología, una medida muy eficaz de lucha contra las epidemias. A medida que la pandemia se recrudece y aumentan las cifras de contagios, ingresos hospitalarios y muertes, más necesario resulta limitar los desplazamientos a los casos estrictamente necesarios.

No se trata de suspender toda actividad social. Para muchas personas esto es simplemente inevitable, ya que se ven obligadas a interactuar con otras personas en el transporte público o en su puesto de trabajo. Pero incluso en el caso de quienes pueden teletrabajar, es conveniente reducir el círculo o ‘burbuja’ de contactos. Cuanto más reducido sea el número de amistades o familiares que lo integren, menor será la probabilidad de entrar en contacto con una persona infectada. Si las normas establecidas permiten reuniones en grupos de, pongamos por caso, seis personas, si cada fin de semana compartimos mesa con cinco personas distintas, la probabilidad de que nos encontremos cerca de una persona portadora del virus aumentará muy significativamente.

Finalmente, en los casos más extremos, se hace necesario establecer medidas de confinamiento, que pueden tener diferentes grados, siendo éstos más o menos estrictos. Los confinamientos perimetrales sirven para delimitar zonas con elevadas tasas de contagio (edificios, barrios, ciudades, provincias, comunidades, incluso países) con el fin de evitar que sus habitantes se desplacen fuera de los espacios confinados y propaguen el virus a otros con cifras más reducidas. Pero pueden también tener la utilidad inversa, es decir, proteger a zonas libres del virus o con tasas de contagio reducidas, evitando la entrada de personas procedentes de áreas limítrofes más afectadas.

Finalmente, el caso más extremo es el confinamiento domiciliario, cuyo objetivo es limitar al máximo la movilidad de las personas y mantener el contacto únicamente con la burbuja familiar de convivientes en el mismo domicilio, reduciendo así de una manera drástica las probabilidades de contagio.

Valores en juego

La sociedad del riesgo cero no existe y además es reacia a la evolución positiva y por tanto resiste a la equidad. Así pues, la respuesta a la incertidumbre y al miedo común que genera la pandemia de covid-19 como enfermedad global, dependerá de nuestra comprensión de la naturaleza y magnitud de los riesgos, retos y desafíos a los que nos enfrentamos, para reconocer la necesidad de una respuesta individual y colectiva basada en una serie de valores.

Para ello finalizamos esta recopilación reflexiva sobre las medidas individuales de protección frente a la covid-19 con una, aunque breve, necesaria reflexión sobre los valores que entran en juego en esta prevención. Porque la aplicación de estas medidas sólo es efectiva si se conjugan todas ellas. Y esta aplicación conjunta, aditiva, requiere de la aplicación de los valores de empatía, solidaridad y generosidad; de colaboración y diálogo; de compromiso, responsabilidad individual y claridad de ideas por parte de los agentes implicados, a la hora de tomar las decisiones que nos atañen como ciudadanos y como agentes públicos y privados, para que estas decisiones no estén basadas sólo en convicciones interesadas.

Invocamos asimismo la lealtad, un concepto híbrido entre racionalidad y emoción, una virtud [6] a la que nos hemos referido en ocasiones anteriores [7], para que los individuos e incluso el conjunto de la sociedad actúen en concordancia con sus principios morales respecto a una causa o conjunto de objetivos comunes, o en cuanto actuación ética, responsable con los demás.

Referencias

[1] Antonio Alcamí, Margarita del Val et al. 2020. Informe científico sobre vías de transmisión SARS-CoV-2, para el Ministerio de Ciencia e Innovación de España. 29 octubre 2020. [https://www.ciencia.gob.es/stfls/MICINN/Prensa/FICHEROS/Informe_aerosoles_COVID_MCienciaInnov.pdf]

[2] Ministerio de Sanidad. Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. 2020. Información científica-técnica. Enfermedad por coronavirus, COVID-19. Actualización, 12 de noviembre 2020. [https://www.mscbs.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/ITCoronavirus/home.htm]

[3] Joseph Eisenberg. 2020. Qué es el R0, el número que siguen los científicos para ver la intensidad del coronavirus. The Conversation, 6 mayo. [https://theconversation.com/que-es-el-r0-el-numero-que-siguen-los-cientificos-para-ver-la-intensidad-del-coronavirus-137744]

[4] Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. 2020. La AEMPS informa sobre las medidas incluidas en la Orden SND/321/2020 de uso de bioetanol en la fabricación de ciertas soluciones y geles hidroalcohólicos y su posterior actualización. [https://www.aemps.gob.es/informa/notasinformativas/cosmeticoshigiene/biocidas/2020-biocidas/la-aemps-informa-sobre-las-medidas-incluidas-en-la-orden-snd-321-2020-de-uso-de-bioetanol-en-la-fabricacion-de-ciertas-soluciones-y-geles-hidroalcoholicos-y-su-posterior-actualizacion/]

[5] Pablo Linde. 2020.  Pruebas y autoaislamiento para reducir riesgos en Navidad. El País, 1 diciembre. [https://elpais.com/sociedad/2020-11-30/pruebas-y-autoaislamiento-para-reducir-riesgos-en-navidad.html]

[6] Josiah Royce. 1908. The Philosophy of Loyalty. New York: Macmillan

[7] Emilio Muñoz y Jesús Rey. 2020. Gobernanza en la salida de la Covid-19: Viejos valores en un nuevo odre social. Blog de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC), 7 mayo. [https://aeac.science/gobernanza-en-la-salida-de-la-covid/

[1] Con respecto a las mascotas, se han notificado algunos casos de infección en animales como perros y gatos, por lo que se ha recomendado asimismo precaución en las interacciones con ellos. [https://espanol.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/daily-life-coping/pets.html]

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Jesús Rey (Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC); Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC))

Víctor Ladero (Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA-CSIC); Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC))

Emilio Muñoz (Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC); Unidad de Investigación  CTS del CIEMAT; Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC))

 

Fotografía: Carmen Barrios