La respuesta era la diplomacia. El veinticuatro de febrero de 2022, el día del inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la respuesta seguía siendo la misma. Y lo es todavía hoy, transcurrida una semana desde que comenzara la guerra, después de que las tropas rusas hayan bombardeado gran parte del territorio ucraniano y hayan alcanzado la capital. La única solución a las discrepancias entre Rusia y Ucrania, o entre Rusia y la OTAN en torno a Ucrania, pasa por volver a la mesa de diálogo y buscar puntos de encuentro, o compromisos fruto de cesiones aceptables por las partes. La invasión militar de Ucrania no será nunca una solución para Rusia.
En primer lugar, porque Ucrania no está sola; y en segundo lugar, porque Rusia sí lo está. A pesar de que Ucrania no pertenece a la Alianza Atlántica, ni a la Unión Europea, ambas organizaciones respaldan la legítima defensa de sus fronteras, o lo que es lo mismo, su integridad territorial, a través de ayuda financiera, militar y asistencia humanitaria. Es cierto que la campaña militar rusa avanza inexorablemente como consecuencia de la disparidad de fuerzas, pero en esta confrontación tan desigual el avance no se ha producido con la celeridad ni contundencia que Rusia esperaba.
Tampoco esperaba Rusia que la solidaridad a Ucrania alineara a tantos países en la adopción de sanciones de carácter económico y financiero, de consecuencias inasumibles para su moneda y el necesario flujo de bienes y servicios para garantizar su reposición. Desde medidas individuales, que incluyeron la congelación de activos al propio Putin y a su ministro de exteriores Lavrov, o el bloqueo de las reservas de cambio, hasta dejar a Rusia fuera del sistema de pagos Swift -de momento, parcialmente, sobre la experiencia del impacto que esta medida tuvo sobre Irán en 2012-, lo que hará muy difícil el comercio internacional de empresas rusas. Las consecuencias más inmediatas han sido el desplome de la moneda, la retirada masiva de efectivo, y el incremento de precios. Con todo, los efectos de estas medidas se observarán con más virulencia en el medio y largo plazo.
Rusia sí está sola. La violación del derecho internacional y la pretensión de enmascararla con argumentos carentes de credibilidad ha provocado un distanciamiento creciente de los estados más prorrusos. La votación hace unos días en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre una resolución de condena a la invasión de Ucrania evidenció esa soledad, al conseguir el apoyo de todos los miembros (excepto Rusia) y la abstención (solo la abstención) de India, China y Emiratos, los tres miembros actuales más cercanos a Rusia. Sí adoptó el Consejo (como prevé la Carta de Naciones Unidas ante supuestos de inacción del Consejo de Seguridad en cuestiones referidas al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales) una resolución que pide la celebración de una “sesión especial de emergencia” de la Asamblea General para considerar y recomendar una acción colectiva sobre la crisis en Ucrania, en la que se escenificará los eventuales respaldos políticos entre los 193 estados miembros.
Pero la soledad de Rusia se refleja también en el fortalecimiento de los lazos de sus oponentes. La Unión Europea ha respondido con agilidad y determinación, en un marco -el de las relaciones exteriores- en el que las decisiones se toman por unanimidad. Se ha innovado en el proceso de toma de decisiones, para facilitar la adopción de medidas de forma inmediata y de amplio calado político, para las que no había unanimidad y para las que se ha interpretado que la no oposición permitía el acuerdo. En este punto, la labor del Alto Representante Borrell, que ya había alertado sobre la necesidad de aplicar la abstención constructiva como elemento necesario en el Compás Estratégico que presentó al Consejo en noviembre de 2021, ha sido crucial. Como también lo ha sido la diplomacia española, de la mano del Ministro Albares, para avanzar en la construcción del consenso.
Ucrania no está sola, y Rusia lo está cada vez más. La Unión Europea ha respondido con más unión, agilizando su proceso de toma de decisiones, es decir, profundizando la integración en política exterior, y con ello abriendo posibilidades de mayor cooperación futura en este ámbito. Hoy Europa es más fuerte políticamente. También ha sido fuerte la voz de la comunidad internacional al sumarse a las sanciones y evitar respaldos expresos o implícitos a la invasión.
Sobre estas bases, es difícil imaginar una solución sostenible en el territorio ucraniano fruto de una invasión militar. Sobre estas bases, el regreso a la diplomacia y la búsqueda de soluciones negociadas emerge como la única vía para alcanzar una solución sostenible. Sobre estas bases, plenamente consciente de su debilidad internacional, Rusia ha dado un primer paso para establecer contactos diplomáticos con Ucrania.