Los antecedentes de Jason Reitman no pueden ser más prometedores. Si Juno nos involucró en las dudas, reflexiones y contradicciones sobre el camino a seguir de una adolescente de 16 años que se quedaba embarazada y, Up in the air nos mostró con inteligencia y realismo el mundo del trabajo desde la visión de un experto en reducciones de personal, es decir, un maestro en despedir trabajadores. Ahora nos ofrece Una vida en tres días, thriller dramático, romántico que adapta una novela de Joyce Maynard, y nos muestra con la claridad que acostumbra a distinguir entre lo que se espera que hagamos por ser lo aceptable socialmente y lo que en conciencia sabemos que debemos hacer. Aunque, las tres historias son muy distintas, en temática, vida de sus personajes y escenarios, tienen algo en común, la exquisitez con la que trata a sus protagonistas, sus limitaciones y expectativas de vida. Logra enfocar las situaciones de una forma multidimensional. Incluso aquellos personajes a los que cabría reprocharles su conducta de alguna forma, los muestra desde sus razones dándoles cierta comprensión. No juzga, muestra las situaciones abiertas y con muy variadas formas de verlas.
Henry Wheeler es un niño de 13 años que se esfuerza por ser el hombre de la casa y cuidar de su solitaria madre en pleno torbellino de la adolescencia. Un día, ambos conocen a un hombre necesitado de ayuda que les convence de que le lleven a casa, donde descubren que es un convicto fugado. El interminable fin de semana del Día del Trabajo les marcará para el resto de sus vidas. Así es como originariamente se llama el film “Labor Day”.
La realización, en toda su amplitud técnica, es más que buena. Pero lo que, verdaderamente destaca de sus obras es el ojo de Reitman, su capacidad para aportar una profundidad, una pasión controlada y una serenidad cortante que sobrepasan con mucho las ligerezas de una historia fácil, previsible y algo melosa.
Podemos decir que Jason Reitman, sin ser un director de culto, sí realiza un interesante y brillante trabajo como realizador, en cierto modo ajeno a los parámetros comerciales de Hollywood, al menos, aparentemente.