En uno de sus haikus, Benedetti escribió que:
“En los tiranos / la conciencia hace mucho / que está dormida”
De nuevo, porque el drama no deja de incrementarse, estremece ver las imágenes de miles de migrantes intentando buscar un futuro, en este caso, en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. Personas que huyen de la guerra y de distintos conflictos que son utilizadas por dirigentes sin escrúpulos para permanecer en el poder.
Dictadores que, por una parte, están provocando una nueva crisis humanitaria con la intención de debilitar a la Unión Europea, como respuesta a las sanciones al régimen dictatorial de Bielorrusia.
Allegados, que aprovechan la tragedia para enriquecerse. Estos migrantes, según algunas publicaciones, han pagado como mínimo 3.000 dólares a siniestras agencias de viaje por “un paquete turístico” que incluye visado, hotel y traslado a la frontera.
De nuevo, sufrimiento, alambradas, gélidas temperaturas, devoluciones, condiciones infrahumanas en campamentos improvisados para intentar combatir el frio, el hambre, la sed y la muerte. Dentro de nuevos juegos geopolíticos.
De nuevo, la desesperación y la realidad de unas personas que son conscientes de la situación en la que se encuentran. Como bien la refleja un joven kurdo, que en el diario El PAIS, afirma: “Si vuelvo a mi país, moriré. Si me quedo aquí, también”.
De nuevo, miles de víctimas, que vienen a sumarse a las más de 82 millones de personas que, a finales de 2020, estaban desplazadas por la fuerza, como resultado de persecuciones, conflictos, violencia, violaciones de los derechos humanos o acontecimientos que alteraron gravemente el orden público, como señala ACNUR, en su informe de Tendencias Globales. Desplazamiento forzado en 2020.
¿Qué está pasando? ¿Tan poco valoramos y valen las vidas de estas personas que son millones? ¿Qué estamos haciendo como sociedad? ¿Qué están haciendo la UE y los gobiernos? ¿Qué estamos haciendo como ciudadanos? Porque los 82 millones de personas desplazadas son la cifra más alta jamás registrada, pero lamentablemente seguirá aumentando en 2021.
Estos millones de sueños rotos, representan más del doble del nivel de desplazados que había en el año 2010, cuando eran 42 millones de personas. Y supone un incremento del 4 por ciento en relación con el año 2019, cuando hubo 79,5 millones. Un incremento, en un año marcado por el COVID-19, donde hubo menor número de desplazamientos forzosos.
¿Es éticamente aceptable que más del 1 por ciento de la población mundial, es decir, 1 de cada 95 personas, se encuentre desplazada por la fuerza? ¿Es éticamente aceptable el aumento de la última década, ya que en el año 2010 eran 1 de cada 159 personas?
Más de 82 millones, de los cuales: 26,4 millones son personas refugiadas. De ellas, 20,7 millones de personas refugiadas bajo el mandato del ACNUR y 5,7 millones de personas refugiadas palestinas bajo el mandato de la UNRWA. 48 millones de personas desplazadas internas. 4,1 millones de personas solicitantes de asilo. 3,9 millones de personas venezolanas desplazadas en el extranjero.
Nos preocupan mucho nuestros hijos y nuestros nietos, como también les ocurre a esos millones de personas desplazadas. Que angustia y sufrimiento añadido tienen que sentir, porque más de la mitad de los refugiados son niños, y a finales de 2020, alrededor del 41 por ciento de las personas desplazadas a través de las fronteras eran niñas y niños.
A lo que hay que sumar que entre 2018 y 2020, nacieron alrededor de un millón de niños y niñas en calidad de personas refugiadas que se enfrentan al riesgo de permanecer en el exilio durante años o de por vida.
Hay que buscar soluciones inminentes y duraderas. Como escribió Benedetti en uno de sus haikus:
“En los tiranos / la conciencia hace mucho / que está dormida”
Y yo me pregunto ¿Y en el resto de los seres humanos que no lo son? Espero que sus conciencias estén bien despiertas y dispuestas a actuar.