“El artista y la modelo” es el nuevo trabajo de Fernando Trueba, dos años después de que su excelente “Chico & Rita” (2010) consiguiera ser candidata al Oscar a la Mejor Película de Animación. Honor que compartió con el dibujante Javier Mariscal. Ahora, el director madrileño nos ofrece una variación de esa relación que marca el título y que supone un tema frecuentado en la historia del arte. Su propio autor la describe como una obra que habla de grandes temas como la búsqueda de la belleza —sobre todo en tiempos de horror—, la vida y la muerte, la juventud y la vejez y el sentido y la necesidad del arte en la vida.
El relato transcurre 1943, en la Francia ocupada. Marc Cros (Jean Rochefort) es un viejo escultor que dejó su arte años atrás, y que vive retirado junto a su mujer en un pueblo del Pirineo, cerca de la frontera con España. Ha visto dos guerras y ha perdido la ilusión y la fe en el ser humano. Todo cambia cuando, un día, su mujer Léa (Claudia Cardinale) recoge a una joven campesina española (Aida Folch) que se ha escapado del campo de concentración en Francia en el que la recluyeron tras cruzar la frontera huyendo del ejército franquista. Mercè es una joven bella y desamparada, y el matrimonio le ofrece vivir en el taller del escultor durante algún tiempo. Durante ese tiempo, Mercè hace de modelo para la última obra de Marc, y entre ellos nace una estrecha relación que une a una joven que comienza a vivir con un anciano que ve el final en el horizonte.
Esta historia, que Trueba ha co-escrito junto al veterano guionista Jean-Claude Carrière —antiguo colaborador, entre otros, de Luis Buñuel—, es una hermosa, pequeña y honesta película acerca de la búsqueda de la inspiración, de la obsesión por alcanzarla y de la irrupción de la belleza y la alegría cuando ya no se tiene esperanza ninguna.
Sin duda, es un proyecto muy personal para el propio realizador, dedicado a su hermano escultor ya fallecido, y algo que no pueden dejar de ver sus seguidores más sensibles al arte y la belleza.
El director lo filma con una impecable composición del plano, de la duración de cada escena, y logra transmitir la unión entre hombre y naturaleza con sencillez. Es evidente que la principal influencia de la película es Jean Renoir, el gran director francés. La película se integra perfectamente en lo que se conoce como realismo poético.
Trueba, uno de nuestros mejores realizadores, apoyado en la intensidad de la fotografía en blanco y negro nos regala unas bellas composiciones del cuerpo desnudo de la joven Aida Folch.
Es, sin duda, una película en la que forma y fondo están conectados. En cambio, hay algo en ella que falla, la película no llega a transmitir todo lo que promete, su firme apuesta por una estética delicada y perfecta no logra enganchar emocionalmente con el espectador.