El 14 de junio de 2018 el Banco Central Europeo (BCE) anunció que el programa de compras se reducirá a 15.000 millones mensuales a partir de octubre de 2018, finalizando por completo a 31 de diciembre[1], cumpliendo las expectativas respecto al comienzo de la retirada de la política de estímulos extraordinaria iniciada en 2014, aun cuando el comportamiento de la inflación ha sido cuando menos irregular en los primeros meses del ejercicio[2].

Esta decisión se toma fundamentalmente sobre la base de unas nuevas proyecciones de inflación realizadas este mes, más elevadas que las calculadas en marzo, y que tiene en cuenta los efectos sobre los precios de la energía como consecuencia de la desafortunada decisión del presidente de los Estados Unidos relativa a retirarse del acuerdo sobre el programa nuclear de Irán. Asimismo, el ente emisor del euro considera que ha desaparecido el riesgo deflacionario[3].

Así, si las estimaciones anteriores preveían unas tasas de inflación del 1,4 por ciento para 2018 y 2019, alcanzándose el 1,7 solamente en 2020, las proyecciones actualizadas son del 1,7 para el conjunto del trienio, lo que de confirmarse podría considerarse que el objetivo de situar el índice de precios cerca pero por debajo del 2 por ciento. Además, la inflación interanual en mayo de 2018 se ha situado en el 1,9 por ciento[4], tras el descenso experimentado en abril.

El cambio de política del BCE, basado en inflación esperada frente a inflación observada, se justifica para no generar más inflación de la deseada, pero obviamente si no se cumplen las previsiones podría no alcanzarse el objetivo. De hecho, el rango de variación posible de la inflación futura de acuerdo con una metodología que computa el histórico de estimaciones y observaciones oscila entre el 1 y el 2,5 por ciento para 2019 y 2020[5]. Por otro lado, llama la atención que en las estimaciones del BCE no se prevé que la inflación más elevada provenga de los precios de la energía y de los alimentos, pues la tasa esperada sin incluir estos bienes sería del 1,9 por ciento en 2020.

Con todo, el BCE no da por hecho que sus previsiones vayan a cumplirse, por lo que la decisión anunciada queda sujeta a que los datos de inflación de los próximos meses verifiquen las expectativas[6], sobre todo teniendo en cuenta el incierto escenario geopolítico mundial.

En cuanto a los tipos de interés, se mantienen sin cambios, pero se establece un primer plazo de caducidad en el verano de 2019, sin descartar su continuidad si fuera necesario para alcanzar el objetivo de medio término de una tasa de inflación de cerca -pero por debajo- del 2 por ciento.

En los próximos meses se comprobará si se van cumpliendo las previsiones de inflación para el conjunto de 2018. En caso contrario, el BCE podrá volver a examinar en septiembre su postura de política monetaria.

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[1] Véase https://www.ecb.europa.eu/press/pr/date/2018/html/ecb.mp180614.en.html

[2] Véase entre otros la columna publicada el 18 de mayo de 2018: https://fundacionsistema.com/inflacion-crecimiento-y-politica-monetaria/

[3] Véase la rueda de prensa de Mario Draghi : https://www.ecb.europa.eu/press/pressconf/2018/html/ecb.is180614.en.html

[4] Véase http://ec.europa.eu/eurostat/web/hicp/overview

[5] Véase nota al pie número 2 en https://www.ecb.europa.eu/pub/pdf/other/ecb.projections201806_eurosystemstaff.en.pdf?352818629d3c50f17e0ba2593f843a4c

[6] Véase https://www.ecb.europa.eu/press/pr/date/2018/html/ecb.mp180614.en.html