Introducción.
Hace casi dos años se cerraba la COP25 de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Madrid, con más pena que gloria. Hoy, tras la lectura del Avance de Decisión acordada por los 197 países asistentes a la COP26 –El Pacto de Glasgow por el Clima[1]– celebrada en Glasgow, la opinión sigue sin poder ser optimista, aunque en el marco de Glasgow se han registrado procesos esperanzadores, a medio plazo, si realmente se materializan.
El documento del Pacto se estructura en ocho partes (Ciencia y Urgencia; Adaptación; Financiación de la Adaptación; Mitigación; Financiación, trasferencia de tecnología y construcción de capacidad para la mitigación y adaptación; Pérdidas y daños; Implementación; y Colaboración) que se acompañan de documentos complementarios sobre las negociaciones y posicionamientos de las partes/países.
No es mi intención realizar aquí una descripción de todos los aspectos positivos y negativos asociados a los resultados de esta COP26, tarea ya desarrollada desde distintas perspectivas y valoraciones. Más optimistas desde el propio MITERD[2], y más críticas desde las cinco grandes Organizaciones Ecologistas Españolas (Greenpeace, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, SEO-Bird/Life y WWF) o desde Organizaciones con enfoques y aspectos algo distintos, a los que haremos referencia en su caso.
Son positivos algunos compromisos alcanzados, pero claramente insuficientes para los objetivos establecidos, ya que quedan muy lejos de los avances que hubieran sido necesarios en las cuestiones fundamentales: compromisos de reducción de emisiones, artículo 6 (mercados de carbono) y financiación climática, pese a que se destacan aspectos fundamentales a los que hemos hecho frecuente referencia en esta Sección, como es la urgente necesidad de hacer frente a la adaptación al cambio climático, aspecto fundamental en una dinámica incapaz de frenar las emisiones y de reducir el consiguiente calentamiento final.
Por otro lado, hay que destacar lo que se han venido a denominar “coaliciones voluntarias” adoptadas por países, empresas, agentes sociales y ciudades que se comprometen con objetivos climáticos propios, ya sea a la señalada reducción de las emisiones de metano, la acción sostenible en los servicios financieros, el freno a la deforestación[3], el abandono del uso del carbón (Alianza/Campaña “Race to Zero” o “cero neto”[4]), o a acabar con las ventas de coches de combustión a partir de 2035[5], aunque siempre con un carácter voluntario y sin incluir, en muchos casos, a todos los agentes responsables de emisiones o del deterioro en los correspondientes sectores.
Como síntesis introductoria, parece consolidarse el hecho de que las aportaciones científicas, la constatación de desastres cada vez más asociados al calentamiento global/cambio climático, y el aumento de las presiones ciudadanas y de los medios de comunicación, unidas a la reducción de los costos de las tecnologías aplicables, están conduciendo a cambios que, aunque netamente insuficientes, están contribuyendo a avanzar en la mitigación y adaptación necesaria.
Mitigación.
En la parte referida a Mitigación, el Pacto destaca que los negativos efectos del calentamiento serán mucho menores si se logran reducir las emisiones para no pasar de 1,5ºC de incremento de temperatura. Pero se presentan como meros “reconocimientos” la urgencia de acelerar las reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en particular las de metano[6], así como la necesidad de reducir las emisiones globales de CO2, en un 45 %, en 2030, respecto a los niveles de 2010, con el objetivo “deseable” de lograr emisiones netas cero[7] a mediados de siglo. Y hace un llamamiento para que se incrementen los esfuerzos, hasta 2030, en esta reducción de emisiones, incluido el metano.
Pero lo cierto es que las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs en sus siglas inglesas) de lucha contra el cambio climático presentadas no son coherentes con la reducción del calentamiento global al objetivo de los 2ºC de calentamiento, ni, mucho menos, al 1,5ºC ahora asumido, tal y como ya veíamos en el artículo de hace un mes de esta sección, donde recogíamos las consecuencias de esos NDCs, con la Figura siguiente, donde la senda amarilla correspondía al Escenario SSP2-4,5 que establece el Grupo de Trabajo I, (sobre la base de las ciencias físicas: AR6 WG1[8]) al 6º Informe del IPCC, presentado el 9 de agosto de 2021. Escenario que conduciría a un aumento de temperatura a final de siglo de entre 2,1ºC y 3,5ºC, con una media de 2,7ºC, y que, en todo caso, está muy alejado del necesario para cubrir los objetivos de calentamiento deseados y prevenir los graves riesgos catastróficos probables si se supera el umbral de los 1,5ºC[9].
Tras los nuevos compromisos adoptados en Glasgow[10] se estima que habría un 68% de posibilidades de que las temperaturas subieran entre 1,9°C y 3,0°C, con un valor medio de 2,4°C.
Si consideramos que se pueden cumplir los compromisos de empresas, ciudades e instituciones o países recogidos en el apartado anterior, Climate Action Tracker[11] estima que se podría llegar (Escenario optimista) a un calentamiento limitado a 1,8ºC para final de siglo, tal y como se aprecia en la Figura siguiente.
Ante la constatación de los diferentes Escenarios registables, y para generar presión para la revisión de los objetivos de reducción de emisiones a 2030, se actualiza el “mecanismo de ambición” para pedir cuentas de manera anual a los distintos países/partes (mesa redonda ministerial anual, comprometiéndose el Secretario General de Naciones Unidas a organizar una Cumbre de Líderes sobre ambición climática, en 2023), en lugar de cada cinco años, como estaba previsto en el Acuerdo de París, de 2015. Pero en qué medida se produzca la ampliación de las “ambiciones” no está clara ante la ausencia de incentivos reales o de mecanismos de disciplina ante posibles incumplimientos que vayan más allá de la persuasión moral o de la reacción social. Porque no hay que olvidar que todo en el Pacto es voluntario, con acuerdos que normalmente comienzan por “se recomienda”, “se insta” o “se solicita”; aunque dado que el Pacto requiere el consentimiento unánime, los países/partes están oficialmente comprometidos con sus contenidos y serán objeto de seguimiento y evaluación, tanto por Naciones Unidas como por la sociedad civil, antes de la COP27 prevista en Egipto en noviembre de 2022.
Pero en este apartado tampoco está claro que mundialmente la población detecte la importancia relativa del problema del calentamiento global, que subordina ante problemas considerados más graves como aparece en la encuesta mensual de octubre de este año de IPSOS[12], donde la pobreza y la desigualdad social se convierte en el problema número uno a nivel mundial (con el 33% de los encuestados seleccionándolo), el desempleo es la segunda mayor preocupación (30%); la pandemia Covid-19, la tercera (29%); la corrupción financiera/política, la cuarta (29%); el crimen y la violencia la quinta (27%); y el cambio climático se sitúa en décimo lugar en la lista completa de 18 temas, todavía detrás de la educación, los impuestos y la inflación, todos con un 16%; aunque alcanza valores muy superiores en países como Alemania o Canada (34%).
Un aspecto positivo directamente incidente en la mitigación futura potencial se centra en el hecho de que las energías renovables se están volviendo más baratas que las provenientes de los combustibles fósiles, tal y como se aprecia en la Figura siguiente, lo que abre una ventana de esperanza a una transición energética, lenta y no sin tensiones en los precios de la electricidad, pero positiva. De hecho, existe un acuerdo global en el mundo científico (pero también en políticos y en el mercado) en que la transición energética necesaria se ha de basar en el desarrollo de las energías renovables, en sustitución de las fósiles, y en la mejora de la eficiencia energética.
Para lograr emisiones netas cero a mediados de siglo, el Pacto solicita acelerar las medidas de desarrollo de energías limpias y las de mejora de la eficiencia energética, “incluyendo la aceleración de esfuerzos hacia la disminución del uso remanente de carbón y hacia la disminución de los subsidios a las energías fósiles” (apartado 20 del Pacto).
Como vemos, se hace una referencia explícita a la eficiencia energética, aspecto en el que la edificación, responsable del orden del 40% de las emisiones globales de carbono, se convierte en objetivo fundamental de intervención, tal y como se constata en el hecho de que 136 países/partes hayan incluido la actuación en la edificación como prioridad.
Ante la constatación de la imposibilidad de fijar fecha para el abandono del uso del carbón y de las subvenciones a los combustibles fósiles[13], ante la oposición de grandes economías emergentes, sobre todo India[14], el Pacto solo incluye las llamadas anteriores a la puesta en práctica de medidas sectoriales para reducir las emisiones de GEI, que incluyan la reducción del carbón como fuente de energía y la reducción de los subsidios a los combustibles fósiles. Se han alcanzado compromisos para dejar de financiar nuevas centrales térmicas de carbón[15], pero estos no se han incorporado al Pacto, ni han sido firmados por la mayoría de las partes, incluidos los mayores promotores (India y China).
Complementariamente, el Pacto (apartado 21) hace hincapié en la importancia de proteger, conservar y restaurar la naturaleza y los ecosistemas, incluidos los bosques y otros ecosistemas terrestres y marinos, para lograr el saldo neto nulo de emisiones a mediados de siglo, al actuar como sumideros y reservorios de gases de efecto invernadero, a la vez que se protege la diversidad biológica, y se asegura la protección social y salvaguardias ambientales.
Adaptación.
En el segundo apartado –Adaptación- y en el sexto –Pérdidas y Daños- teniendo en cuenta los análisis ya presentados por el IPCC en 2018[16], y la constatación de que el incremento del calentamiento está incrementando los impactos sobre las personas y la naturaleza, se recomienda un esfuerzo en las políticas de adaptación, en reforzar la resiliencia y reducir la vulnerabilidad al cambio climático, principalmente tomando en cuenta las prioridades y necesidades de los países/partes en desarrollo.
Asumiendo que las posibilidades de mantenernos en un escenario de +1,5ºC es baja como demuestran los últimos informes publicados, señala que es necesario cambiar la atención y desarrollar una mayor capacidad de adaptación, ya que se estima que los periodos de retorno de fenómenos extremos se están acortando significativamente. Así, se estima que, en media, si se alcanzan los 1,5ºC de calentamiento, los eventos climáticos relacionados con el calor extremo, que ahora ocurren una vez cada década, lo harán cada 2,2 años; los eventos de calor extremo que ahora ocurren cada 50 años lo harán cada 6; o las lluvias torrenciales que se producen una vez por década lo harán cada 6 años y serán un 10% más intensas.
Por ello, en el epígrafe sobre Pérdidas y daños se pone el acento en la urgencia de que los distintos países/partes amplíen la acción y el apoyo, incluida la financiación, la transferencia de tecnología y la creación de capacidad, para implementar acciones que permitan prevenir, minimizar y abordar las pérdidas y los daños asociados con los efectos adversos del cambio climático. Y, particularmente, en los países en desarrollo e insulares, que son especialmente vulnerables a estos efectos.
Por ello, se “da la bienvenida” a los planes de adaptación enviados por los países/partes y se urge a la inclusión e integración de la adaptación en la planificación local, regional y nacional, así como se hace un llamamiento a la comunidad científica a investigar los impactos del cambio climático y las opciones de respuesta y necesidades de adaptación correspondientes; pidiendo a los países/partes que presenten sus actuaciones sobre adaptación antes de la COP27 (noviembre 2022, en Egipto).
Mercados de carbono.
Directamente asociado a la posibilidad de reducir el Calentamiento global se encuentra un segundo aspecto fundamental de esta COP26: lograr un mecanismo eficiente para internalizar el coste de las emisiones de carbono (Artículo 6 del Acuerdo de París) corrigiendo el fracaso que han significado las COP anteriores en el logro de este Objetivo.
Conviene recordar que el objetivo óptimo de este Artículo 6 del Acuerdo de París, siguiendo la experiencia de los aspectos positivos del mercado de carbono establecido en Kyoto (Mecanismo de Desarrollo Limpio), era establecer un marco para potenciar y vincular los mercados nacionales o regionales existentes de emisiones de carbono, y así crear uno nuevo global que sería administrado por la ONU, permitiendo el acceso al mismo a los países sin mercado propio. La filosofía inherente era que, si bien estos mercados no reducen las emisiones globales a corto plazo, su regulación (bien ejecutada ) permitiría que países y empresas con unos niveles de emisión superiores a los que se establecieran, pudieran pagar a otro –comprándole sus derechos de emisión- para que éste reduzca la cantidad de gases de efecto invernadero equivalente emitidos, a través de nuevos proyectos de mitigación (energías renovables, reforestación, etc.) aplicados con los fondos obtenidos. El mayor coste que implicaría la compra de derechos para empresas y países emisores llevaría a cambios estructurales en ellos que reducirían esas emisiones.
El que los derechos ofertados y registrados hasta la actualidad siguieran vigentes cara al futuro, pese a que no se corresponderían con reducciones reales de emisiones en ese futuro al que compromete el período post 2021, fue uno de los principales problemas, junto a los mecanismos para evitar la doble contabilidad (que los derechos vendidos no puedan ser usados por el vendedor) que han impedido llegar a un Acuerdo en la regulación, tanto en 2018 como en 2019; y que ha seguido siendo un obstáculo en la COP26 de Glasgow de 2021, ya que implica una elección entre pérdida del alto valor económico de esos derechos para los países citados, o asunción de emisiones en niveles inaceptables por la materialización de esos derechos. No obstante, de la cumbre de Glasgow sale el pacto para terminar de desarrollar el artículo 6 del Acuerdo de París, aceptando que se podrán seguir utilizando los derechos históricos, aunque se espera/desea una renuncia generalizada a dicha utilización. No obstante, no podemos entrar aquí en un análisis detallado de los acuerdos finales en este apartado, aunque sí podemos adelantar que, la típica solución intermedia -característica de estas COP-, difícilmente puede considerarse satisfactoria, dadas sus consecuencias para el Calentamiento Global Medio, pero, en todo caso, las reglas acordadas, aunque no son perfectas, dan a los países herramientas para evitar la doble contabilidad, dotan de mayor transparencia al mercado internacional de emisiones y facilitan los procesos de inversión verde de capital privado en países en desarrollo.
Financiación.
En la tercera parte del Pacto, el foco se pone en la financiación necesaria (Fondo de Adaptación y Fondo para los Países Menos Desarrollados, o necesidad de mayores aportaciones privadas) tanto para la mitigación como para impulsar el proceso de adaptación, sobre todo para los países/partes en desarrollo.
Se reclama una mayor aportación a estos Fondos por parte de los países desarrollados, teniendo en cuenta que, tras los 12 años transcurridos desde la COP15 de Copenhague, en 2009, donde se acordó que los países ricos aportarían cien mil millones de dólares anuales de financiación climática para los países pobres hasta 2020, en 2019, el flujo anual solo había alcanzado unos ochenta mil millones (la mayor parte, en forma de deuda reembolsable y vinculada a proyectos de mitigación de emisiones), lo que muestra el incumplimiento del compromiso asumido por los países desarrollados, responsables, con su crecimiento, de la acumulación de GEI en la atmósfera, cuyas consecuencias inciden muy negativamente sobre los países en desarrollo, cuya aportación a dicha acumulación de GEI es mínima.
Inicialmente se reclamaba que, como mínimo, los países desarrollados doblaran su financiación anual desde los niveles alcanzados en 2019 (160.000 millones de dólares/año), hasta 2025, acompañado de un esfuerzo en transferencia tecnológica y generación de capacidad de intervención, tanto en mitigación como en adaptación en los países en desarrollo; aun reconociéndose que dicha cantidad se encontraría muy por debajo de las necesidades detectadas[17], y que algunos países condicionan su descarbonización a la provisión de fondos suficientes (préstamos o subvenciones) para posibilitar dicha descarbonización, mejorar su adaptación a los impactos del cambio climático y recuperarse de los daños esperados de previsibles eventos climáticos extremos.
Finalmente, en Glasgow no ha habido un acuerdo claro e inequívoco para lograr fehacientemente que cada año se aporten los 100.000 millones de dólares ni para que los países desarrollados dupliquen sus aportaciones a partir de 2025. La única concesión material que se registró es la de, al menos, duplicar los del orden de 20.000 millones de dólares anuales disponibles hasta ahora para la adaptación, para 2025, señalando los países/partes desarrollados que no cumplirían la meta de los 100 mil millones de dólares/año, hasta 2023. Sin embargo, si hubo acuerdos parciales de ayudas condicionadas al logro de determinados objetivos[18], que parece ser una vía que tendrá un mayor y mejor futuro para las próximas COP.
Camino a la COP27 de Egipto.
La importancia reconocida a la ciencia, con las referencias en el Pacto al papel del IPCC y la necesidad de tener en cuenta los resultados de las investigaciones científicas parecen haber ganado peso entre las empresas y los políticos, lo que refuerza el papel que tendrá en la prevista COP27 los esperados tres informes en realización en el marco de su Sexto Informe Global. En el primero, ya se conoce su conclusión provisional de que, con certeza, los impactos del cambio climático ya están en el extremo superior de lo que se habían anticipado en informes anteriores, y que los efectos futuros, incluso si el calentamiento se limitara a 1,5°C, es probable que sean mucho más graves de lo que se pensaba anteriormente, tanto en los países “desarrollados” como en los “en desarrollo”.
Existen pocas esperanzas de que la trayectoria precisa en esta década en la evolución de las emisiones de GEI haga viable el limitar el calentamiento a 1,5ºC para finales de siglo, a menos que se produzcan desarrollos tecnológicos, todavía muy incipientes y de resultados inseguros, en tecnologías de captura de carbono.
No obstante, se han producido numerosos compromisos públicos y privados con previsiones de intervención e inversión que, si se materializan, pueden ayudar a paliar el ritmo de calentamiento y a afrontar las peores consecuencias de éste con actuaciones de adaptación y de promoción de resiliencia socioeconómica.
Las previsiones de poner en práctica por países/partes los mecanismos de ajuste de carbono en frontera, gravando las importaciones con carbono incorporado por encima de la producción propia, así como la uniformización y trasparencia en los estándares de sostenibilidad y emisiones, con el compromiso del Secretario General de Naciones Unidas de establecer un organismo para examinar los compromisos del “cero neto” al que nos hemos referido en este artículo, nos permitirán comprobar hasta qué punto esos compromisos se convierten en realidad.
Adicionalmente, hasta la COP27 dispondremos de los nuevos datos, informes y propuestas de los distintos organismos e instituciones internacionales y nacionales sobre políticas, presupuestos, evolución de emisiones, cambios en usos del suelo, etc., que van a condicionar los planteamientos de dicha COP27. En particular, en abril, se celebra la COP15 de biodiversidad de la ONU, y, en junio, Suecia organizará una conferencia para conmemorar el 50 aniversario de la primera cumbre de la Tierra (Cumbre de Río, de 1972) donde, sin lugar a duda se reflexionará también sobre los avances conseguidos en la Agenda 2030 y en sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre los que el calentamiento global juega un papel destacado.
______________________________________________
[1] https://unfccc.int/process-and-meetings/conferences/glasgow-climate-change-conference-october-november-2021/outcomes-of-the-glasgow-climate-change-conference; https://unfccc.int/sites/default/files/resource/cma2021_L16_adv.pdf
[2] https://www.miteco.gob.es/es/cambio-climatico/temas/211116notaresultadoscop26web_tcm30-533068.pdf
[3] Al margen de los Acuerdos del Pacto, 135 países se comprometieron a detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030; y 28 países, grande consumidores y productores de carne de vaca, soja, cacao y aceite de palma se comprometieron a corregir la deforestación en las cadenas de valor de los mismos.
[4] La Alianza hacia el “cero neto” de emisiones netas de GEI para mediados de siglo no sólo ha comprometido a 135 países, como señalamos en un epígrafe siguiente, sino que también han asumido este objetivo más de 3.000 empresas, 700 ciudades, 30 regiones y más de 600 instituciones universitarias, sino que también 170 fondos e instituciones financieras, representativas de más de 40.000 millones de dólares en activos, lo han hecho. De hecho, la Alianza Financiera para el Cero Neto de Glasgow se compromete a establecer, publicar y evaluar —con estrictos estándares científicos— sus estrategias de descarbonización, solicitando la definición de un marco regulatorio y de una taxonomía que facilite que los flujos de ahorro e inversión que el sistema financiero intermedia se dirijan a objetivos sostenibles medioambientalmente. Veinte aerolíneas miembros de la iniciativa Target True Zero (Aero, Air New Zealand, Air Nostrum, Alaska Airlines, Amelia, ASL Aviation Holdings, Braathens Regional Airlines, Easyjet, Finistair, Icelandair, Iskwew Air, Loganair, Mokulele, Ravn Alaska, Soundsair, Southern Airways Express, Surf Air Mobility, Viva Aerobus, Waltzing Matilda Aviation y Xwing) se han comprometido a diseñar aviones eléctricos, impulsados por hidrógeno, o aviones híbridos para vuelos de corta distancia y están trabajando para emplear nuevas tecnologías de propulsión para el 30 por ciento de las aeronaves, que sirven rutas de 750 km o menos, agregadas a sus flotas a partir de 2030. Luego descarbonizarán los aviones de mayor alcance “una vez que esto sea tecnológica y económicamente viable”.
[5] Acuerdo firmado por unos treintena países (Reino Unido, Canadá, India, Países Bajos, Austria, Noruega, Chile y Dinamarca, entre otros, aunque con la ausencia de EE UU, China, Alemania, Francia o España) y seis grandes fabricantes mundiales (Ford, General Motors, Volvo, Mercedes-Benz, Jaguar Land Rover y la china BYD) para lograr que, a partir de 2035, todas las ventas de camionetas y automóviles nuevos sean cero emisiones a nivel mundial, para 2040, y en los principales mercados, para 2035. Hay que recordar que España, en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, de mayo de este año, prohíbe, a partir de 2040, las ventas de coches que no sean de emisiones cero.
[6] Aunque en ese sentido hay que señalar que 103 países/partes, que suponen el 70% de la economía mundial y la mitad de la generación de metano, han acordado –sin ningún tipo de vinculación legal y al margen de la COP26- reducir las emisiones del mismo (gas 80 veces más potente que el CO2 en su contribución al calentamiento global) en un 30%, para 2030, si bien ni China, ni India ni Rusia, grandes emisores de metano, han firmado el acuerdo.
[7] Las emisiones de GEI que permanezcan en 2050 deben compensarse con tecnologías de secuestro de GEI o con reforestación, línea en la que también fuera de los acuerdos de la COP26, el Gobierno del Reino Unido ha promovido un acuerdo voluntario –sin ningún tipo de vinculación legal- que firmaron más de un centenar de países y más de una treintena de instituciones financieras, para poner fin a la deforestación y a la degradación de la tierra antes de 2030.
[8] IPCC, 2021: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [MassonDelmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S. L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L. Goldfarb, M. I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J. B. R. Matthews, T. K. Maycock, T. Waterfield, O. Yelekçi, R. Yu and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press. In Press. https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/report/IPCC_AR6_WGI_SPM.pdf
[9] Hay que tener en cuenta que, según Copérnicus (COPERNICUS. Actualizado 8 de enero de 2021. https://climate.copernicus.eu/index.php/2020-warmest-year-record-europe-globally-2020-ties-2016-warmest-year-recorded), la NASA (https://www.giss.nasa.gov/research/news/20210114b/) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) (https://hadleyserver.metoffice.gov.uk/wmolc/WMO_GADCU_2020.pdf), el promedio mundial de calentamiento, en 2020, fue de 1,1-1,3°C sobre los niveles preindustriales; y que esa cifra está aumentando en una media de 0,1-0,3°C cada década.
[10] 135 países, con el 85% de la población y el 90% del PIB mundial, responsables del 88% de las emisiones de GEI se han comprometido a emisiones nulas netas para mediados de siglo, si bien con posterioridad a 2050 en países como China, Australia, Rusia o India. No han aceptado este compromiso emisores significativos como México, Marruecos o Polonia.
[11] Climate Action Tracker (2021).- “Warming Projections Global Update”. November 2021. https://climateactiontracker.org/publications/glasgows-2030-credibility-gap-net-zeros-lip-service-to-climate-action/
[12] https://www.ipsos.com/en/what-worries-world-october-2021
[13] Hay que recordar que ya en 2018 –Emissions Gap Report 2018 (https://www.unep.org/resources/emissions-gap-report-2018) – señalaba que “Suprimir gradualmente todas las subvenciones a los combustibles fósiles propiciaría una reducción de las emisiones mundiales de carbono de hasta el 10% de aquí a 2030.” (Pág. 10 del Resumen Ejecutivo).
[14] India, uno de los mayores opositores a las restricciones al carbón, se ha comprometido a alcanzar emisiones netas cero para 2070, iniciando rápidamente una expansión masiva de energías renovables en los próximos diez años, reduciendo sus emisiones para 2030 en un 40%.
[15] El compromiso de más de 25 países de no realizar nuevas financiaciones internacionales para proyectos de combustibles fósiles para finales de 2022 es uno de los mayores éxitos de Glasgow, ya que permite trasladar cerca de 24.000 millones de dólares de fondos públicos, al año, desde inversiones en combustibles fósiles a inversiones en energías limpias.
[16] IPCC (2018).- “GLOBAL WARMING OF 1.5 °C” (8/10/2018). https://www.ipcc.ch/sr15/
[17] El Comité de Finanzas del UNFCCC ha estimado en entre 5,8 y 5,9 billones de dólares, hasta 2030, para cubrir los objetivos de mitigación y adaptación en los países en desarrollo. https://unfccc.int/sites/default/files/resource/cp2021_L.09E.pdf.
[18] Estados Unidos, Gran Bretaña, la UE, Francia y Alemania acordaron aportar 8.500 millones de dólares (en colaboración público-privada) para Sudáfrica, condicionada a descarbonizar la generación eléctrica con carbón, protegiendo y dando alternativas a las 120.000 personas que trabajan en el proceso.