Matas y Camps son las cenizas de una época dorada de esplendor donde se utilizó la psicología social para convencer al pueblo gobernado de la magnífica gestión de gobierno que estaban realizando, mientras el dinero escapaba a manos llenas en fraudes, trampas, corrupciones, falsificaciones, etcétera, etcétera.
El daño que ambos han hecho a sus Comunidades Autónomas, la herencia dolorosa de deuda y despilfarro que deberán pagar sus conciudadanos, la podredumbre que ha contaminado toda la Administración Pública y las relaciones empresariales, el deterioro de los servicios públicos de bienestar, no solamente es innegable sino difícilmente cuantificable por sus dimensiones.
Lo sorprendente es que ambos mandatarios parecen haber perdido la razón en un engrandecimiento del ego y no parece que quieran ser conscientes de lo que han hecho, de la inmoralidad de sus actuaciones y de las consecuencias fatales de su gestión. Más bien al contrario. Así podemos comprobarlo en la entrevista que Matas concedió a Jordi Évole en el programa Salvados o que Francisco Camps ha realizado para la revista Telva. En ambos no se aprecia ni un solo ápice de arrepentimiento, de humildad, de vergüenza, de perdón, sino que, por el contrario, continúan sacando pecho y autoproclamándose reyes en el desierto, véase a Camps “sintiéndose preparado para volver al frente del gobierno valenciano”.
Pero las circunstancias han cambiado. La crisis económica ha servido para destapar las miserias, para que la corrupción ya no pueda ser justificable, para que no se perdonen los despilfarros, para que la indignación ciudadana exija responsabilidades. La actual situación ya no es idílica, y mucho menos en la Comunitat Valenciana o en Baleares; la venda de los ojos de miles de ciudadanos, convencidos de que había algo bueno en los megaproyectos y banalidades del gobierno del PP, se ha caído. La realidad ya no es de color de rosa, sino más bien negra, muy negra para quienes no tienen trabajo, o les reducen los salarios, o no pueden estudiar en condiciones.
Ni Matas ni Camps se han dado cuenta que van “desnudos” en sus miserias. Que la gente ha descubierto que sus vestimentas son tan falsas como “el traje nuevo del emperador”.