La hipotética pérdida de un millón de votos del PSOE en el electorado de centro, del que habla alguna prensa, es un fenómeno estasiológico llamativo, porque denota la dificultad de unos electores para entender la dinámica de los partidos y sus posibilidades de acción política en el Estado democrático. De ser cierta esa apreciación (que deberá confirmarse en las próximas elecciones en un contexto de extrema polarización de las derechas por la ya evidente colaboración del Partido Popular con Vox) llama la atención que un electorado que se consideraba maduro, después de cuarenta y seis años de elecciones democráticas, se deje guiar más por los ecos que por las voces que emanan de la situación política española.
El motivo de esa supuesta huida de antiguos electores del PSOE hacia el Partido Popular sería el Gobierno de coalición con Unidas Podemos, que se fraguó en enero de 2020 después de las dos elecciones de 2019. Podría haber, nos dicen, unos electores que en abril y en noviembre de 2019 votaron al PSOE con la esperanza de que formara un Gobierno de coalición con Ciudadanos y quedaron desencantados con la coalición progresista de enero de 2020, pero de ser cierta esta explicación nos obligaría a reflexionar sobre la dificultad de ciertas franjas del electorado (posiblemente de clases medias) por entender tres circunstancias, a saber,
- Que si no gobierna el PSOE gobierna la derecha (y actualmente una derecha coaligada con la extrema derecha que quiere destruir todos los avances progresistas de las últimas décadas).
- Que el Gobierno de coalición de 2020 era el único posible si se quería evitar unas terceras elecciones.
- Que la obra del Gobierno de coalición ha sido, en conjunto, muy positiva para la mayoría de los españoles y que afrontó con gran eficacia una crisis socio-sanitaria tan devastadora como la del COVID-19.
Empecemos por el primer punto. A día de hoy, o gobierna la izquierda o gobierna la derecha. Actualmente no caben soluciones intermedias o de centro porque la sociedad española está lo suficientemente polarizada como para hacer imposible una coalición Partido Popular – PSOE. Los nostálgicos de una utopía nunca realizada (esa coalición Partido Popular – PSOE) olvidan que derechas e izquierdas poseen una concepción del mundo (la Weltanschauung) imposible de compaginar. Es cierto que en algunas Monarquías parlamentarias de Europa hay coaliciones derecha-izquierda hace muchas décadas, pero además de que son sistemas multipartidistas muy polarizados (véase Javier García Fernández: “Sistemas de partidos y normas electorales en Europa Occidental”, en la obra col. Los partidos, arma de la democracia, Barcelona, 1976, págs. 43‑56), la derecha belga, holandesa o noruega nunca ha intentado marginar y laminar a la izquierda cómo sí ha hecho la derecha española desde el siglo XIX.
Además, no debemos olvidar que el gran pacto social que permitió levantar el Estado social después de 1945 no conllevaba necesariamente Gobiernos de coalición, sino un acuerdo de respetar ciertas políticas públicas. Por eso es utópico, ingenuo o malintencionado hablar de pactos de Estado como eje de la política, porque la visión que tienen la izquierda y la derecha españolas sobre la educación, la sanidad, la política de gasto y el medioambiente es totalmente opuesta y enfrentada. Lo prueba el intento que hizo el PSOE, tras las elecciones de abril de 2019, de pactar con Ciudadanos (no con el Partido Popular) que Rivera boicoteó. De modo que en este país (no en Países Bajos, no en Dinamarca) o gobierna la derecha o gobierna la izquierda. Corolario: quien no quiere que gobierne el PSOE, sólo o en coalición con otras izquierdas, es porque quiere que gobierne la derecha, sin tapujos ni falacias.
En segundo lugar, el Gobierno de enero de 2020 era el único posible, a fortiori cuando Ciudadanos se había hundido electoralmente. Si no se hubiera formado ese Gobierno habría que haber acudido a unas terceras elecciones. No debemos olvidar que el Partido Popular en 2016 provocó con sus aliados mediáticos una gravísima crisis en el PSOE para que se abstuviera y así poder formar Gobierno en minoría, pero en enero de 2020 ese mismo Partido Popular no estaba dispuesto a abstenerse para que el PSOE formara sólo un Gobierno. Y visto con frialdad, un Gobierno socialista minoritario formado gracias a la abstención del Partido Popular habría estado condenado al fracaso como ocurrió con el Gobierno de Rajoy en 2018. Por ende, habría que pedir a los críticos de izquierda del Gobierno de coalición que nos digan qué otra salida había en 2020.
En tercer lugar, en fin, los desencantados del voto socialista no deberían olvidar el ingente trabajo del Gobierno de coalición frente a la pandemia del COVID-19. España ha salido, social, económica y sanitariamente, muy bien de la crisis y hasta ha conseguido unas ratios de crecimiento y de avance social como hacía una década que no se producían. Ha sido una acción de Gobierno progresista que, sobre todo, ha tenido como objetivo la lucha por la igualdad económica y social. Los inevitables errores y excesos en un Gobierno de coalición donde uno de sus partidos no tenía la menor experiencia de gestión son secundarios al lado de los avances sociales conseguidos. Tampoco debe olvidarse que el Gobierno del Presidente Sánchez recibió en 2018 un país donde una Comunidad Autónoma estaba en rebelión, con sus principales dirigentes en la cárcel o huidos por causa de la desidia de Rajoy que no quiso esforzarse en parar la rebelión. Por eso ha de valorarse el esfuerzo pacificador de los dos Gobiernos del Presidente Sánchez en Cataluña, esfuerzo que ha dado como resultado que la opinión pública catalana ya no apoye mayoritariamente la independencia, ni los partidos independentistas son hegemónicos como lo eran en 2017 y 2018.
Estas tres consideraciones nos permiten reflexionar sobre el sentido del voto de algunas franjas de electores, posiblemente de clase media, que se mueven más por utopías y falsas percepciones políticas que por la realidad de los intereses políticos que enfrentan a las derechas y a las izquierdas.