Las elecciones del 10 de noviembre han dejado perplejos a muchos comentaristas, algunos de los cuáles han acabado opinando que para este viaje no hacían falta estas alforjas. En general, los medios de comunicación y algunos dirigentes de partidos señalan la dificultad de formar Gobierno y los problemas de gobernabilidad que van a emerger a continuación. El panorama, ciertamente, no es fácil pero hay puertas que se pueden abrir. Antes de examinar eventuales salidas conviene recordar algunas circunstancias que pueden ayudar a entender la situación política.
En primer lugar, los bloques izquierda / derecha permanecen bastante fijos. El bloque de la izquierda (PSOE y Unidas-Podemos más, en noviembre de 2019, Más País) ha pasado de un 42’99 % a un 42’92. Y la derecha (Partido Popular con Ciudadanos y con Vox) ha bajado también ligerísimamente, desde de un 42’81 % a un 42’70. En cambio, si lo vemos bajo el prisma de los escaños, la izquierda ha pasado desde 165 escaños hasta 158 escaños y estos siete escaños se han perdido sobre todo en el campo de Unidas Podemos que, por sí solo, pierde precisamente siete diputados. Y, frente a eso, la derecha ha pasado de 147 escaños a 150 escaños. Como se ve, los dos bloques izquierda / derecha conservan el mismo porcentaje y la derecha sólo ha ganado tres escaños. No obstante, los resultados del Partido Popular son los peores de su historia, salvo los de abril de este mismo año.
En segundo lugar, y aquí sí surgen diferencias entre uno y otro bloque, si en la izquierda el giro más intenso ha sido el de los siete diputados perdidos por Unidas Podemos, en el bloque de la derecha hay que destacar el gran hundimiento de Ciudadanos, que ha perdido 47 escaños que van al Partido Popular (22) y, más aún, a Vox (28). Este cambio tiene grandes consecuencias.
En tercer lugar hay que destacar la aparición de partidos o agrupaciones nuevos (Más País, Teruel Existe), de partidos preexistentes que nunca habían concurrido a las Cortes Generales (CUP) y de partidos que ya habían concurrido pero sin lograr escaños en la última convocatoria (BNG). También tiene importancia esa dispersión.
En cuarto lugar, ante las quejas y acusaciones de tantos comentaristas y de algunos ciudadanos (“los partidos son incapaces de entenderse”), hay que decir que la complejidad electoral es una complejidad querida, deseada, apoyada por los ciudadanos. Vistos los fracasos en la formación de Gobierno en 2016 y 2019, el elector español podía haber elegido apoyar masivamente a los grandes partidos (PSOE y Partido Popular). Todo lo contrario, el electorado ha votado por la dispersión electoral, por una dispersión creciente. Como ha comentado el profesor Tezanos, ya no quedan colores en la paleta para tanto partido.
En quinto lugar, se advierte, como tendencia constante, una cierta volatilidad en los nuevos partidos, que se introducen en el sistema de partidos sólo como segundones, sin posibilidad de desplazar a los dos grandes (PSOE y Partido Popular). Es cierto que ha habido intentos de superar a estos partidos grandes por parte de Podemos y de Ciudadanos pero han fracasado. Y decimos volatilidad porque Podemos no ha dejado de descender, más o menos lentamente en votos y en escaños y Ciudadanos ha tenido una caída similar a la que tendría desde una alta montaña. Otro dato a manejar en el futuro.
En sexto lugar, en conjunto, el independentismo catalán sólo ha crecido ligeramente pues en abril de este año el independentismo obtuvo 22 escaños (a los que habría que agregar una parte de los siete de En Comú Podem) y en noviembre ha alcanzado 23 (el partido de Colau sigue reteniendo sus siete Diputados). Un dato importante es que en abril el voto anticatalanista dio siete escaños y en noviembre ese voto ha alcanzado seis diputados pues los votos de Ciudadanos se han dirigido ahora al Partido Popular y a Vox.
En séptimo y último lugar, hay que destacar el ascenso de Vox, que se asemeja a los partidos similares de Francia, Italia y Alemania. No debemos desdeñar una futura volatilidad, pues sin la rebelión catalana, Vox no habría conseguido tantos escaños de electores que no son de extrema derecha sino ciudadanos indignados frente a la agitación secesionista. No es para echar las campanas al vuelo porque hay una línea de continuidad entre los dirigentes y el programa de Vox (y parte de su militancia) y el régimen franquista y por eso el tema es serio. Sobre todo, como escribía aquí la semana pasada, porque Vox tiene fuerza porque se la dan el Partido Popular y Ciudadanos, que por apoyarse en el partido fascista, lo han “blanqueado” y además se sitúan en posición ancilar ante Vox.
Estas ideas nos ayudan a entender que España está conociendo un importante cambio de paradigma en su sistema de partidos: fin del bipartidismo imperfecto y proliferación de partidos subalternos. Y, como hemos escrito aquí muchas veces, ese cambio de paradigma no ha ido acompañado de un cambio de las reglas del juego, de la Constitución. Al final, el cambio de paradigma impide elegir Gobiernos e impide asegurar la permanencia y el margen de maniobra del Gobierno que salga elegido.
Pero mientras no se reforme la Constitución y/o la legislación electoral, estamos en riesgo de no poder formar Gobierno y tener que acudir a otras nuevas elecciones. Quizá hubiera sido útil explorar un acuerdo de investidura con el Partido Popular, Ciudadanos, PNV y varios partidos minoritarios (PRC, Coalición Canaria y Navarra Suma) para obtener el voto favorable o, al menos, la abstención con un programa social, económico, territorial (con especial interés en una política activa en Cataluña) y de reforma constitucional. Quizá para el Partido Popular para ese pacto de investidura hubiera reportado alguna utilidad pues ya pidió en 2016 la abstención al PSOE. Además, hubiera ayudado al partido de Casado a liberarse del abrazo de Vox y mostrar que apuesta por la democracia, acordando incluso con el PSOE reformas constitucionales que pudieran favorecer al Partido Popular en el futuro y (también) liberar a este partido de la presión de Vox. Sin embargo, el Partido Popular no ha querido entrar en esa dinámica.
Frente a esa alternativa, el Presidente Sánchez tenía una primera obligación, que era evitar una nueva disolución, y una segunda obligación, formar Gobierno muy rápidamente pues España, su economía, sus inversores, sus trabajadores y sus pensionistas no podían continuar sin Presupuestos y sin un horizonte político estable, Por eso el Presidente Sánchez ha pactado con Unidas Podemos porque Espala necesita Gobierno y lo necesita ahora. La derecha, las asociaciones empresariales se rasgarán las vestiduras pero, al igual que ocurre en Cataluña frente al independentismo, no han sido capaces de influir y convences a los partidos de la derecha de llegar, ¡en julio! A un pacto con el PSOE. ¿De qué se quejan?
En conclusión, a pesar de que no ha habido cambios electorales significativos, la gobernabilidad no se presentaba más fácil que tras elecciones del pasado abril. Al final, la gobernabilidad se reconduce, en la práctica, a un Gobierno de coalición con Unidas Podemos.