La incorporación de la mujer al ámbito laboral español ha sido uno de los principales acontecimientos sociales y económicos que han sucedido en nuestro país en los últimos años. Se han conseguido avances, pero en la actualidad las diferencias de género continúan manifestándose.
Las mujeres seguimos siendo una de las partes de la sociedad más desfavorecidas, prácticamente, en todos los ámbitos. A diario vemos en las noticias como son asesinadas mujeres y en ocasiones sus hijos a manos de sus maridos; violaciones grupales de mujeres jóvenes, desgraciadamente la violencia de género está al orden del día. Algo está fallando en la educación de la ciudadanía que sigue permitiendo que los hombres continúen sintiéndose superiores a las mujeres. La condena de la violencia machista ha de ser un continuo de nuestra sociedad. No al sesgo de género y no a la violencia machista.
Brecha salarial, desempleo, cuidados a la familia, sufrimos una desigualdad estructural por el simple hecho de haber nacido mujer.
En el ámbito laboral, que es en el que me voy a centrar, también existen diferencias de género. La falta de participación de las mujeres en algunas actividades productivas, de acceso a puestos directivos y de responsabilidad, la menor remuneración, y el reparto de las responsabilidades familiares son algunas de las cargas que aún recaen sobre la mujer.
La crisis económica vivida junto con la producida por la pandemia ha supuesto un agravamiento de las condiciones de vida y trabajo que también ha vuelto a perjudicar principalmente a las mujeres, que partíamos de situaciones más desfavorecidas provocadas, entre otras, por la Reforma del mercado de trabajo del Partido Popular, Real Decreto-Ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, que redujo derechos laborales, sociales y de la ciudadanía en general y de las mujeres trabajadoras en particular.
El abaratamiento del despido, y la flexibilización de las relaciones laborales han sido una consecuencia clara de la misma. Los salarios disminuyeron, la temporalidad aumentó, y los contratos a tiempo parcial se han incrementado, aspectos que también han perjudicado en su mayor parte a las mujeres.
El desempleo, se ha centrado también en las mujeres. Los sectores más feminizados son los que se han visto más afectados por las crisis, poniendo de manifiesto el problema estructural de los cuidados de la familia. Los cuidados familiares (personas mayores, dependientes o menores) siguen ejerciéndose mayoritariamente por mujeres. El 88,99% de las excedencias para cuidados de hijos las asumen las mujeres, el 85% de las reducciones de jornada para el cuidado de hijos son satisfechas por mujeres. En definitiva, desgraciadamente la corresponsabilidad sigue siendo “cosa de mujeres”.
El pasado 22 de febrero, Día por la Igualdad Salarial, las organizaciones sindicales volvimos a denunciar la desigualdad que padecemos las mujeres en el trabajo, y las consecuencias que ello tiene para el desarrollo de la vida personal. No a la brecha salarial.
Según la Encuesta de Población Activa (cuarto trimestre) la tasa de actividad de los hombres es 10 puntos superior a la de las mujeres, 63,65 frente a 53,95. La tasa de paro femenina es mayor que la masculina, más de 3 puntos. Y la tasa de empleo es mayor en los hombres que en las mujeres casi once puntos.
La mayor parte de los empleos indefinidos corresponden a los hombres, al igual que los contratos a tiempo completo. Las mujeres tenemos el 36% de los empleos indefinidos y a tiempo completo, y los contratos temporales y a tiempo parcial se corresponden en un 60% con mujeres. La desigualdad está avalada por las cifras.
Tres de cada 4 contratos a tiempo parcial “indeseados” están firmados por trabajadoras. Trabajamos menos horas, por tanto, cobramos menos que los hombres. Y a menor salario, menores prestaciones de desempleo, menores pensiones de jubilación, mayor pobreza, desigualdad, y brecha de género. Con salarios bajos y contratos precarios y a tiempo parcial, las mujeres no vamos a poder mejorar nuestra condición de vida, ya que el trabajo es fundamental para poder tener independencia económica que garantice autonomía y libertad en el presente y en el futuro. Las dificultades y la precariedad en todas sus versiones se han centrado en nosotras. No a la desigualdad económica.
La reciente Reforma Laboral, Real Decreto-ley 32/2021, de 28 de diciembre, de medidas urgentes para la reforma laboral, consensuada por organizaciones sindicales UGT y CCOO y empresariales CEOE y CEPYME junto con nuestro Gobierno, va a mejorar la estabilidad en el empleo y la transformación del mercado de trabajo, se trata de reducir la precariedad y la brecha de género que sufrimos las mujeres.
Esta nueva Reforma junto con la subida del Salario Mínimo Interprofesional a 1000 euros brutos al mes suponen una nueva expectativa para las mujeres trabajadoras, ya que los sectores en los que hay mayor implantación de mujeres trabajadoras son aquellos en los que las personas asalariadas cobran salarios por debajo del SMI.
Otro aspecto contemplado en la actual Reforma y que incidirá en la mejora de las condiciones de trabajo de las mujeres es la regulación de las contratas y subcontratas. La Reforma de 2012 permitió a las empresas subcontratistas imponer sus condiciones particulares al margen de las del sector, encadenar contratos temporales sin límite, produciendo un deterioro en la negociación colectiva, que viene siendo la base de la mejora de la calidad de vida y del estado de bienestar de la clase trabajadora de nuestro país.
El empleo femenino muchas veces se produce en este tipo de empresas (limpieza, ayuda a domicilio, camareras de piso, empresas multiservicios,) pasará a tener las mismas condiciones que las personas trabajadoras de la empresa principal, ya que se les va aplicar el mismo convenio colectivo correspondiente al sector de la actividad que desarrollan. Por lo general los convenios sectoriales recogen mayores y mejores condiciones que los acuerdos de empresa. De esta manera los salarios por debajo del sector que normalmente se centraban en mujeres trabajadoras van a ser renovados.
Importante también para la mujer trabajadora que como hemos visto sufre mayor tasa de temporalidad, es el tratamiento que tiene en la actual Reforma. El contrato laboral indefinido va a ser la modalidad ordinaria para la contratación, se elimina el contrato por obra y servicio que en un alto porcentaje también se realizaban a mujeres trabajadoras, se reducen las causas para poder realizar contratos temporales y por sustitución, limitando su duración en el tiempo, algo que beneficiará a muchas trabajadoras (actividades agrarias, forestales y de pesca, la restauración o la industria manufacturera). Mayor seguridad y estabilidad.
Por tanto, la reducción de la temporalidad y la prevalencia del convenio sectorial en la subcontratación mejorara los salarios, y el estado de bienestar de la mujer trabajadora.
Y no debemos olvidar que la brecha salarial tiene como una de sus causas la dificultad de conciliar la vida laboral y familiar, que suele aumentar cuando las mujeres tienen descendencia, o se ocupan de los cuidados de los mayores o de dependientes, y la única oportunidad es trabajar a tiempo parcial para compaginar “sus responsabilidades” familiares.
Las nuevas normas están ahí, y son favorables a la mejora de la situación de la mujer en el entorno laboral, ahora deben cumplirse con celeridad, incluyendo la Ley de igualdad de género (RD-Ley 6/2019) y los planes de igualdad, tan sólo un 20% de las empresas de más de 100 trabajadores y trabajadoras los tienen registrados.
El 8 de marzo nos hemos movilizado haciendo un llamamiento a la sociedad, las feministas hemos dicho, ¡basta ya! Necesitamos un cambio cultural, laboral y social, la trasformación es necesaria. Estamos en el siglo XXI, y no podemos permitir que la igualdad no sea plena, y que los derechos de las mujeres que han costado décadas conseguirlos sigan cuestionándose en diferentes ámbitos: laboral, político, familiar…
El camino hacia la igualdad es aún largo y como vemos día a día tiene muchos impedimentos. Y las feministas y socialistas tenemos que estar al frente reivindicando políticas públicas de igualdad. Es crucial el papel de los Gobiernos en este cambio cultural para frenar el continuo ataque al feminismo y a los derechos de las mujeres.
El camino es largo, con la fuerza que habitualmente tenemos las feministas hemos de seguir luchando para que la reconstrucción de nuestro país hacia la igualdad sea una premisa fundamental en todos los ámbitos. Nuestras hijas no se merecen un país insostenible. La educación en igualdad, las leyes que contemplan perspectivas de género, son alguno de los pasos a implementar. La justicia social no se conseguirá sin igualdad plena entre hombres y mujeres.