Que el grupo terrorista Hamás no debe ser controlando política y territorialmente la Franja de Gaza tras su cruel ataque a Israel del 7 de octubre es evidente. Al mismo tiempo, es asimismo fundamental evitar caer en la venganza y el castigo colectivo, con bombardeos indiscriminados sobre Gaza, al menos por el resultado sino por la intención, con la constante muerte de civiles, muchos de ellos niños. Tampoco es aceptable cortar los suministros básicos a la Franja y dar plazos sumarios a la población civil para evacuar la zona de combate, y sin prever corredores humanitarios.  En definitiva, el gobierno de Israel no solamente está incumpliendo el Derecho Internacional Humanitario sino cometiendo un grave error moral y político: identificar Gaza y más de dos millones de personas con Hamás, y alimentar su propaganda con cada imagen televisiva diaria: muertos y más muertos, un padres abrazado a su hijo bajo los escombros,  ambos fallecidos, madres que sostienen bebés sin vida en sus brazos, etcétera. Hay que parar este horror.Ante esta situación, es fundamental que la posición europea sea cohesionada, clara, e influyente. Su conformación no ha sido fácil, pero la aportación española ha sido determinante, en un marco de perfecta sintonía entre el presidente Sánchez y su ministro Albares, de un lado, y Alto Representante de la UE, Borrell.Primero hubo que poner en orden, y se hizo de manera rotunda. Cuando pocas horas después del ataque terrorista, el comisario encargado de vecindad, el ultraderechista húngaro Várhelyi anunció por sí y ante sí que se suspendía la ayuda a Palestina, Albares reaccionó inmediatamente mostrando su oposición y frenando una iniciativa personal que no contaba con el apoyo del Borrell, que también es vicepresidente de la Comisión, ni con el del colegio de comisarios. El ministro además anunció el aumento de la ayuda bilateral española en cuatro millones de euros. Poco después, cuando la presidenta Von der Leyen se plantó en Tel Aviv para dar un apoyo incondicional al estado de Israel, y sin hacer referencia alguna a las víctimas gazatíes inocentes, Borrell tuvo que recordar, en público, que ni era esa la posición europea, ni tenía la alemana la competencia para trasladarla. Von der Leyen tuvo que dar marcha atrás, asumiendo que el apoyo al derecho de Israel a eliminar la amenaza terrorista que constituye Hamás, debe respetar el Derecho Internacional, y que hay que atender las necesidades humanitarias de Gaza. De tal modo que la ayuda europea a la población civil se ha triplicado. El Alto Representante también fijó en el Parlamento Europeo una importante línea ética al decir que hay más fuerza moral para condenar a Hamás y sus actos cuando también se condena la muerte de miles de inocentes en la Franja de Gaza. También fue notable el discurso del propio Albares, en nombre de la presidencia de turno del Consejo, y el de la presidenta del Grupo Socialista, Iratxe García Pérez, en el mismo debate en la Eurocámara, en plena sintonía.Posteriormente Sánchez (acompañado de Albares) y Borrell participaron en la Cumbre del Cairo, donde lideraron el relanzamiento de la solución de los dos Estados, que es la posición tradicional europea, proponiendo además España una conferencia de paz (recordemos que el camino a los acuerdos de Oslo partieron de la conferencia de Madrid del 1991, siendo presidente Felipe González).El colofón ha venido con el Consejo Europeo de 26 de octubre, al que también asiste Borrell, y donde Pedro Sánchez ha conseguido que  la UE reclame pausas humanitarias de los combates para que entre la ayuda y la población civil pueda refugiarse (no importa tanto que se le llame alto el fuego o no, sino sus resultados prácticos), y que se reitere la solución de los dos Estados, y que se respalde la idea de la Conferencia de Paz.Ciertamente queda mucho por hacer. Por ejemplo convencer a Israel de que evite más muertes de civiles cuando invada, como parece, la Franja. Y determinar quién puede gobernar viablemente este territorio tras la desarticulación de Hamás. Pero por el momento cabe poner de relieve el extraordinario liderazgo del socialismo español en la política europea respecto de esta trágica crisis.