En diversas ocasiones, en este foro, hemos analizado un problema de extrema gravedad como civilización: la pobreza infantil. La Rae define la civilización como el “conjunto de costumbres, saberes y artes propios de una sociedad humana”. Una civilización que ha sido capaz, en menos de un año, crear y poner a disposición de la humanidad variadas vacunas contra el virus Sars Cov 2 (constructos culturales), que han salvado a millones y millones de vidas en todo el mundo (prioritariamente en el más desarrollado). Pero, paradojas del ser humano, también otros tantos millones de mujeres, hombres y menudos se desenvuelven en la miseria más indigna (máxime tras la vivencia de una pandemia tan letal, que ha agravado sus circunstancias).
Según el informe Evitemos una década perdida: Hay que actuar ya para revertir los efectos de la COVID-19 sobre la infancia y la juventud[1], de UNICEF es “la peor crisis para la infancia en nuestros 75 años de historia”. Ha invertido buena parte de los avances de las últimas décadas en favor de la infancia, tal como se constata con los 100 millones más de niños y niñas pobres multidimensionales (1,8 niños por segundo desde marzo de 2020) que sufren retrocesos en su salud, en el acceso a la educación, a la nutrición, y a la salud mental (un 10% más desde 2019). Las previsiones de UNICEF apuntan que se tardará entre siete u ocho años en retornar a las cifras anteriores a esa fecha.
Se revela, también, que aproximadamente 60 millones más viven, a día de hoy, en hogares pobres, en comparación con el periodo pre-pandémico (1.000 millones experimentaban al menos una privación grave, como falta de acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, a la nutrición, al saneamiento o el agua). Por otro lado, en 2020, más de 23 millones de pequeños no recibieron sus vacunas esenciales (cuatro millones más respecto a 2019).
En la fase más complicada de la pandemia, más de 1.600 millones de estudiantes se vieron imposibilitados en asistir a sus escuelas; un 13% de los adolescentes, entre los 10 y los 19 años mostraron problemas de salud mental (en octubre de 2020, el 93% de las prestaciones de salud mental, en todo el planeta, estaban suspendidas); 160 millones obligados a trabajar (8,4 millones más de niños desde 2017-2018) y 9 millones están en alto riesgo de verse en la tesitura de hacerlo debido al aumento de la pobreza. Además, en 104 países se interrumpieron los servicios de prevención y atención a la violencia, 50 millones sufrían inanición, pudiéndose alcanzar – según UNICEF- los 59 millones a finales del 2022.
Se previene sobre el peligro que corren los derechos de la infancia. No en vano, 426 millones habitan en zonas de gran conflictividad y en estado de guerra (las mujeres y niñas son las más expuestas). Por último, destacar que cerca de 1.000 millones lo hacen en países de gran vulnerabilidad al cambio climático.
En el contexto europeo, Save the Children, alertó hace unos meses en el informe Garantizar el futuro de los niños y niñas: cómo acabar con la pobreza infantil y la exclusión social en Europa[2] sobre que actualmente alrededor de 20 millones de niños y niñas viven en situación de pobreza o exclusión social en Europa (un dato que ha aumentado en 2020 por la pandemia de la COVID-19).
Analiza 14 países europeos (entre ellos 9 de la U.E.), de tal suerte que ninguno está exento de pobreza infantil. Si antes de la pandemia 18 millones de pequeños crecían bajo parámetros de riesgo de pobreza, esta cifra se elevó, como decíamos a los 20 millones y podría incrementarse, en caso de no adoptarse las disposiciones pertinentes. Sirva de ejemplo Alemania, uno de los países del mundo más ricos, en donde uno de cada cuatro pequeños está en riesgo de pobreza.
Específicamente, son los que viven en familias monomarentales o numerosas, los de origen migrante, los que sufren discapacidades, los pertenecientes a minorías étnicas o los que viven en zonas rurales o desfavorecidas los que presentan tasas más elevadas de pobreza. Sintomático resulta que, tanto en nuestro país como en los Países Bajos, cerca del 40% de los chiquillos en riesgo de pobreza procedan de familias con trabajos, lo que pone en entredicho que el empleo sea garante de bienestar (trabajadores pobres).
¿Qué hacer ante esta tozuda y cruel realidad en nuestro país?
El Plan de Acción de Garantía Infantil en España es un instrumento de extraordinario valor para luchar contra la pobreza infantil. Lucha que debe encararse desde las políticas fiscales, promoviendo ayudas económicas directas para estos pequeños y sus familias. El Ingreso Mínimo Vital ha sido un mecanismo muy eficiente para que, junto a las rentas mínimas autonómicas, se dé cobertura no solo a las familias y sus hijos que transitan en la pobreza más extrema, sino a la totalidad de las familias pobres.
¿Qué hacer en orden a apoyar a las nuevas generaciones y las que están por llegar, en esta nuestra “guarida global”?
Básicamente invertir en protección social destinada a la infancia desde una visión integral y trabajar desde la prevención, adecuando las medidas que se adopten a las necesidades que vayan surgiendo (abordando con fórmulas novedosas y eficientes, en el caso de los países con mayores dificultades, las hambrunas, el cambio climático…).
Lo expuesto requiere repensar la sociedad global en la que vivimos, quizá sea una gran oportunidad para alcanzar lo que cualquier ciudadano de bien anhela: justicia y equidad para tod@s puesta la mirada en construir, por fin, una humanidad con mayores niveles de bienestar.
________________________________
[1] Véase, https://www.unicef.org/es/informes/unicef-75-evitemos-una-decada-perdida
[2] Véase, https://www.savethechildren.es/actualidad/informe-garantizar-futuro-ninos-ninas?utm_source=Facebook&utm_medium=SocialMedia&utm_campaign=Pobreza&utm_content=informe