La sucesión de actos de la itinerante convención del Partido Popular, que han concluido con un mitin en la plaza de toros de Valencia, supone para algunos la confirmación de un giro político de gran trascendencia. ¿Por qué Casado ha impulsado esta especie de “semana fantástica” donde, como unos conocidos grandes almacenes, se ha lanzado a vender mercancías a precios rebajados?
Casado ha preparado esta operación propagandística (con algún error notable, como la presencia de Sarkozy), en primer lugar, para afianzar su posición dirigente, ad extra y ad intra. Casado sabe (o se lo deberían contar) que su imagen como líder está devaluada, que se le ve inmaduro, poco sólido y sólo con capacidad para insultar, sin hacer oposición constructiva o alternativa. También sabe que parte de su terreno político lo ha ocupado Vox. Y sabe, por último, que en el interior del partido Díaz Ayuso (a las claras y con gran capacidad de presión y hasta de extorsión) y Núñez Feijoo (de manera sibilina y con métodos más acordes a un partido democrático) están esperando que fracase para intentar hacerse con el poder. En conclusión, Casado sabe que si fracasa en las próximas elecciones a Cortes, no volverá a ser Presidente de su partido, porque Díaz Ayuso y Núñez Feijoo (y quizá algún otro dirigente regional) le estarán esperando.
Desde esta perspectiva, es natural que los estrategas del Partido Popular idearan una gran operación de propaganda para afianzar a Casado y, de paso, debilitar al Gobierno, al PSOE y a Vox. Lo que no está claro es que los resultados de esta semana de agitación y propaganda hayan sido los que esperaban los dirigentes del Partido Popular. Toda la operación ha facilitado que el partido conservador haya estado una semana entera en primera plana de los medios de comunicación, pero, ¿a qué precio?
Dejando aparte la inelegancia política de contraprogramar un acto del PSOE (su Congreso federal), cuando en España hay cincuenta capitales de Provincia, la operación del Partido Popular ha sido un relativo fracaso por dos motivos, a saber: porque ha alejado al partido del centro político y lo ha alojado en la extrema derecha y, en segundo lugar, porque a pesar de las apariencias no ha neutralizado a Díaz Ayuso, sino todo lo contrario.
Un cuasi-congreso, que tenga como resultado posicionar al partido conservador en la extrema derecha, es un fracaso, porque le aleja de una franja importante de su electorado que es el centro. Es cómico que el poco refinado Secretario General del partido, García Egea, afirmara que querían dirigirse a sectores socialdemócratas que votan al PSOE. ¿Se lo creía o era un chiste? La convención ha situado al Partido Popular en la extrema derecha por las líneas programáticas acordadas o exhibidas; las propuestas sobre el Estado autonómico, la persistencia en el bloqueo de la provisión de los órganos constitucionales, la amenaza de revisar toda la obra legislativa del actual Gobierno, el rechazo a un acuerdo sobre pensiones, etc. El fin de esa escora ha sido, naturalmente, persistir en la equivocada línea de Casado de competir con Vox en lugar de aproximarse al centro. Además, las intervenciones de algunos invitados, como Aznar, Vargas Llosa, Vidal- Quadras y Girauta, no han ayudado. Se saca la impresión de que esta convención del Partido Popular lo ha alejado del centro y lo ha introducido en el más limitado campo de la extrema derecha. Lo vio muy bien el editorial de El País del 3 de octubre (“Por pura decencia”), frente al melifluo editorial de La Vanguardia del 2 de octubre (“Casado y el PP, entre el pasado y el futuro”), que nos muestra cómo el periódico de Barcelona no deja de ser el portavoz de todas las derechas catalanas.
El problema de introducir al Partido Popular en la franja política de la extrema derecha es que lo aleja del sistema constitucional, porque, al igual que Vox, niega legitimidad al Gobierno y a los partidos que lo sustentan, niega el pluralismo de la sociedad española, pone en cuestión la alternancia democrática de los Gobiernos y, por ello, pretende expulsar del juego político a la mitad de los electores. El posicionamiento del Partido Popular en la extrema derecha le aleja de los partidos conservadores europeos y siembra la duda de si un hipotético Gobierno de Casado no pretendería rebajar los estándares de calidad democrática de nuestro sistema político.
El segundo motivo que nos hace pensar que la convención conservadora ha sido un fracaso es el fortalecimiento de Díaz Ayuso. Ya llamaba la atención que en medio de la convención se fuera a Estados Unidos para lanzar fotos y tuits hacia España, con el fin de contraprogramar la operación de su propio partido. Pero el regreso ha sido triunfal, ha sido apoyada y muy aplaudida por los asistentes y lo único que ha dicho con rotundidad es que va a seguir en Madrid. ¿Y dónde está ubicada la Presidencia del Gobierno? Por eso, la convención ha venido a reforzar a la gran ausente, que al final ha desembarcado en Valencia en olor de multitud. Por cierto, ¿cuánto ha constado a la Administración de la Comunidad de Madrid el viaje de su Presidenta?
No creo que esta convención ayude al Partido Popular a remontar en los sondeos serios (no los que encarga la prensa conservadora), sino que, por el contrario, ha permitido afianzar la sombra de Díaz Ayuso detrás de Casado y a dar la imagen de que es un partido extremista que sólo quiere competir con Vox. Mientras tanto, Casado y su partido (con apoyo de Vox) seguirán abroncando al Gobierno legítimo y convirtiendo el Parlamento en una continua pelea tabernaria.