Leo extractos del ciudadano y confirmo lo que ya intuía. Enarbola una bandera blanca como mejor argumento para blanquear su inanidad. Considerando los niveles de activación de mecanismos de defensa contemplados en la guía de diagnóstico DSM-IV, la protección del ego de Rivera está en el nivel cinco de siete. Un nivel en el que se produce la mayor distorsión de las imágenes: la propia y la ajena. Sea lo que recuerda o lo que interpreta, revive una fantasía autista aderezada con múltiples identificaciones proyectivas en medio de una extrema polarización. Sus memorias deberían ir acompañadas de un ejemplar de la obra de Anna Freud (1936/1966). The ego and the mechanisms of defense. New York: International Universities Press. Aunque no le tenga fe al psicoanálisis, al menos se le pasará más entretenido leyendo entre líneas. Él cree que su iniciativa last time pacifista y centrista le dejó electoralmente en tierra de nadie. Felices los infelices porque de ellos es el reino del consuelo.

Como tan bien describió Enrique Moradiellos: “Hay que entender que el 1 de abril de 1939 terminó la Guerra Civil pero no llegó la paz, llegó la victoria. Lo que vino después fue ajustar cuentas al enemigo para que no se revocara el significado del resultado de la contienda”. La victoria permanente, el tiempo entre el fin de la II República y la muerte del dictador Franco, es terra incognita, un silencio sonoro. En el cine Bardem (El puente, 1978) Garci (El crack 1, en 1981 y El crack 2 en 1983), Berlanga (trilogía de La escopeta nacional en 1978, Patrimonio Nacional de 1981 y Nacional III en 1982), Camus (Los santos inocentes, 1984) comenzaron a visibilizar la corrupción, los abusos y trapicheos de los capitostes y caciques del franquismo. Fortunas amasadas en los privilegios y apoyadas en la violencia de policías Villarejos en su mayor esplendor. Aquellos abusos forjaron las riquezas de muchas de las grandes fortunas en España. Francisco Fernández Ordoñez, cuando argumentó en favor del impuesto de sucesiones, dejaba claro que su función principal era corregir en el futuro las profundas injusticias económicas cometidas durante el régimen franquista. Sin embargo, el cine (tras Garci, Berlanga, Bardem, Camus…) dio una “movida” de timón, y como mucho en un para qué se concentró en la república y la Guerra Civil de 1936. Los cuarenta años de miserias y las fortunas que acuñó quedaron en tierra de nadie.

En cierto modo las resistencias posfranquistas a remover la tierra que cubre las fosas comunes tienen un algo que ver con el enterramiento simbólico de sus abusos. Todos los muertos son muertos, pero aquellos que mataron cuando todo ya estaba vencido y acabado. Cuando los desalmados asesinaron al desarmado, merece otra calificación ética. El salvajismo no terminó en 1939, solamente fue santificado. Y así quedó nuestra memoria, en tierra de nadie frente al “bunker”.

La ley de amnistía de 1977 dice, con un par, que son amnistiados: “e) Los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y agentes del orden público, con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los actos incluidos en esta Ley. f) Los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas” (artículo segundo). Que alguien me explique: quedan amnistiados los delitos cometidos contra los derechos de las personas y los demócratas. ¿Con qué legitimación? ¿Era igual torturar por la dictadura que ser torturado por la democracia? Repito. Quedan amnistiados los delitos cometidos. Es decir, todas las actuaciones: tortura, desapariciones, robos, expolios, malos tratos… todas las violencias fuera de la ley (incluso la vigente en el franquismo y su TOP) siempre que se cometan contra demócratas. Curiosa aclaración. ¿Durante cuarenta años?

En todo caso, por si hay quien alberga aún dudas sobre que fue el 18 de julio de 1936, la primera amnistía va para “a) Los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con ocasión o motivo de ellos, tipificados en el Código de justicia Militar”. La ley de amnistía es en sí misma a la vez un corpus delicti y un reconocimiento de culpa en toda regla por parte de las autoridades competentes en 1977. Se amnistían todas las barbaridades y salvajadas cometidas contra los españoles desde la ocupación del estado tras una rebelión militar. Y sí solamente se hubiesen amnistiado a sí mismos en la ley. Fue aún mucho peor. Sin reconocimiento de culpa.