Para los clásicos de la Ciencia Política, los partidos cumplen varias funciones, entre las que hay que destacar el reclutamiento y la formación del personal político, la agregación de demandas sociales, la comunicación entre gobernantes y gobernados y el encuadramiento de preferencias electorales (por todos, Josep Maria Vallès: Ciencia política. Una introducción, Barcelona, 2010, 8ª ed., págs. 369-371). En esa interrelación con la sociedad, la acción política de los partidos tiene efectos tangibles o irrelevantes para la propia sociedad y para franjas específicas de la misma. Para que esa acción política no sea irrelevante, es necesario que el partido, como organización, actúe eficazmente sin lastres internos. Y el momento en que se plasma la disposición de los partidos para una acción política eficaz es el de la celebración de sus congresos nacionales, cada varios años.
Esta reflexión viene a cuento del próximo 40º Congreso del PSOE que se celebrará en Valencia desde el 15 hasta el 17 de octubre. Este 40º Congreso se va a celebrar con algunas características que lo diferencian de otros anteriores: a) va a ser un Congreso con una sola candidatura al puesto de Secretario General; b) se celebra en medio de una legislatura con Gobierno socialista; c) no va a tener francotiradores que subrepticiamente se preparen para desplazar a la dirección elegida legítimamente; d) trata de conectar con los problemas de la sociedad española actual; y, por último, e) se cree que dará lugar a una elevada renovación de los órganos federales de dirección.
En el Congreso, como otros anteriores, se va a presentar una sola candidatura al puesto de Secretario General. No es una novedad, pero contrasta con los anteriores, el 38º (2012) y el 39º (2017), donde se presentaron, respetivamente, dos y tres candidaturas. Al ser el Secretario General también Presidente del Gobierno es lógico que no se presente ninguna candidatura para oponérsele, pero también es indicio de un partido pacificado que rodea y apoya a su dirigente máximo. Es un dato descriptivo de la situación anímica de la militancia que apoya a la dirección federal y, con ello, al Gobierno. La última renovación de la fracción socialista del Gobierno y de los órganos de apoyo a la Presidencia es un ejemplo de cómo en el partido y en el propio Gobierno se asumen todas las sensibilidades y todas las trayectorias políticas.
El Congreso se celebra con un Gobierno del mismo partido (en coalición) y con un Presidente del Gobierno que es el Secretario General del Partido. Esto no ocurría desde el 37º Congreso (2008). Tampoco es irrelevante esta circunstancia, porque el Congreso de un partido en el Gobierno (y presidiéndolo) es una ocasión única para reforzar la función de poner en conexión gobernantes y gobernados. Los temas que se debatan, las resoluciones que se aprueben, los compromisos que se adquieran no se defieren a una convocatoria electoral más o menos próxima, sino que son objetivos políticos que el Gobierno asume e incorpora a su programa de gobierno. Las resoluciones del Congreso de un partido en el Gobierno constituyen un documento político valioso para entender cómo será la acción política en los años inmediatos.
En este Congreso no va a haber francotiradores, que intenten sustituir belicosamente a la dirección actual. Ése es el fenómeno que está sufriendo el Partido Popular con la política sobreactuada de Isabel Díaz Ayuso. No se detectan militantes que estén haciendo labor de zapa para que el dirigente máximo acabe en el hoyo que le han preparado otros militantes o dirigentes territoriales. Tampoco éste es irrelevante, porque acentúa la situación de integración interna en el partido y en el Gobierno a que nos referíamos más arriba.
El Congreso, a través de los documentos que se van produciendo, trata de conectar con los actuales problemas de la sociedad española. El momento es particularmente importante, porque está vigente el programa de gobierno que el candidato Pedro Sánchez ofreció al Congreso de los Diputados en su investidura. También está vigente el acuerdo de coalición de Unidas Podemos. Con las resoluciones del nuevo Congreso, el PSOE ofrece a los ciudadanos, a su aliado en el Gobierno y al resto de las fuerzas políticas sus objetivos puestos al día, objetivos que han de influir en la acción del Gobierno.
Finalmente, se cree que el 40º Congreso propiciará una importante renovación de los órganos federales de dirección. Si se confirma, se demostrará que la vida de los partidos es como la de los seres vivos, que necesita una evolución constante en la que deben integrarse generaciones, sensibilidades y orígenes territoriales distintos.
No debería acabar estas notas sin señalar un fenómeno curioso. Hace algunas semanas señalábamos como el Partido Popular está quebrando constantemente el principio del Estado democrático por el que se respeta al adversario político y se le trata reconociendo su legitimidad. La celebración del 40º Congreso del PSOE en Valencia nos muestra como el Partido Popular infringe ese principio, porque ha decidido celebrar, también en Valencia, una convención que tiene el aspecto de ser un pseudo-Congreso. España tiene cincuenta capitales de Provincia, pero el Partido Popular ha ido a celebrar su reunión en la misma capital que el PSOE, para contraprogramar los efectos políticos del Congreso socialista. Es una marrullería menor, pero muy reveladora de la mentalidad de la actual dirección del principal partido de la derecha.