Sandra Barneda, Planeta, Barcelona, 2020.
Esta novela, finalista del Premio Planeta 2020, se inicia con la frase “Mortui vivos docent”, que era utilizada en la Edad Media para justificar la disección de los cuerpos humanos para el avance de la ciencia. También nos induce al consuelo de que los que se han ido nunca lo hacen, pues acompañan por siempre a los suyos, iluminándoles el camino con sus aciertos y errores.
De esto trata esta entretenida trama, del pasado de los ausentes y de cómo su impronta se trasluce en sus seres queridos. Tras la muerte de su madre, Gabriele regresa al pueblo de su infancia y se reúne con su padre y su tía. Un padre olvidado, aunque anhelado, entregado en cuerpo y alma a su esposa, Greta, y ausente de palabra y obra durante años por salvaguardar su amor. Allí deben cumplir el último deseo de la fallecida, esparcir sus cenizas en un lugar sin determinar, que encontrará su hija, sin haberlo buscado.
Un lugar colmado de paz y tranquilidad en donde el pasado y el presente se fundirán, tras un viaje de emociones entre los diversos personajes de la obra. Emociones que descubren la vulnerabilidad en la que nos desenvolvemos, en los tránsitos en los que mediamos, en ocasiones sin quererlo, por desconocimiento, por desidia, por incomprensión…
La opacidad y la luminosidad recorren sus cerca de seiscientas páginas, con reflexiones sobre el existir que recuerdan nuestras propias vivencias, como las acontecidas en el pasado último año y medio que nos han reconducido a lo verdaderamente importante ante la fatalidad. Mientras todo ello sucedía, de igual modo que en esta ficción, la fuerza de la vida nos procuraba consuelo y refugio.
Vivir, recordar, comprender, perdonar, soñar, amar, … son los arpegios más hermosos de la melodía de esta ficción y, junto a ellos, el sonido desabrido del sinsentido, del nunca más, de la sospecha y del rencor. Y como si estuviéramos unidos por un hilo invisible, el ayer y el hoy se funden en un mañana en donde el todo se revalida, ofreciéndonos su mejor cara: la de las segundas oportunidades.
Todo ello aderezado, con la brillantez de la pluma amable y amena de Sandra Barneda, un descubrimiento para los que no habíamos navegado por su mundo.