Definitivamente, la izquierda no sabe poner de relieve sus logros, mientras que la derecha es muy eficaz en colocar sus mensajes. Cualquiera que tenga la santa paciencia de presenciar las sesiones plenarias del Congreso de los Diputados extraerá la impresión de que los problemas del país son las discrepancias ante a la visita del rey emérito, el espionaje del CNI, o el uso del castellano en la educación catalana. En todos estos asuntos, la izquierda es acusada de antipatriota, de doblegarse ante el independentismo y de desprestigiar las instituciones. Esa, y la de incompetencia económica, es la imagen que la derecha desea transmitir de este gobierno y, a fuerza de repetirlo cada día, lo está consiguiendo con muchos ciudadanos.
Pero la realidad es que el actual gobierno, además de enfrentarse con bastante éxito a las dos calamidades más importantes de las últimas décadas —la pandemia Covid-19 y una devastadora guerra a las puertas de Europa—, está produciendo una transformación silenciosa del tejido productivo del país de la que los ciudadanos no están siendo muy conscientes. Refiriéndome tan solo a los últimos treinta días, han ido apareciendo en los medios diversas noticias, muy relevantes desde el punto de vista de nuestro futuro económico, que no han sido suficientemente publicitadas.
Empezando por la más reciente, ha aprobado un Plan Estratégico financiado parcialmente con fondos europeos —uno de los proyectos conocidos como PERTE—, con una inversión pública de 12.250 millones, para el diseño y fabricación de circuitos integrados semiconductores. Se trata de algo tan importante que no se entiende cómo no se le ha dado más publicidad ni por qué no está la ministra correspondiente todos los días en la televisión explicando los detalles.
Actualmente, muy pocos países —China, Taiwan y Corea del Sur— tienen fábricas apropiadas para la tecnología más avanzada, que es la de 3 nanómetros. Un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro. Ese el tamaño de los transistores, los cuales son tan pequeños que constan tan solo de unos pocos átomos. Una fábrica de este tipo requiere una alta capacitación tecnológica, una maquinaria muy sofisticada y una inversión de bastantes miles de millones. En Europa no hay, de momento, ninguna y nuestras sociedades desarrolladas necesitan un flujo abundante de microchips. El proyecto español contempla esta tecnología y contribuirá a disminuir la dependencia europea.
Casi a la vez que la publicación del plan, el Presidente Sánchez ha culminado en Davos una negociación de meses con la empresa estadounidense de microprocesadores Intel para instalar en Barcelona un centro de diseño de circuitos integrados asociado al BSC (Barcelona Supercomputing Center). Parte de la financiación, estimada en 400 millones, provendrá del PERTE recién aprobado.
Hace unos días, la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa un ambicioso proyecto que ayudará a que Europa se independice del gas ruso: un gasoducto entre Barcelona y Livorno para abastecer a Italia de combustible regasificado, con una inversión de 2.500 millones. Se trata de aprovechar el potencial que ofrecen las seis plantas regasificadoras españolas. Además, se intenta reflotar el gasoducto entre España y Francia, cuya terminación costaría 600 millones. En un primer momento, ambos transportarán gas, pero, en un futuro, llevarán hidrógeno verde. España podría pasar así de ser una isla energética a ser abastecedora de energía al resto de Europa, con evidentes retornos económicos y de empleo.
En una reciente visita a España, el emir de Qatar —invitado por el Gobierno— ha comprometido una inversión en nuestro país de 4.720 millones en proyectos de energías verdes y digitalización. También nos suministrarán gas licuado, con el fin de diversificar nuestras fuentes de abastecimiento. Qatar tiene las terceras reservas mundiales de gas natural, tras Rusia e Irán.
Hace pocas semanas, la empresa alemana Volkswagen comprometió una inversión de 3.000 millones para la construcción en Sagunto de una gran factoría de baterías para vehículos eléctricos que creará 3.000 puestos de trabajo directos. Se trata de otro de los PERTE aprobados por el Gobierno y también contará con fondos europeos. Entre el 20% y el 30% de la energía que alimentará la factoría procederá de una nueva planta solar que Iberdrola instalará en las proximidades. Volkwagen comprometió también otros 4.000 millones para reconvertir al vehículo eléctrico en los próximos años sus fábricas de Pamplona y Martorell.
El Gobierno ha aprobado también hace pocos días una inversión de 1.239 millones para la creación de 88.000 nuevas plazas de formación profesional, un 10% de las existentes y la mayor cantidad anual invertida hasta la fecha en esta área. Los alumnos de secundaria que escogen formación profesional en España son solo el 34%, frente al 48% de media de la UE-27, si bien han venido aumentando gradualmente en los últimos cinco años. Cerrar esa brecha con Europa ha sido uno de los empeños del Gobierno. Los fondos de 2022 suponen un incremento del 30% con respecto a 2021.
Por último, también ha aprobado la semana pasada la mayor oferta de empleo público de la historia, con casi 45.000 plazas —34.151 ordinarias y 10.637 para la estabilización de empleo temporal— con el fin de reflotar y rejuvenecer las plantillas públicas, duramente castigadas durante la Gran Recesión de 2008-14.
Según lo enunciado, no es de extrañar que el Gobierno haya remitido a Bruselas unas previsiones optimistas para el periodo 2022-25, en las que todos los indicadores económicos mejoran: el paro pasará del 13,4 % actual al 9,6% —en abril se alcanzaron por primera vez los 20 millones de ocupados—, el déficit público pasará del 6,7 % del PIB al 2,9% y la deuda pública bajará del 118% actual al 109%. A la reciente reforma laboral se le atribuye una mejora de 2,4 puntos en la tasa de crecimiento económico.
Esta transformación silenciosa de nuestro sistema económico tendrá mucha más incidencia en nuestras vidas y en las de nuestros hijos que las discusiones muchas veces bizantinas que presenciamos en el Congreso. El verdadero patriotismo no se demuestra agitando la bandera ni gritando discursos encendidos, sino ayudando al país a prepararse para afrontar sus desafíos. Eliminar nuestra dependencia de los combustibles fósiles, aumentar nuestra capacidad tecnológica, mejorar la cualificación de la Administración y aumentar la formación de nuestros jóvenes es lo que este gobierno “social-comunista”, “vende patrias” y “felón” ha venido haciendo silenciosamente —demasiado silenciosamente, tal vez— desde el comienzo de la presente legislatura.