Decía Machado que pensar el mundo es como hacerlo nuevo. Por tanto, pensemos el mundo.
Ya hemos visto las primeras imágenes de personas vacunándose en Europa contra la Covid-19. Toda una alegría, porque supone el principio del fin de la pesadilla. Pero ¿Nos hemos parado a pensar donde están las fotos de ciudadanos de países de ingresos bajos y medios?
Parece que no, porque primero queremos recuperar nuestra sensación de seguridad y la normalidad en nuestras vidas teniendo la vacuna puesta cuanto antes. Y porque detrás de este esfuerzo logístico global, hay una guerra geopolítica por ver quien sale antes de la crisis económica y puede afianzar su liderazgo en el futuro.
Según la investigación realizada por la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, en relación con los pedidos anticipados de vacunas Covid-19 antes de su aprobación regulatoria, el 51 por ciento de los pedidos estaban destinados a países de altos ingresos, que representan apenas el 14 por ciento de la población mundial.
Para ser más claros, los países ricos han realizado pedidos de vacunas que multiplican por dos o por tres su población, pero no han tenido en cuenta el acceso para el resto del mundo.
Esto supone que, siendo optimistas y partiendo de la base de que las farmacéuticas alcancen su máxima capacidad de producción, casi una cuarta parte de la población mundial puede que no tenga acceso a una vacuna contra la Covid-19 hasta, al menos, el año 2022.
Afortunadamente, se ha puesto en marca El Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (COVAX). Un proyecto global, de colaboración público-privada, que lideran la Alianza Gavi para las Vacunas (Gavi), la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta iniciativa, tiene por objetivo acelerar el desarrollo y la fabricación de vacunas contra la Covid-19 y asegurar que el mayor número de personas posible en el mundo puedan vacunarse de manera rápida, justa y equitativa, dando el acceso al fármaco a países que de otra manera no podrían pagar su precio de mercado.
Para ello, bajo el lema “Solo estamos a salvo cuando todos estamos a salvo”, los 183 países participantes tendrán acceso a las vacunas de manera proporcional a su población, independientemente de su nivel socioeconómico, y a un precio razonable.
El mecanismo utilizado por COVAX es que, por un lado, los países con mayores recursos, alrededor de ochenta, se aseguran las dosis necesarias al mismo tiempo que contribuyen a que las vacunas lleguen al resto de países. Por otro lado, COVAX facilita las vacunas a 92 países que no pueden pagar mediante donaciones de las entidades participantes.
En la práctica, las vacunas de COVAX, cuando estén disponibles ya que tiene nueve en desarrollo, serán repartidas del siguiente modo: los países con recursos podrán pedir dosis para vacunar a entre el 10 y el 50 por ciento de su población, pero no recibirán más del 20 por ciento hasta que todos los países del proyecto hayan recibido esa misma proporción, aunque sí podrán comprar otras vacunas en el mercado.
Además, se ha acordado reservar alrededor del 5 por ciento de vacunas para posibles repuntes y para dar a organizaciones de ayuda humanitaria, que las destinarán a personas que no podrían acceder a las vacunas de ningún otro modo.
El fin es encomiable, pero hace falta más compromiso, esfuerzo, coordinación y recursos, ya que por ejemplo países como Estados Unidos y Rusia no se han adherido a esta iniciativa y la logística es muy desigual por países.
El fin es encomiable, pero con un población mundial de 7.700 millones de personas, el objetivo es disponer de 2.000 millones de dosis para finales de 2021.
Queda mucho por hacer, y como ciudadanos debemos presionar para que esta devastadora pandemia acaba cuanto antes. Y eso, solo será posible si todos, y repito todos, estamos vacunados.
Decía Machado que pensar el mundo es como hacerlo nuevo. Por tanto, pensemos el mundo.