“Mátalos suavemente” es el tercer largometraje del neozelandés Andrew Dominik y como la primera, “Chopper” (2000), con la que debutó, también es una adaptación de una novela “Cogan’strade” de George V. Higgins. En las dos cintas, con doce años de diferencia, también se da otra coincidencia, la temática. Ambas son una peculiar inmersión en el mundo de la criminalidad. Por si dos coincidencias no son suficientes, hay una tercera, en las dos Brad Pitt es el protagonista de una historia en forma de thriller en el que no faltan las lecturas sociales a partir de su recorrido por el mundo criminal que retrata. Esta temática de la criminalidad y de sus aledaños también se mantiene en su segundo largometraje, pero bajo el género del western “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (2007), una auténtica radiografía de la fascinación de la sociedad por sus mitos al margen de la ley. Si allí era la banda de Jesse James la que servía como excusa, aquí son mafiosos de poca monta y rateros de tres al cuarto los que sirven como punto de partida para una cinta con presumible vocación de diatriba social.
En “Mátalos suavemente”, la trama consiste en que unos criminales no demasiado inteligentes y recién salidos de la cárcel deciden dar un nuevo golpe, atracar una partida de cartas controlada por la mafia. Con una ejecución de aprendices realizan el robo, y como si fuera un milagro lo concluyen. Entonces, la mafia decide contactar con Jackie Cogan (Brad Pitt) para que resuelva el caso, encuentre a los ladrones y acabe con ellos. Jackie, el único inteligente de esta historia, intentará obtener su propio beneficio.
Acompañan a Pitt dos actores habituales en la ficción sobre gánsteres y matones sin muchos escrúpulos: James Gandolfini siempre será imborrable en su papel de Tony Soprano, pero también como el violento matarife de “Amor a quemarropa” (Tony Scott, 1993); y Ray Liotta permanece en el Olimpo de los mafiosos cinematográficos gracias a su papel de Henry Hill en “Uno de los nuestros” (Martin Scorsese, 1990). Junto a ellos, completan el reparto dos veteranos como Richard Jenkins (“The visitor”) y Sam Shepard (“Blackthorn: Sin destino”), a los que hay que sumar a Scoot McNairy (“Monsters”), Ben Mendelsohn (“Animal kingdom”) y Vincent Curatola (de la serie “Los Soprano”).
Podemos calificar la película de cine negro con crítica sociopolítica, destacando sobre todo lo demás, el realismo de los personajes. El cuál, en más de una ocasión, produce incomodidad al espectador.
Como su director afirma, cuando leyó el libro “Sentí que era la historia de una crisis económica, la crisis de una economía criminal basada en el juego, y que el problema se originó por un fallo a la hora de regularlo”. “En otras palabras: era una réplica a pequeña escala de lo que estaba pasando en Estados Unidos en aquel entonces”.
También Brad Pitt, protagonista y productor de la cinta resume lo que le evoca en esta frase tan lapidaria “en América (USA) se mata con la misma ligereza que las corporaciones empresariales despiden a trabajadores”.
Así pues, no esconde la propuesta su intención de crítica al capitalismo y su degradación, a partir de los recursos que ofrece el cine negro. “Siempre he pensado que las películas de género negro tratan básicamente sobre el capitalismo”, dice Dominik. “Además, es el único género en el que se acepta sin problemas que los personajes estén únicamente motivados por su deseo de conseguir dinero”.